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El vuelo de la piscucha 

Por Mauricio Vallejo Márquez

 

Nunca aprendí a suspender piscuchas en el cielo. Las veía en mi niñez sin estribos y con estancos, aquellos rectángulos de plástico con cruces de bambú y colas de papel atadas a hilos invisibles que sostenían tómbolas o latas de leche que algún personaje enrollaba y desenrollaba para desplazarse entre las nubes y de vez en cuando cazar otra piscucha. Me sorprendía ver ese nivel de pericia mientras yo no alcanzaba a elevar las mías por más que corriera con ese estilo. Con los años me di cuenta que mi cordón quedaba corto y que para lograr aquel vuelo era imperativa tener un cordel largo y uno de esos instrumentos para enrollar y soltar.

 

Después aprendía a ver aquellos objetos como parte de la llegada de octubre y yo me dediqué a hacer flotar versos por medio de la palabra escrita y la voz. Lo que puede durar mucho más que octubre.

 

Octubre era mi mes predilecto. No porque se celebre el día del niño el primer día o a las brujas el 31, además del cumpleaños de mi Papá Tony. Sentía rico al despertarme y sentir aquellos vientos que me daban la sensación de vida y escalofrío obligándome a lucir mis suéteres en el colegio. Así pase de niño a adolescente sintiendo aquellas ventiscas que su existencia me alegraban este corazón loco que tengo. Ahora octubre me trae la nostalgia de esas fechas y el intenso deseo de definir en mi mente los detalles de esos días cuando las cosas no tenían sentido, pero que no importaban tanto.

 

El décimo mes del año también era el preámbulo de las vacaciones y eso sí era para desbordarse. Porque tenía todo el día para leer, escribir, dibujar o hacer lo que amaba. También eran las mañanas más hermosas para el amor cuando pasaba los 17. La piel se erizaba con los abrazos abrigados por la brisa y la ilusión.

 

Hoy octubre es octubre, y contiene la cotidianidad de la espera para que surja la magia del instante. A veces llueve, pero de aquellos vientos que impulsaban las hojas hasta alzarse en el cielo no queda más que el recuerdo de los que vivimos aquella magia. Ahora se dicta otra historia en la que el frío del último trimestre del año está ausente. Sin embargo, octubre continua escalando su tráfico vehicular y ahogando los tiempos de la mayoría para llegar al trabajo y regresar a casa, el dinero sin administración se vuelve insuficiente, las esperanzas se ausentan como los electores en cada elección y el consumismo rebalsa nuestros días con el viernes negro. En tanto solo queda lo único de valor: Hacer volar el alma y los sueños por los cielos como una piscucha, para ser libres.

 

 

 

Mtro. Mauricio Vallejo Márquez

Licenciado en Ciencias Jurídicas

Maestro en Docencia Universitaria

Escritor y editor

Coordinador Suplemento Cultural 3000

 

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