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Agenda oculta en Gaza

Iosu Perales Arretxe

Tras el final de la Segunda Guerra Mundial y la rendición de la Alemania nazi, un tribunal militar internacional sometió a juicio a los nazis de alto rango en Núremberg por crímenes contra la paz, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Siguiendo el mismo criterio y afán de justicia universal el primer ministro de Israel Benjamín Netanhayu y sus colaboradores necesarios deberían sentarse ante un tribunal internacional para ser juzgados y condenados por genocidio contra la población de Gaza y en su caso de Cisjordania.

Si la sociedad mundial y sus instituciones miran para otro lado y siguen consintiendo la impunidad de un Estado que ataca a toda la población civil palestina podremos decir que la responsabilidad de más de 22.300 muertos (el 70% mujeres y niños y niñas) y más de 56.000 heridos es también un asunto de occidente, por lo que gobernantes europeos deberían ser citados para testificar por el mismo tribunal y a la cabeza, Estados Unidos.

De momento la República de Sudáfrica ha pedido a la Corte Penal Internacional que actúe frente al estado de Israel y su primer ministro por comisión de genocidio tras la invasión. Al menos Sudáfrica muestra coherencia con su propio pasado. En un contraste imposible, Netanhayu afirma que Israel está actuando en Gaza con una moralidad inigualable. Sus palabras son despreciables. Justifica el asesinato de miles de inocentes. Sólo pido que el juicio de la historia, de los tribunales y de la sociedad israelí, ponga en su sitio a este personaje que actúa como un sicópata. Un detalle: Israel debería preguntarse porque la opinión pública apenas habla de las acciones de Hamás en el mes de octubre. No es por obviar el terrorismo islamista. Es porque al lado del genocidio sionista el comportamiento condenable de Hamás es poca cosa.

Lo cierto es que se han agotado el recurso de las palabras y toca llevar a la práctica sanciones y actuaciones judiciales severas, entre ellas el arresto de Netanhayu quien, hasta hoy, viene respondiendo de modo desafiante con más bombas a los llamamientos de alto el fuego. Puedo decir que hasta el día de hoy me he negado a confundir “pueblo judío con sionismo” y aprecio mucho cada acto de resistencia de la sociedad civil israelí frente a su gobierno y el sionismo en general. Pero admito que el cerco contra mis propias creencias es cada vez más estrecho. Espero no rendirme y seguir haciendo una distinción tan necesaria.

Durante muchos años la impunidad ha dirigido los actos del sionismo sin que occidente hay hecho cosa que emitir comunicados formales. Pero, las trampas de occidente de seguir llamando democracia al régimen sionista, para blanquearlo, apenas resiste un examen básico. Matar, cientos, miles de menores de edad con la excusa de que en el futuro serán terroristas es una aberración, es exterminio. Una explicación que se burla de los derechos humanos y no puede ser consentida ya que contiene un llamamiento a seguir matando. Unir democracia e Israel es colocar a la democracia en el peor de los lugares.

El genocidio al que estamos asistiendo con imágenes que no mienten es absolutamente desproporcionado y no por casualidad. En realidad, es el modo en que el sionismo avanza con su proyecto de exterminar al pueblo palestino. Israel no se defiende del terrorismo y si lo hace es con más terrorismo. Israel fabrica y extiende el terrorismo como estrategia de limpieza étnica para su objetivo de construir “el Gran Israel”.

A propósito ¿saben ustedes por qué la agenda política de Israel sigue sin aceptar un Estado palestino? La razón es muy simple y maquiavélica a la vez. Para Israel, que se propone adueñarse de toda la Palestina histórica, trazar líneas fronterizas es tanto como renunciar a una parte de su proyecto de conquista. Al sionismo le interesan fronteras provisionales, débiles, que pueda modificar al ritmo de futuras guerras. Lo viene haciendo desde 1948, cada guerra es una oportunidad de conquistar territorio. Es así que al sionismo no le interesa una verdadera paz construida con los pilares sólidos de dos Estados respetándose mutuamente. Le interesa vivir en conflicto y alimentar su agenda oculta que contempla dominar territorios sin acatar el derecho internacional y el derecho humanitario.

Israel hoy por hoy representa un peligro para la paz mundial. Más aún cuando sus dirigentes y parte de su población, en palabras del intelectual judío Michael Warschawski, «ha asumido el concepto de choque de civilizaciones y ve la necesidad de una guerra de anticipación permanente». El árabe, lo musulmán, enemigo histórico en la lucha por la sobrevivencia del Estado de Israel, se convierte ahora en un enemigo aún mayor que lucha por derrotar al mundo civilizado. Israel sueña con entrar en guerra con Irán, arrastrando a Estados Unidos. Esta tesis hecha paranoia justifica absolutamente toda la violencia que se pueda desplegar contra el mundo musulmán. Sin embargo, ni Israel ni EEUU ni Europa, deberían olvidar que un joven llamado Osama Bin Laden contempló la invasión israelí del Líbano en los años ochenta y que hoy muchos otros jóvenes están contemplando el genocidio de Gaza.

No, realmente, por mucho que se diga ésta no es una batalla contra el terrorismo: es una guerra que pretende cambiar el mapa político de la región, de Estados debilitados y gobiernos títeres, con Israel como gran gendarme. Esta locura no puede quedar impune, por más que Israel, aspirando al estatuto de víctima del holocausto, culpe a sus adversarios de sus propios estragos. La invocación a los males sufridos por el pueblo judío constituye la base de un discurso que pretende un pasaporte de inmunidad perpetua con el fin de ejercer una violencia despiadada.

Los dirigentes sionistas merecen un juicio internacional por crímenes contra la humanidad. Los asesinatos en masa de que son culpables no son comparables siquiera con los de Al Qaeda y mucho menos con los de Hamas o Hizbula, por la sencilla razón de que un Estado está sujeto a la ley. Cuando un Estado comete actos de terrorismo -Israel aterroriza sistemáticamente a población civil de Gaza y Cisjordania y ahora el Líbano- su culpabilidad es mucho mayor, pues al quebrar el derecho, sus leyes y tratados, y violar los convenios humanitarios está poniendo en grave peligro a la sociedad mundial y las relaciones internacionales y sus normas. ¿Cómo se podrá justificar para la historia el no enjuiciamiento de líderes sionistas culpables de matanzas horribles?

Parece más que probable: no habrá ningún gobierno ni organismo internacional dispuesto a realizar un Nuremberg para juzgar el sionismo. Al contrario, parece que EEUU y la Unión Europea seguirán permitiendo que el monstruo sea cada vez más grande, llevándonos de esta manera al borde de una conflagración mundial; pero la sociedad civil, las organizaciones de derechos humanos, las ONGs, deberíamos hacer algo, aunque sea simbólico, exigiendo al Tribunal de Justicia de la Haya la apertura de un juicio al sionismo. Entonces se les podrá pedir explicaciones sobre por qué en la estación de autobuses de Jerusalén ha lucido durante años un graffiti que dice: «¡Holocausto para los árabes!». –

Esta locura con propósitos criminales no puede quedar impune, por más que Israel, aspirando al estatuto de víctima del holocausto, culpe a sus adversarios de sus propios estragos. La invocación a los males sufridos por el pueblo judío constituye la base de un discurso que pretende un pasaporte de inmunidad perpetua con el fin de ejercer una violencia despiadada. Es, siguiendo esta lógica, que el primer ministro Netanhayu ha culpado a las víctimas de no haber desalojado edificios y zonas de bombardeo, como si hubieran elegido morir en lugar de vivir.

 

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