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Asad ante el desafío de reconstruir una Siria en ruinas y bajo embargo económico

Beirut / AFP

Layal Abou Rahal

Ocho años después comienzo del conflicto en Siria, el presidente Bashar Al Asad logró salvar su poder, pero el país se encuentra bajo influencia extranjera, dividido y arrasado humana y económicamente por la guerra.

Con más de 360.000 muertos, destrucciones estimadas en 400.000 millones de dólares y más de 13 millones de desplazados y refugiados, el desafío del gobierno sirio es inmenso, más aún porque una tercera parte del territorio todavía escapa a su control.

Tras las victorias del gobierno en los últimos meses frente a los rebeldes y los yihadistas, la situación económica vuelve a estar entre las primeras preocupaciones de Damasco.

Al enorme desempleo, los cortes de electricidad y la escasez de gas se suma el hecho de que la gran mayoría de los sirios viven por debajo del umbral de pobreza, según la ONU.

Los combates han bajado de intensidad y el «califato» del grupo Estado Islámico (EI) está a punto de hundirse.

Pero el conflicto sigue siendo «complejo» a causa de la presencia de «potentes actores extranjeros que controlan amplias zonas (…) y podrían no abandonar Siria de inmediato», dice Nicolas Heras, investigador de Center for New American Security.

Entre ellos están Rusia e Irán, aliados del gobierno de Damasco, que le debe en gran parte su supervivencia, y tienen una importante presencia militar en Siria.

Más de un tercio del país «está ocupado por Estados extranjeros que construyeron y financiaron a milicias locales», indica Joshua Landis, un especialista del conflicto sirio.

Otras regiones están controladas por kurdos, en el norte y el noreste del país, que de momento tienen el apoyo de Estados Unidos.

Por su parte la provincia de Idlib (noroeste), controlada por Hayat Tahrir Al Cham (HTS), un grupo dominado por la que fue la rama en Siria de Al Qaida, está de momento «protegida» por un acuerdo ruso-turco que impide una ofensiva del gobierno de Asad.

Turquía mantiene puestos de control y patrullas en esta región así como una presencia en varias ciudades fronterizas.

Por su parte Washington está decidido a mantener 200 militares en el territorio sirio tras haber anunciado la retirada de sus 2.000 soldados.

– «Guerra económica» –

Junto a esta situación compleja, el gobierno de Damasco se enfrenta a una economía en ruinas. La guerra destruyó las infraestructuras y sectores clave como el del petróleo.

El gobierno de Bashar Al Asad «necesita agua y trigo» del este del país, pero Estados Unidos «tiene la política de privarle de los recursos» para que la economía se hunda, indicó Nicolas Heras.

Según Joshua Landis, «Estados Unidos impone a Siria uno de los regímenes de sanciones más estrictos que agravará la miseria».

Chadi Abbas, de 40 años, forma parte de una generación que aprovechó la relativa calma de los combates para volver a la vida civil tras ocho años en el ejército. Pero ahora está obligado a tener tres empleos para mantener a su familia y «compensar las pérdidas de todos estos años», explica.

Ante el desafío de la reconstrucción, las potencias extranjeras quieren rentabilizar su costosa presencia militar en el país.

Rusia e Irán ya firmaron acuerdos bilaterales con las autoridades sirias y cerraron contratos a largo plazo en varios sectores, como el inmobiliario, el de la construcción o el del petróleo.

En este sentido, el presidente Vladimir Putin pidió a los europeos que contribuyan al proceso de reconstrucción financiera del país mientras él mismo busca fondos en las organizaciones internacionales y en los ricos países del Golfo.

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