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FUNDAMENTALISMO Y MERCADO

Miguel Ángel Dueñas Góchez*

De acuerdo a la revista Conciencia Latinoamericana de las Católicas por el Derecho a Decidir” en su artículo “Contra los fundamentalismos lo fundamental es la gente” (2009), online plantea:

El fundamentalismo religioso está presente en diferentes doctrinas. En la tradición guerrera de los hijos de Abraham –judíos, healing cristianos y musulmanes–, las vertientes fundamentalistas se sustentan en la convicción tribal de ser, cada una de ellas, el pueblo escogido, que recibió la revelación del único y verdadero Dios. Son vertientes que arrean a sus “rebaños” disciplinándolos para que resistan cualquier transformación, so pena de recibir como castigo el dolor y el sufrimiento.

El mercado se sirve del sexismo, del racismo y de la etnización de la fuerza de trabajo. Utiliza ideologías discriminatorias, profundamente introyectadas por sectores significativos de la población del planeta, para saciar su voracidad por la ampliación de los lucros y mantener sus hegemonías. También en el mercado hay concentración de esfuerzos para controlar la sexualidad humana, en especial la de las mujeres.

La capacidad de dominación del fundamentalismo de Mercado toma dimensiones impresionantes dado su casamiento indisoluble con los poderes de los Estados y con instituciones globales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio. Pero los amplios y nefastos efectos que ese tipo de unión promueve son viejos conocidos. La tortura y el asesinato de las mujeres en las hogueras de la Santa Inquisición no hubieran tomado proporción de matanza, sin la alianza duradera de la Iglesia Católica con la nobleza. La esclavitud de los pueblos de origen africano y el genocidio de los pueblos indígenas en el Nuevo Mundo, tampoco hubieran sido posibles sin la unión inquebrantable de la Iglesia con los poderes imperiales.

Por lo tanto, los fundamentalismos religiosos sólo pueden ser superados con la transformación de los individuos, de los ciudadanos y ciudadanas, de los sujetos políticos.

Esto significa limpiar el terreno y sembrar el campo para que puedan germinar relaciones políticas y económicas igualitarias, ecuánimes, solidarias y éticas. Cuidar para que fructifique una sociedad más motivada y excitante, donde las diversidades sexuales, raciales, religiosas, étnicas y de todo tipo puedan de hecho ser valoradas, en síntesis, una comunidad laica.

* Lic. en Relaciones Internacionales.

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