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El arte y la cultura merecen mejor vida futura

 *Jaime Calderón, sick
Director del Centro de Investigación Cultural y Artística Razamaya.

Crear e implementar un ministerio de cultura en un país donde estos rubros no han tenido buena atención, no es asunto sencillo, por el contrario se trata del más delicado rol en un estado que ha navegado por más de doscientos años en una marejada de obstáculos y entuertos que no le han permitido a la nación saber a cabalidad, qué es la cultura, cuál es su identidad cultural, cuál es su verdadero origen ancestral, cuál es su cultura, qué nivel de expresión artística existe, por qué no estamos al nivel justo y merecido después de tanta lucha por las transformaciones sociales, la justicia social, la equidad, los derechos humanos, buena y evolutiva educación, justa y bien pagada salud, etc.

¿Para qué serviría trabajar por la cientificidad de nuestra cultura? Para que la ciudadanía entienda el fondo verdadero de su historia, que sepa de donde proviene tanta característica especial de la salvadoreñidad, que en toda la ciudadanía suceda un encuentro verdadero con su identidad que estimule el orgullo salvadoreño y establezca su dignidad defensora de la nacionalidad por sobre todos los aspectos del ser.

Nuestra ciudadanía no valora ni entiende la cultura y la historia, porque estos aspectos siempre han estado al margen de las políticas de estado, y se habla de ellas como hablar de futbol, religión, política y economía, sin saber que estos aspectos y tantos otros conforman la razón de las mismas.                                                                                                   Es discriminante que en tiempos modernos se siga confundiendo la cultura, solo con lo artístico, sin importar la calidad y trascendencia cultural de éstas o se le vincule en demasía con la antropología o con la existencia del patrimonio  cultural, arqueológico y arquitectónico tangibles, sin enseñar el origen y esencia de éstos, ignorando el trabajo por el patrimonio cultural intangible, qué es donde existen la esencia y las diferencias particulares en cada uno de sus aspectos.

¿Para que serviría definir y ejecutar políticas de arte en un país atosigado de adefesios artísticos? Para que la ciudadanía acceda a su derecho constitucional de conocer, practicar y valorar las diferentes formas de expresión artística que le permitan definir su identidad en el marco artístico regional, continental y universal.

Dedicar esfuerzos de arte y cultura, tal y como se ha dedicado hasta el momento desde el gobierno como cabeza del estado, sería proseguir con el mismo error que se ha cometido de promover la exclusión ciudadana en estos aspectos relevantes que deben surgir de políticas reales basadas en principios científicos sobre lo que se entiende y se tiene como tal, y descifrar los sofismas y eufemismos con que se ha maquillado el trabajo de la cultura y convertir al arte en rubro democrático empezando por popularizar su enseñanza, práctica y apreciación.                                                                   Después de crear y echar a andar el sueño de trabajar por las artes y la cultura desde un ministerio específico, hay que nombrar funcionarios que sin menoscabo de los títulos que ostenten, es preferible que compitan con propuestas de proyectos concretos a realizar para ser evaluados por peritos internacionales, bajo estándares científicos de evaluación.

Se debe separar las artes de la cultura y abrir una mesa de propuestas para cada rubro, lo que iniciaría con la ejecución separada y profusa de diagnósticos nacionales sobre la cultura y las artes, pero mermando o regulando la participación del oportunismo variopinto de quienes siempre andan detrás de un puesto, sobre todo de aquellos que no cuentan con proyectos ejecutados que los sustenten y regular la participación de quienes ya han estado al menos cinco años trabajando en ello, sin haber propuesto nada objetivo y útil en la evolución real y palpable de los mismos, esto obliga a crear un viceministerio para las artes dentro del ministerio de la cultura que se desarrolle en todas sus arterias. Hay que montar un proceso de investigación integral y seria de la historia, sin participación de expertos conocidos y vinculados a la confusión que han propiciado a la cultura; hay que establecer criterios científicos sobre los resultados de las investigaciones, declarar y sentar posición oficial sobre la historia, abrir una instancia matriz de la cultura que represente todas las áreas de sobrevivencia y convivencia humana; generar una mesa de dialogo sobre las artes y la cultura, pero sin la participación de quienes por siempre se han impuesto como herederos de la viñeta oficial que los ha cobijado por años.

La gestión cultural y artística actuales no merecen emulación o réplica de ningún tipo, debe limpiarse de quienes se han eternizado en los cargos por tráfico de influencias y conflictos de intereses, defraudando las exigencias contemporáneas; deteriorándolas por la inexistencia de perfiles, principios, filosofías, políticas y leyes culturales definidas y objetivas sobre el rumbo que deberían llevar a estas alturas; hay que abrir las participaciones, sin jueces mezquinos y egoístas que discriminen a la gran mayoría de trabajadores del arte y la cultura que por siempre hemos estado marginados de aportar al desarrollo verdadero de tales rubros.

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