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El espíritu único de la Navidad

Carlos Girón S.

La celebración de la Navidad sentimos que nos llena de una alegría muy especial, tanto a los niños como a los adultos, pues es cuando en nuestro mundo cristiano, se rememora el nacimiento del niño Jesús, y lo hacemos así, en esta época, más bien por tradición, porque según crónicas de tiempos antiguos, él nació en el mes de abril.

Alrededor de esta época sentimos que en el entorno se irradia una euforia y una emoción de alegría y felicidad manifestadas de muchas maneras. Comúnmente, la celebración de ese gran acontecimiento lo hacemos la mayorías de familias con fiestas profanas, cenas especiales, intercambio de regalos, visitas familiares y otras formas parecidas; en cambio, es diferente entre quienes anda o andamos en otros ámbitos no religiosos necesariamente sino del misticismo. Entre ellos la acostumbre es -primero que todo- dedicar momentos de recogimiento espiritual, para la meditación y la reflexión y plantearse metas y propósitos, como el de ser mejores personas en todos los aspectos, despertar el ideal del servicio, especialmente de ayuda para sus semejantes, los desvalidos, los enfermos, los abandonados, los que no tienen ni siquiera un mendrugo.

Aquellos místicos explican que el espíritu y la atmósfera tan singulares que se experimentan en la época de Navidad se debe a que la Consciencia de Cristo, del Cristo Cósmico, desciende y se acerca más a nuestra Tierra y a nosotros los seres humanos, llenándonos de una esencia de santidad y amor; por lo cual debernos o deberíamos tenernos unos a otros más consideración, mejor aprecio, más simpatía y una actitud de perdonarnos muchas de las ofensas que se puedan inferir, haciéndolo con un sentido de solidaridad, confraternidad, hermandad…

Y siquiera en esta época -ya que no lo podemos hacer siempre y que quedara permanente, como tendría que ser- deberíamos hacerle espacio al gran ideal y anhelo de los humanos del don de la paz, que es una aspiración tan deseada por todo hombre y toda mujer de buenos sentimientos, de nobles pensamientos, de limpias acciones.

En verdad, una de las mejores maneras de disfrutar las influencias que nos trae el Cristo Cósmico es estar en Paz, cultivarla y fomentarla; primero, en nosotros mismos, luego tenerla con los miembros de nuestra familia, con los de la comunidad, y así extender el círculo hasta abarcar a nuestro país y más allá, en la región, en el mundo…*

En el mundo cristiano donde rememoramos el Advenimiento del Niño Jesús, todos anhelamos una verdadera paz como es la del alma, la de la mente y la del cuerpo, para experimentar la cercanía, la presencia del Redentor dentro de nuestro corazón.

Nuestra cristiandad hace votos, eleva sus preces y ruegos para que el Niño Dios nos de, además de paz, también amor, armonía, comprensión, tolerancia y felicidad y que él renazca en cada uno de nosotros y derrame sus dones en nuestras vidas, no solamente en esta época, sino todos los días del año.

*Desgraciadamente (y perdonen la digresión y casi blasfemia, de mezclar un punto tan burdo y grotesco con un tema sacro como es el de la Navidad), miren la conducta y las intenciones de ciertos gobernantes de nuestra región –particularmente en el cono sur del continente y otros de por aquí muy cerca- el grupo de los Asnos de Troya (como yo los he llamado) o Grupo de Lima, agazapados también en el TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca), del cual retiró en 2012 a Venezuela (Hugo Chávez cuando era presidente) y como también lo hicieron Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Luego, con un poder vacuo y falso, el aguado traidor dizque “reintegró” a Venezuela, en julio de este año…

Pues bien. Ese grupúsculo del TIAR, reunido en Colombia hace unos días, acordó imponerle a la Patria Bolivariana una sarta de “sanciones” económicas, diplomáticas y a saber qué más. (Y otra vez entre paréntesis, allí en Colombia, el jumento Iván Duque, acorralado por multitudinarias marchas de protesta y paros generales, está hoy por hoy saboreando la misma medicina que quisiera para el pueblo venezolano).

Pues eso de las sanciones fácilmente se adivina que responde a los siniestros planes que se mantienen de querer agredir e invadir con fuerzas mercenarias y poderosas –como las del Comando Sur, que no presta ganas- a la Patria de Bolívar, para saquearle las riquezas naturales que son del pueblo bolivariano, al que desde hace ratos, esas fuerzas conspiradoras mantienen con hambre, acusando de ello al presidente legítimo Nicolás Maduro, como también lo señalan de ser “ilegítimo” y agresor de sus derechos humanos…

Con esos signos en el horizonte allí en esa región, podemos preguntarnos entonces: ¿serán esos planes invasores y agresores, preludios para hacer reinar la paz en un pueblo, el venezolano, como también los circunvecinos y regionales? Y, ¿no será que se tenga dispuesto materializar esas amenazas en estos precisos días aprovechándose de la algarabía y ánimos festivos de nuestros pueblos con la celebración de la Navidad y el Año Nuevo? No sería remoto, y roguemos a Dios que tuerza esas malvadas intenciones y dejen en paz al pueblo y los gobernantes venezolanos.

Retomando el tema inicial, concluyamos estos comentarios navideños diciendo que, con esos ruegos -que broten de lo más profundo de nuestros seres- expresamos también los más sinceros deseos de que sea una realidad la declaración bíblica de “Gloria a Dios en las alturas, y Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad”, y que nuestras familias reciban todas las bendiciones que nos trae el Redentor siempre, pero de manera especial en estos días, cuando desciende más próximo a la Tierra y sus habitantes como el Cristo Cósmico.

¡Paz Profunda para todos!

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