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Las guerras: nunca más…

RenanRenán Alcides Orellana

Las dantescas imágenes que, pilule desde hace ya algunas semanas, nos llegan de la franja de Gaza, producto de satánicos bombardeos de las fuerzas armadas de Israel, siguen conmoviendo al mundo. Centenares de personas fallecidas e innumerables heridos -especialmente ancianos, mujeres y niños- son la estampa viva del dolor ensangrentado de indetenibles y destructoras bombas, lanzadas por el ejército israelí. De igual manera, impresionan las imágenes de la parcial o total destrucción de edificios, públicos y privados, y de otras zonas pobladas, cuya reconstrucción puede durar muchos años. Es la saña mortal contra la digna Palestina, que hoy sufre…

   El pueblo salvadoreño, con vocación pacifista, ha sido opositor a las guerras de la naturaleza que sean. Y sin embargo, en décadas recientes, ha tenido que sufrir sus efectos desastrosos, con lamentable pérdida de vidas humanas y la destrucción de importante infraestructura. En julio de 1969, la guerra entre El Salvador y Honduras fue una amarga experiencia para dos pueblos hermanos, provocada por sus gobiernos en su afán de resolver conflictos limítrofes, controversias anti integracionistas y, particularmente, el desalojo violento de salvadoreños residiendo en Honduras. Cien horas de guerra inútil, que en detalle ya recoge la historia del Istmo.

   Mucho más acá en el tiempo, entre 1980 y 1992 la guerra civil de El Salvador, fratricida y destructora, puso a prueba una vez más el espíritu pacifista de los salvadoreños. Doce años de guerra culminaron en 1992, con la firma de los Acuerdos Paz. Desde entonces, el camino ha sido arduo. Acallaron los fusiles pero está visto que lograr un Estado feliz, dentro de un auténtico régimen de derecho, no es cosa fácil. Pero, ahí va el país… y la meta, aunque difícil, es el bien común…

   En un plano más universal, y contra el sentir de la mayoría de la población, a medidos de la década pasada, El Salvador se involucró en la guerra de Irak. Los gobiernos de Flores (1999-2004) y de Saca (2004-2009) enviaron contingentes de soldados, con riesgo de ir a una muerte segura, tal como ocurrió con algunos de ellos. Los gobernantes no atendieron los señalamientos sensatos de un pueblo que pedía no participar en aquel conflicto; sobre todo, porque, aparte de ser una guerra de engaño en cuanto a las causas que la motivaron, el gobierno de El Salvador de entonces se involucró sin que tuviera vela en aquel entierro. Cinco militares salvadoreños perecieron víctimas de la metralla. Víctimas siempre en actitud reclamante… Ahora, además de otros países con guerra, toca el turno a Palestina/Gaza. Hasta la semana pasada, despachos internacionales destacaban la muerte de 1049 personas, además de 5860 heridos (cifras cambiantes/crecientes), víctimas de bombardeos y otros ataques despiadados de Israel. Mientras tanto, “miles de israelíes en Tel Aviv protestaron, en la Plaza Yitzhak Rabin, contra la guerra de Gaza”, reclamando el fin de la operación militar del régimen de Israel, “que ha causado la muerte de más de mil palestinos y también decenas de soldados israelíes”, según AFP. Una injusta y desconcertante masacre, vil genocidio en pleno Siglo XXI.

   Traídas a cuento y vistas las anteriores experiencias, sólo queda esperar que un día se impongan la cordura y la sensatez y cesen las ambiciones expansionistas y de poder entre todos los gobernantes. Sólo entonces, las guerras: nunca más!

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PUNTO Y APARTE. Ningún salvadoreño honesto puede aceptar que Francisco Flores haya actuado solo llenando y repartiendo saquitos, del pisto donado por Taiwán. Entonces, ¿dónde están los que recibieron una tajadita y, además, le ayudaron al traslado hacia los otros “destinatarios”…? (RAO).

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