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El Salvador 1821-2021 Bicentenario de la Independencia (III)

César Ramírez
@caralvasalvador

El siguiente es un fragmento del sermón del Presbítero Manuel Aguilar, pocos días después de la Insurrección de 1814. (fragmentos)

…“¡La primera autoridad es Dios! A quien debemos todo respeto y la mayor veneración de nuestras almas, ¿qué podremos decir, pues del inicuo proceder de la autoridad militar que con quebranto manifiesto de una ley de las Siete Partidas y con violación de lo mandado en las bulas de los Papas Benedicto XIV y Gregorio IX, mandó rodear la casa de Dios con tropas en los últimos acontecimientos y emergencias políticas de esta ciudad, entrando en ella con armas, en persecución de los que, para ponerse a salvo de nuevos atropellos, habían buscado su amparo?

“La soldadesca impía no satisfecha con hollar con planta sacrílega este augusto recinto, llevó su indolencia criminal hasta el punto de atreverse a alzar con punta de la espada los velos que cubren las sagradas imágenes.

… “¡De allí viene necesariamente como lógica consecuencia, LA REVOLUCION, la lucha sangrienta con todo su séquito de horrores; las persecuciones, ¡la anarquía!

“¿Cómo se quiere exigir moralidad al pueblo, si los llamados a cumplir la ley son los primeros en atropellarla?

“Se ha jurado solemnemente la Constitución que las Cortes decretaron y ésta no se cumple desde su artículo 300 al 305.

“Salid un poco del centro de la población y sólo encontrareis quejas del pueblo oprimido. ¡Quién se lamenta de haber sido despojado de su hacienda en beneficio de un poderoso!

¡Quién, de que, compelido al pago de una deuda, empleando para ello desusado rigor, no ha logrado a su vez que a su deudor, protegido por los poderosos, se le exija siquiera el cumplimiento de su obligación! ¡Padre de familia ha habido, a quién quejándose por haberle prostituido a su hija, se le haya respondido por la autoridad, que el Rey no quiere mujeres sino hombres!

“¿Cuántos infelices hay que gimen en las prisiones, viendo con angustia pasar los días, meses, años, sin que siquiera se les diga la causa del castigo que sufren, quizá injustamente, o que si han cometido alguna falta se deja en perpetuo olvido la causa que la ley nada seguirle?

“En este momento se lanzaron fuera de la Iglesia, amedrentados, algunos personajes, entre ellos el comendador de la Merced Fray José Ramón Orellana, y los frailes José Gil y Santiago Pérez, y mientras el Dr. Peinado ordenaba, en actitud de visible disgusto, que la fuerza armada que había concurrido, se retirase del templo; pero no antes de que el orador dirigiese un apóstrofe terrible al Intendente”.

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