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Ucrania-Rusia: detrás está la gente

Luis Armando González 

Una de las malas noticias de estos días es la decisión de las autoridades rusas de atacar militarmente a Ucrania. No me gustan las guerras, en ningún sentido, por más que sus causas sean explicables y comprenda los argumentos esgrimidos por las partes contendientes. También sé que los juicios ligeros pueden dar lugar a posturas equivocadas respecto de sucesos que suelen ser más complejos de lo que parecen. Y creo que, en la situación actual que involucra a Ucrania y Rusia, los factores en juego son muchos y, en ese sentido, cualquier análisis que se haga al respecto cuenta con dosis importantes de incertidumbre en sus afirmaciones o conclusiones. Con todo, mi rechazo a las guerras obedece al siguiente motivo: son una tragedia, dolorosa y sangrienta, para seres humanos que no participaron ni tomaron de la decisión involucrarse en ellas. Seres humanos cuyo sufrimiento, lamentablemente, se convierte en algo irrelevante para quienes valoran como prioritarios los “grandes” asuntos de la política, pese a que ese sufrimiento –en concreto, cómo evitarlo— debería ser el criterio fundamental en la toma decisiones que conducen a un conflicto bélico.  Me vienen a la memoria las hermosas letras de Joan Manuel Serrat, de la canción “Detrás está le gente”:

Detrás de los héroes y de los titanes,

detrás de las gestas de la humanidad

y de las medallas de los generales.

Detrás de la Estatua de la Libertad.

Detrás de los himnos y de las banderas.

Detrás de la hoguera de la Inquisición.

Detrás de las cifras y de los rascacielos.

Detrás de los anuncios de neón.

Detrás, está la gente

con sus pequeños temas,

sus pequeños problemas

y sus pequeños amores.

Con sus pequeños sueldos,

sus pequeñas campañas,

sus pequeñas hazañas

y sus pequeños errores.

Detrás del Quijote y de Corín Tellado,

de Miss Universo y del Escorial.

Detrás de Hiroshima y del Vaticano.

Detrás de la víctima y del criminal.

Detrás de la mafia y de la policía.

Detrás del Mesías y de Wall Street.

Detrás del Columbia y de la heroína.

Detrás de Goliat y de David.

Cada uno a su manera

cada quien con sus modos;

detrás estamos todos,

usted, yo y el de enfrente.

Detrás de cada fecha,

detrás de cada cosa,

con su espina y su rosa,

detrás, está la gente.

Es la gente, con sus pequeñas cosas, su cotidianidad a cuestas, sus sueños y conquistas de todos los días, la que debería importar. Gente de Ucrania en estos momentos, pero –aunque las probabilidades quizás sean pocas— también gente de Rusia en caso de que el actual conflicto involucrara a otras naciones en contra de la Federación Rusa. ¿Por qué la gente no es la prioridad cuando se toman decisiones como la embarcarse en una guerra o en una espiral que lleva a la misma? Francamente, no lo sé. Lo que sí creo es que en nada ayudan las dicotomías mentales e ideológicas que, pese a haber arrastrado a la humanidad a catástrofes, siguen teniendo un peso extraordinario. Es lo que Steven Pinker llama el “sesgo de mi lado”, en el cual lo que importa es que es que “la conclusión realce la corrección o la nobleza de… [la] tribu política, religiosa, étnica o cultural. Esto se llama, evidentemente, sesgo de mi lado, y se apropia de toda clase de razonamiento incluida la lógica” 2.

El sesgo de mi lado da lugar a dicotomías, siendo la más llamativa la que se expresa en los polos buenos-malos, que según las preferencias se aplican en estos momentos, en cada caso, a ucranianos o a rusos. No ayuda a la comprensión de un fenómeno complejo, como el conflicto que involucra a ambas naciones, el etiquetar a los rusos como “malos” y a los ucranianos como “buenos”, o viceversa. Esta dicotomía, además, se empareja con el argumento tramposo de identificar a los rusos y a los ucranianos (tomados en bloque) con sus respectivos gobernantes. De tal suerte que son esos pueblos los malos o los buenos (según desde dónde se haga el juicio) y ya no sólo quienes, desde los aparatos de gobierno, decidieron realizar tales o cuales acciones que llevaron a un desenlace bélico.

Se podrá decir que una parte de esos pueblos apoya las decisiones tomadas por sus gobernantes; no importa: son estos últimos los que apretaron el botón y dieron la orden definitiva. No falta en estas formas tramposas de argumentar el famoso (pero hueco) “enfrentamiento” entre Occidente y Oriente, mismo que, supuestamente, radica en una oposición/exclusión entre ambas partes de la tierra. Se trata de una gran patraña. Basta hacer girar un globo terráqueo para darse cuenta que “occidente” y “oriente” son etiquetas que se han esencializado de una manera absurda; se ha hecho lo mismo con diferencias de tipo cultural, étnico, político y religioso que al ser declaradas absolutas impiden destacar las hibridaciones y el tronco común de muchas de ellas.

Cuando leo y escucho opiniones sobre la actual situación en Ucrania-Rusia me encuentro con lo siguiente: del lado de quienes apoyan la decisión del gobierno ruso: a) que el Oso Ruso está poniendo un límite al imperialismo “occidental-estadounidense”; b) que en Ucrania hay un gobierno no democrático que viola los derechos humanos de determinadas poblaciones; y c) que la OTAN, con su pretensión de establecerse en Ucrania, iba a ser una amenaza inmediata para la seguridad nacional rusa. Del lado de quienes apoyan a Ucrania: a) que el gobierno ruso quiere impedir el desarrollo democrático y la autodeterminación de Ucrania; b) que lo de la OTAN es un pretexto para invadir, pues la Federación Rusa ha mantenido, en distintos momentos, un acercamiento con esa instancia atlántica; c) que Vladimir Putin tiene ambiciones imperialistas, animadas por el sueño de restaurar la antigua URSS; y d) que Ucrania es una nación víctima de unas ambiciones expansivas rusas que vienen de lejos.

A lo mejor en los distintos argumentos, de uno y otro lado, hay puntos firmes, pero también los hay endebles e incluso falsos. Lo común, sin embargo, es el peso que tiene la “gran política”, esa que habla de “intereses nacionales”, “expansión imperialista”, “seguridad nacional”, “gobiernos autoritarios” y otras del mismo calado; lo común en tales argumentaciones densas y graves es la ausencia la gente y sus pequeñas cosas, sus ganas de vivir, tener felicidad, bienestar y certidumbres sobre cómo serán sus días y sus noches. Falta en esos discursos lo verdaderamente importante: que una guerra causa dolor, terror, desarraigo y pérdidas irreparables de vidas humanas.

No tengo una postura definida acerca de cuál de los dos gobiernos tiene la razón; quizás un examen en detalle de cada uno de ellos y sus decisiones me llevaría rechazar ciertas cosas y a aceptar otras. Ahora mismo, no tomo partido por ninguno. Sí tomo partido, en estos momentos, por la gente de Ucrania que está sintiendo los embates de una guerra en la que han sido claves las decisiones de sus dirigentes políticos. Si los efectos de esa guerra llegaran a la gente rusa, mi opción sería también por ella. Tomo partido, sin dudarlo, por

la gente

con sus pequeños temas,

sus pequeños problemas

y sus pequeños amores.

Con sus pequeños sueldos,

sus pequeñas campañas,

sus pequeñas hazañas

y sus pequeños errores.

 

No me interesa cómo se les etiquete, si como “ucranianos” o “rusos”. Son, ante todo, seres humanos, con quienes comparto, al igual que todos ellos comparten entre sí, una humanidad común; una humanidad común que debería sobreponerse a cualquier otra diferencia y tener prioridad respecto de los “grandes temas” que dejan de serlo –y se convierten en retórica vacía—  cuando anulan los “pequeños temas” que son los que en verdad importan.

1. Fuente:https://es.123rf.com/photo_33686599_kiev-ucrania-11-de-agosto-2014-la-gente-del-pueblo-y-los-hu%C3%A9spedes-est%C3%A1n-en-la-calle-principal-khreshcha.html

https://es.123rf.com/photo_89154846_mosc%C3%9A-rusia-13-de-enero-de-2017-la-gente-y-los-turistas-caminan-a-lo-largo-de-mosc%C3%BA-adornado-por-vacacion.html

 

2.Steven Pinker, Racionalidad. Qué es, por qué escasea y cómo promoverla. Barcelona, Paidós, 2021, p. 342

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