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No podemos dudar que un equipo de los triunfadores de las elecciones presidenciales, del 3 de febrero pasado, tendrán la misión de mantener la campaña electoral para preparar al electorado a su favor, en las elecciones de diputados y alcaldes de 2021, y eso no lo podemos detener, están en su derecho; es parte de su estrategia de mediano plazo.
Lo que no debería suceder es que gente ajena a ese equipo, aunque seguidores y votantes de la fórmula presidencial triunfadora, muchos de ellos y ellas reconocidos por su desempeño profesional y académico, se sumen a la campaña de una especie de incertidumbre política permanente.
Sumarse a la campaña de que peligra la toma de posesión del Presidente Electo Nayib Bukele, no solo es una falsedad, es irracional, sino es que también bobería.
El señor Bukele, ganó la presidencia el 3 de febrero, por lo tanto será el Presidente de El Salvador a partir del uno de junio hasta mayo de 2024.
Esto esto no debe ponerse en duda, pues El Salvador, entró en un periodo democrático tras la firma del acuerdo de paz en 1992.
Esa democracia inaugurada tras la firma de la Paz en Chapultepec, México, se defiende de diversas formas, entre ellas respetando los resultados electorales, y esto no ha estado en cuestión ni lo estará.
De ahí que el tema superficial del lugar donde será la juramentación del nuevo Presidente de El Salvador, como parte de un nuevo ingrediente del folcklor político-electoral del país, no debe llevarnos a comer ansias, ni mucho menos dudar del respeto que todos debemos tener a nuestra joven democracia.
Lo que sí deben tener claro las partes y el pueblo espectador, es que esos actos deben cumplir ciertos requisitos constitucionales, en tal sentido, solo es de dedicarle dos minutos a dos artículos de la Constitución, para tener claro cómo se hace y quienes participan.
Lo importante es que el pueblo debe tener claro que lo que viene debe hacerse conforme a como lo demanda la institucionalidad, y contribuir a la certidumbre que tanto necesita este país luego de una jornada intensa electoral, más allá de la estrategia de los tuiteros agoreros.
