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LA EXPANSIÓN DEL PODER

POR: JOSÉ GUILLERMO MÁRTIR HIDALGO

Bertrand de Jouvenel argumenta que el poder no es una entidad estática, es una fuerza dinámica y expansiva que busca ampliar su influencia. Su tesis es que el poder, a pesar de su diversas manifestaciones, comporta una historia de crecimiento y concentración. A pesar de que las formas de gobernar pueden cambiar, la concentración de poder se mantiene y acentúa. La sociedad moderna ha contribuido a la expansión del poder, ya que fines aparentemente benevolentes terminan por fortalecer las estructuras de poder. Por tanto, es difícil que el principio egoísta del poder se pueda eliminar, por lo que es necesaria una vigilancia constante de la expansión del poder.

El político, economista y filósofo francés, Bertrand de Jouvenel, pública “Sobre el Poder: historia natural de su crecimiento” en mil novecientos cuarenta y cinco. El prólogo en castellano de la edición de mil novecientos noventa y ocho estuvo a cargo del politólogo, filósofo y catedrático español, Dalmasio Negro Pavón, quien presenta al Leviatán, como Estado estático y protector de la sociedad. El fin del Leviatán es, acabar con la guerra civil y establecer una paz duradera. En cambio, el Estado Minotauro es un Estado que instrumentaliza el derecho al servicio de sus fines. El Estado Minotauro lleva en su seno al orden (Leviatán) y a la revolución (Behemoth). Jouvenel, dice Negro Pavón, quien analiza las causas y medios por los que el poder ha hecho que el Estado haya derivado en Minotauro.

Nuestro autor comienza denunciando la Segunda Guerra Mundial, acota que la guerra no es ni ha sido siempre como es hoy. El coeficiente de participación de la sociedad en la guerra ha ido creciendo constantemente. El poder en su actual forma acrecentada, es una enorme organización burocrática y militar. Y como siempre, el poder lo ejerce un puñado de hombres que controla la “Sala de Máquinas”.  La esencia del poder es la milagrosa obediencia de las agrupaciones humanas. Miles o millones de hombres se pliegan a las normas y a las órdenes de unos pocos. La obediencia resulta de varios y muy diferentes sentimientos que proporcionan al poder múltiples apoyos. Destaca el predominio de los factores irracionales. Se obedece porque tal es el hábito de la especie. El poder puede ser obedecido por su naturaleza y por los fines que persigue. Por su naturaleza, la causa eficiente de la obediencia es que sea legítimo. Por los fines que persigue, la causa final de la obediencia es porque persigue el bien común. El poder puede establecerse por la fuerza y apoyarse en el hábito, pero, solo puede incrementarse por el crédito. Las teorías que han gozado de mayor solvencia a lo largo de la historia han sido las Teorías de la Soberanía. La Teoría de la Soberanía Divina, ha conducido a la Monarquía Absoluta. Y la Teoría de la Soberanía Popular conduce primero a la Soberanía Parlamentaria y luego, al Absolutismo Plebiscitario. Herbert Spencer, aplicó las teorías organicistas para entender la sociedad que se desenvuelve en medio de una centralización y un crecimiento del poder.

Para conocer la naturaleza del poder veamos cómo nació. Todos los pensadores han visto en la familia la sociedad inicial. Y la autoridad paterna, la primera forma de autoridad. La concepción clásica de la sociedad primitiva, basada en el patriarcado, fue desmantelada en mil ocho cientos sesenta. La idea de que la filiación uterina había precedido a la paterna se impuso por doquier.

La primera revolución política se llevó a cabo por la guerra. Se observa con demasiada frecuencia el apoderamiento del Estado por una voluntad particular, que se sirve de él para dominar a la sociedad y explotarlos con fines egoístas. La condición necesaria y suficiente para que el poder exista es que siga mandando y siendo obedecido. El poder en su pura esencia es mando que existe por sí mismo.

La etapa predatoria del poder se caracteriza por asambleas de bandidos gobernados por un jefe, que se reparten entre ellos el botín. La etapa parásita del poder se expresa en que su único afán es explotar en beneficio propio a los vencidos, a los sometidos, a los súbditos, se nutre de las poblaciones sojuzgadas. Por un proceso muy natural, el poder pasa del parasitismo a la simbiosis. Es lo que ocurre con el poder, el mando que es su propio fin, acaba cuidando el bien común. El ejercicio del poder soberano engendra un sentimiento de superioridad que hace que estos “iguales”, acaban siendo “diferentes” al ciudadano ordinario. El delegado del soberano será el dueño del soberano, ya que los dirigentes forman un cuerpo, una élite.

Ambos principios antinómicos van ocupando la sociedad: crecimiento indefinido del poder servido por una apariencia cada vez más altruista. El poder es capaz de prestar grandes servicios sociales aun siendo egoísta. Y puede causar incalculables perjuicios pretendiendo ser social. La ideología proporciona al poder la más eficaz justificación de su crecimiento. Si se confiesa egoísta, choca con la resistencia de todos los intereses sociales. Pero, si se proclama altruista y se presenta como el realizador de un sueño, adquiere en todos los intereses reales una transcendencia que permite inmolarlos a su misión y eliminar todo obstáculo que se oponga a su marcha triunfal.

La primera gran victoria del poder en los tiempos modernos es saquear los bolsillos de sus súbditos para sostener las empresas del gobierno. El segundo triunfo, la introducción del servicio militar obligatorio. Y el tercer triunfo, la doctrina de la Guerra Total. La nación en manos del Estado se convertirá en instrumento para la guerra.

Las revoluciones políticas son crisis violentas en el curso de las instituciones. Jouvenel advierte que es preciso abandonar la idea de que la revolución encarna la reacción del espíritu de libertad contra el poder opresor. Él considera que las revoluciones no se hacen para beneficiar a los hombres, sino, para robustecer el poder. Señala que hemos visto a lo largo de la historia, que se han ido creando una concentración de poderes en beneficio de un personaje: El Estado.

La historia de la doctrina democrática nacida para fundamentar la libertad, nacida con vocación de dique respecto del poder, prepara el camino a la tiranía. El cuerpo que legisla tiene que ser distinto del poder. Ya que si los legisladores son del mismo cuerpo ejecutan las leyes del poder.

La facultad de votar constituye la única cualidad del ciudadano. Esta facultad presupone la independencia de aquel que quiere formar parte de la república. La acción de votar es el fenómeno típico de una democracia, pero, no carece de equívocos. Una primera consecuencia es una degradación de la Asamblea. Otro resultado es la degradación de la posición del elector.

La máquina política en campaña electoral, su candidato debe convencer al cuerpo electoral que sus opiniones son las mejores y su persona la más digna. Los votos que son lo que dan el poder, el arte supremo de la política consiste en captarlos. Esto es cuestión de organización y propaganda.

En lo que respecta a la propaganda, el progreso ha sido enorme. La mayoría de la gente apenas se sirve de su capacidad razonadora. En cambio, todos los hombres son capaces de emoción. Sobre estas emociones es preciso actuar. Hay que suscitar en favor propio la confianza, la esperanza y el amor. Y contra el adversario, la indignación, la cólera y el odio. Los partidos “maquinizados” conducen a la dictadura.

El Barón de Montesquieu demostró la necesidad de los contrapoderes. Ya que todo hombre que tiene poder, tiende a abusar del mismo y no se detiene mientras no encuentre una barrera. El freno de un poder por otro, es difícilmente concebible donde las distintas autoridades son partes dependientes de un mismo aparato centralizado, movidas por una misma voluntad autoritaria.

Se supone que la supremacía del derecho, debe ser la gran idea central de toda ciencia política. Un derecho lo suficientemente independiente para ser árbitro de los conflictos y no instrumento de la centralización. Pero, es una ilusión buscar en el derecho un baluarte contra el poder. El derecho supone, una autoridad pública capaz de forzar a los individuos a respetar las normas que dicta.

El poder no tiene más autoridad que las fuerzas y recursos que le otorguen los hombres libres en comunidad. La libertad no es una invención moderna, por el contrario, la idea de la misma pertenece a nuestro más antiguo patrimonio intelectual. Este derecho pertenece concretamente a quienes poseen los medios para defenderlo.

La libertad consiste en que nuestra voluntad no esté en modo alguno sujeta a otras voluntades humanas, sino, que sea ella la única que rige nuestros actos con la única limitación de respetar las bases indispensables de la convivencia. Así, el gobierno de las leyes es esencialmente aquel que en el que están consagradas las normas que procuran la utilidad de los hombres entregados al bien. En el marco que determinan generalmente las leyes físicas de la naturaleza y particularmente las leyes naturales de la sociedad.

En cualquier sociedad habrá individuos que no se sienten bastante protegidos (securitarios), otros, que no se sienten bastante libres (libertarios). Nuestra época de inseguridad, da origen a un régimen de protectorado social. El rasgo psicológico característico de nuestro tiempo es, el predominio del temor sobre la confianza en sí mismo. Todos los individuos tratan de apoyar su existencia individual en el Estado. De esta manera, la libertad recibida se devuelve a cambio de una seguridad que se desea recibir.

 

En El Salvador, una voluntad particular, en nombre de la voluntad general, domina a la sociedad explotándola con fines egoístas. Y el cuerpo legislativo, como parte del mismo aparato centralizado movido por la misma voluntad autoritaria, sanciona las leyes del poder sin escrúpulos. Vivimos en un absolutismo plebiscitario.

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