Caralvá
Intimissimun
Interesa a nuestra generación el tema de la paz, esencialmente por que conocemos la guerra, la guerra no solo es la beligerancia armada; no es baladí abordar un tema que es nuestro presente, puesto que los motores de la desigualdad los compartimos a diario, día a día vivimos la violencia en sus diversas expresiones: simbólica, material, económica, política, nacional e internacional.
NO HAY MAÑANA PARA LA (GUERRA) PAZ
En el presente vivimos una condición de guerra que tiene principio en la ruptura constitucional del año 2021, evento multicitado y promovido en el presente, esa negación no termina con esa fecha, a partir de ese momento todo es guerra, si el término parece demasiado grotesco extrapolemos esa realidad a cinco años con la reelección inconstitucional; condición que hace unos años ni siquiera apareció en la narrativa de ciencia ficción, no obstante ahora la sufrimos en la sociedad salvadoreña.
Usualmente se predica la paz a cada instante, esa palabra esta acuñada en diversas expresiones religiosas, políticas, himno nacional, reseñas patrias etc. pero no funciona, al menos su construcción es solo una aspiración de mentes ilustres, mientras en el quehacer diario la provisión de temor es tal que un soldados o un policía puede encarcelar a quien se le pegue la gana, por ser “juez de la calle” bajo el argumento infinito del Régimen de Excepción, esa materialidad es ausencia de derecho, es simple, no hay defensa jurídica.
Cuando hablamos de (guerra) paz, usualmente se “reparten culpas”, pero un breve estudio en nuestra historia demuestra que la guerra es el evento transformador; en el siglo pasado se instauró la dictadura del General Martínez y fundó el autoritarismo de los siguientes cuarenta años, tan manifiesto es ese fenómeno que el simbolismo esos años aún prevalecen, para muestra la idolatría al “hombre fuerte”.
No se trata de proclamar la guerra como la espada vengadora contra el enemigo al cual se debe aniquilar, se trata de prevenir que el conflicto suceda de nuevo; es conocido que los militares previenen la guerra preparándose para el futuro evento, mientras la sociedad no se prepara para la guerra; se podrá reclamar que las fuerzas populares se han armado contra las instituciones de la República ¿entonces esa preparación es unidireccional? el tema es materia de una enciclopedia, pero ¿existen instituciones para la paz? o solo existen instituciones para la guerra, cuando hablamos en esos términos significa que es posible que de nuevo asistamos al conflicto civil del siglo pasado, por supuesto que no sucederá mañana, sino acontece en este instante.
NO APRENDEMOS DE LA HISTORIA
Durante estos años alimentamos otro conflicto civil, los términos: honestidad, seguridad, serenidad, movilidad social, diálogo, desarrollo nacional, transparencia, acceso a la información, libertad de prensa etc., son materias en extinción por la “industria del insulto”, la desinformación, las calumnias, los ataques anónimos, las llamadas acusadoras contra inocentes, realidad alternativa, muerte en custodia del Estado y muchos más, son en esencia violencia que genera otra violencia de los oprimidos, si acaso es silenciosa y atomizada no lo será cuando esos átomos formen estructuras para cambiar el presente.
EL NÚCLEO MATRIZ ES EL ODIO
Es más fácil impulsar el odio que el amor entre las poblaciones, una calificación de un adversario con infundios genera antipatía y la aversión que le acompañará toda la vida; en general se carece de igualdad, así sucede ahora, no existe la “defensa de los reprobados”, parece una ley no escrita que la difamación triunfe sobre todo opositor al régimen.
Existen actitudes de odio entre el poder y los oprimidos, ambos se excluyen, la fuerza que impulsa al poder genera otra similar, evidentemente no existe igualdad de términos.
La exclusión genera odio, no solo es un panorama social, lo es incluyendo el horizonte político, la religión, la economía, la propiedad, el acceso al trabajo y otros, esto sucede cuando se califica a todos los opositores de “enemigos” en consecuencia se fabrica un imaginario que se debe destruir, así se justifica el mal; recordemos los infundios de Hitler contra los judíos, o las calificaciones de “comunistas” a toda la etnia salvadoreña por el General Martínez, si ampliamos la percepción actual ¿cómo se califica la guerra de Gaza e Israel? ¿Ucrania-Rusia?… Porque a fin de cuentas la paz (guerra) no es un criterio local ahora se convierte en internacional, hasta parece que el génesis de la paz se encuentra fuera de la nación…
Una solución es tratar a los adversarios como similares, como ciudadanos, como parte de un conjunto social incluyente, con opiniones diferentes, pero no enemigos, de tal forma que la relación es horizontal no vertical. La iglesia católica propone soluciones similares al asumir la extraordinaria actitud del Nuevo Testamento, mientras otras sectas y clanes pseudorreligiosos asumen lo contrario: “la muerte del enemigo por mandato divino”, es efectivamente el Antiguo Testamento: “ojo por ojo, diente por diente” … así se consagra el círculo sangriento de siglos.
ANTROPOLOGÍA DE LA GUERRA Y CONSTITUCIÓN
La especie antropoide es en esencia violenta, la violencia parece un gen de nuestra conducta, la especie necesita alimentarse, expandirse, multiplicarse, así las interminables guerras en Europa durante siglos nos muestran eso, las fronteras en esas naciones son tan imaginarias que pueden desaparecer en cuestión de meses, la actual guerra Rusia-Ucrania muestra la fragilidad de ese continente, no será extraño que se expanda hacia Alemania, Polonia, Suecia, Finlandia que hasta el momento no expresan su veto beligerante, en general si sucede el cataclismo de las armas nucleares provocará otro génesis primate.
Pero si es parte de nuestros genes ¿por qué no se educa para prevenir la guerra? ¿por qué no se elimina la violencia de la extrema pobreza? ¿por qué no promover el respeto a la Constitución, la prevención de la corrupción? etc. si las guerras no son prevenibles entonces en vano han pasado 21 siglos del Nuevo Testamento, en consecuencia, por placer han sucedido la Primera y Segunda guerra mundial. Nuestra nación no está exenta de esa anormalidad, a pesar de que la Constitución menciona esos valiosos conceptos: Art. 55 “La educación tiene los siguientes fines: lograr el desarrollo integral de la personalidad en su dimensión espiritual, moral y social; contribuir a la construcción de una sociedad democrática más próspera, justa y humana; inculcar el respeto a los derechos humanos y la observancia de los correspondiente deberes: combatir todo espíritu de intolerancia y odio; conocer la realidad nacional e identificarse con los valores de la nacionalidad salvadoreña; y propiciar la unidad del pueblo centroamericano. Los padres tendrán derecho preferente a escoger la educación de sus hijos”. Así en el Siglo XXI, la Constitución no prevalece sobre los bajos instintos de los gobernantes…
SOMOS MUY INGENUOS EN POLÍTICA
Hemos citado en artículos anteriores a Karl Loewenstein “El constitucionalismo occidental peca todavía de optimismo ingenuo que caracterizo a sus fundadores ideológicos, según el cual basta con dar una buena constitución para que él haga un buen uso de ella”. [1] Esa cita encierra la realidad de la democracia a partir del Acuerdo de Paz de 1992, pero ahora en 2024 las instituciones están destruidas, en la nación no se construye una educación de Paz, ahora aparece aquella sombra de guerra que conocemos los salvadoreños.
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[1] https://www.libertyk.com/blog-articulos/2019/12/12/1-karl-loewenstein-la-constitucin-como-lmite-al-poder-y-como-realidad-existencial-por-jan-doxrud#:~:text=%E2%80%9CEl%20poder%20encierra%20en%20s%C3%AD,tiran%C3%ADa%20y%20en%20arbitrario%20despotismo (Karl Loewenstein. Teoría de la Constitución