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La suerte está echada, el planeta arderá

José Acosta

En el año 50 a.C  Julio César decide ir a Roma cruzando el  Rubicón, sick un río que era ilegal para un ejército romano cruzarlo. César se adelantó, cruzó el río y en el otro lado dijo unas palabras que quedaron en la historia:  “la suerte está echada”. Desde entonces la expresión se utiliza cuando se sabe que las decisiones o las acciones han llegado a una instancia en la que ya no hay marcha atrás.

Con el cambio climático, todo indica que se ha llegado a un punto de no retorno. La Organización Meteorológica Mundial, a finales de noviembre pasado informó que la temperatura media global en 2015 sería, probablemente, la más cálida desde que se llevan registros, alcanzando el importante umbral simbólico de 1 grado Celsius de incremento. En 2015 los gases de efecto invernadero en la atmósfera alcanzaron nuevos niveles máximos, la concentración media mundial de CO2 superó por primera vez la barrera de las 400 partes por millón.

La temperatura media del planeta subirá aún más en el año 2016, superará previsiblemente a 2015 como el año más caliente de la reciente historia. La Oficina Meteorológica británica ha advertido que la combinación del cambio climático y del fenómeno El Niño contribuirán a disparar los termómetros por encima de los 1.4 grados con relación a la era preindustrial. James Hansen, ex climatólogo de la NASA y uno de los científicos mejor calificado para hablar de cambio climático ha calificado  este momento de la historia como el inicio de un cambio climático incontrolado y peligroso.

La realidad ya es dramática y la tendencia es a lo peor, los escenarios elaborados por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático sugieren que las emisiones alcanzaran concentraciones de entre 450 a 550 ppm de CO2, a finales de siglo, las probabilidades de que ello se traduzca en un aumento de la temperatura de entre 1 y 6 grados a finales de siglo, son elevadas y la media rondaría entre los 2 y los 4 grados aproximadamente.

Así las cosas, no hay espacio para el optimismo, la realidad y las tendencias están demostrando que ya no es posible detener el calentamiento del planeta y en consecuencia un desencadenamiento de fenómenos climáticos de una magnitud inimaginable. Por tanto es urgente que los gobiernos y la sociedad en su conjunto tomen las medidas necesarias y oportunas para prevenir  las crisis que se avecinan. La protección de las zonas de recarga acuífera; la descontaminación y cuido de los cuerpos superficiales de agua dulce; la promoción de la agricultura sostenible, la organización de redes comunitarias de protección de semillas, la creación de reservas estratégicas de granos básicos, el establecimiento de sistemas de transporte alternativo, son algunas medidas que bien pueden ser la diferencia entre la desolación y la esperanza.

Termina la vida y comienza la sobrevivencia, no hay marcha atrás, el planeta arderá y solo van a sobrevivir las comunidades y los pueblos que tengan la capacidad de organizarse en una lógica fuera del sistema capitalista. En un modo de producción y de relación con la naturaleza donde imperen valores de solidaridad, soberanía y sustentabilidad.

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