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La revolución tecnológica, el enjambre digital y el poder psico-político…

German Rosa, s.j.

Continuamos viendo día a día la influencia y el impacto de la cultura digital. Esta nos imbuye con frecuencia en un mundo virtual generalizado, desencadena el delirio por las imágenes y con facilidad nos absorbe de tal manera que sin darnos cuenta, huimos del contacto con el mundo real. La cultura digital ha creado su propio lenguaje que se ha ido difundiendo con el uso de las redes sociales. En el medio digital se habla de operaciones y no de acciones, la fragmentación social se agudiza y crecen las tendencias al aislamiento, al egoísmo y a la atomización de la sociedad. Además, se reducen los espacios para la acción común e impide que se constituya un poder social que pueda cuestionar las informaciones o los mensajes que comunican los líderes políticos o gobernantes a través de las redes sociales (Ver https://www.diariocolatino.com/la-revolucion-tecnologica-el-enjambre-digital-y-el-poder-psico-politico/). Reflexionemos sobre la política y las redes sociales.

1) La cultura digital está convirtiendo la política en una práctica de impulsos electrónicos con el envío de mensajes a través twitter, whatsapp, Facebook, etc.  En algunas ocasiones los impulsos electrónicos sustituyen la papeleta electoral para medir la voluntad política de los electores. También la propaganda electoral se asemeja a la propaganda comercial. Es decir, el acto de gobernar o de hacer política se asemeja al marketing. Las encuestas políticas son equivalentes a una prospección del mercado. Los votos y la voluntad electoral son explorados mediante los datos y sondeos en las redes sociales. Y los votos negativos son eliminados mediante nuevas ofertas atractivas. Cuando esto ocurre en la política los ciudadanos ya no son agentes activos, ni ejercen su rol como ciudadanos, sino que son consumidores pasivos de un menú que se ofrece con las posibilidades bien definidas en los procesos políticos (Cfr. Han, B.-C. 2014. En el enjambre. Barcelona: Herder Editorial, S.L., p. 73).

La sociedad de la opinión y la información en la era digital descansa en una comunicación “desmediatizada”. Los espacios tradicionales clásicos aparecen como superfluos y anacrónicos. La política pierde temporalidad y prescinde de los espacios de opinión pública como la televisión, la prensa, la radio y no deja que las cosas o los planteamientos maduren y se ventilen en la opinión pública. El envío de información constantemente se asemeja al servicio de la comida rápida para el consumo y se continúa produciendo información para seguir consumiendo. De esta manera la falta de estos espacios engendra una fuerte coacción y un gran conformismo social. Incluso la constante vigilancia a través de las redes genera control, unificación de opiniones en la comunicación y repetición de lo mismo.

2) La revolución tecnológica-digital nos ha llevado a construir una sociedad psico-política. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de la sociedad psico-política? Retomamos el aporte del filósofo Byung-Chul Han, que plantea que las nuevas técnicas del poder se introducen en la psique de los ciudadanos, y la convierten en su mayor fuerza de producción y de consenso social. La sociedad psico-política es aquella que tiene un sistema de hegemonía y control social que, en lugar de emplear la violencia o el poder de coacción (“el bio-poder”), utiliza un poder seductor, inteligente con el que consigue que los ciudadanos se sometan por sí mismos al sistema vigente, o al enjambre digital del poder de turno (Cfr. Martínez, R. B. 2018. ¿De homínidos a post-humanos? Nuevos retos para una antropología cristiana. Burgos, España: Grupo Editorial Fonte/Monte Carmelo, p. 70).

a) El ser humano no es consciente de su sometimiento. El poder psico-político radica en que el individuo se cree libre, y en realidad el sistema ha sometiendo su misma libertad. La psico-política se sirve del Big Data o de los “grandes datos”, se apodera de la información que las personas le entregan voluntariamente, de forma efusiva, generosa e inconsciente (Ver https://www.diariocolatino.com/las-redes-sociales-el-nacimiento-del-bebe-big-data-y-la-sociedad-de-la-transparencia/).

Para el filósofo Byung-Chul Han, la época de la psico-política digital tiene un control más eficaz de los ciudadanos que aquel que se tenía hace unas pocas décadas y lo dice así: “Hoy nos dirigimos a la época de la psico-política digital, donde el poder interviene en los procesos psicológicos inconscientes. El psico-poder es más eficiente que el biopoder, por cuanto vigila, controla y mueve a los hombres no desde fuera, sino desde dentro” (Han, B.-C., 2014, p. 85).

b) Los centros de poder político pueden así programar y controlar psico-políticamente a los ciudadanos que gobiernan. La exploración de datos hace visible modelos colectivos de comportamiento, de los que ni siquiera somos conscientes como individuos. De este modo abre el inconsciente colectivo que en las redes sociales se podría llamar el inconsciente digital. Así los centros de poder se apoderan de la conducta social de las masas, pues controlan su lógica inconsciente (Cfr. Byun-Chul Han, 2014, pp. 80-81).

El registro total de la vida de las personas permite que en la política estos datos y las tendencias sean utilizados para el control de los ciudadanos en los procesos electorales y también se puede manipular la opinión pública. Se elaboran perfiles personalizados se analizan y se comprende la psique de los electores, se introduce el “micro-targeting” para dirigirse de forma personalizada a los electores y así poder influenciarlos. Los algoritmos inteligentes permiten hacer pronósticos sobre los comportamientos de los electores y optimizar los mítines. Incluso se puede llegar a comparar “el votar con el comprar”, y se hace una semejanza entre el Estado y el mercado, el ciudadano y el consumidor (Cfr. Martínez, 2018, p. 73). El juego que se crea en las redes sociales a través de los enjambres digitales es el camino para la comercialización que destruye la verdadera comunicación humana.

c) El psico-poder con estos datos hace pronósticos de comportamientos de los ciudadanos y controla la actividad política. El psico-poder permite condicionar a los internautas, controlarlos, vigilarlos a tal grado que es difícil determinar el límite de dicho control. Se capitalizan los datos que los internautas han entregado voluntariamente y también las emociones causadas a través del juego y la comunicación. Las redes sociales han convertido la libertad en una mera ilusión que podríamos expresar como una placentera “libertad esclava”, parafraseando a San Agustín de Hipona.

El poder psicosocial controla a la actividad política para que ésta se reduzca muchas veces a la protesta, la queja, el “me gusta” o “no me gusta”. La técnica del psico-poder consiste en que los seres humanos se sometan por sí mismos a un sistema de dominación. Y es tan eficaz porque la estrategia que se emplea es el placer y la complacencia. No somete involuntariamente a las personas sino que las convierte en dependientes. La era digital es la era del “me gusta”. El control emocional es el más eficaz para que la vida y el trabajo incrementen la productividad y la auto-explotación, a tal grado que la era digital ha convertido todo lugar en un posible puesto de trabajo y todo tiempo en tiempo laboral. No se necesita muchas veces estar en un mismo lugar físico para trabajar, se puede trabajar a distancia y no en una oficina, una fábrica o una empresa. El círculo acelerado de la comunicación muchas veces conduce al círculo acelerado de la reproducción y la acumulación del capital.

3) Las masas sociales pueden liberarse de los enjambres digitales y tener identidad y perfil propio. Las masas sociales pueden convertirse en masas virtuales con capacidad de protesta y también de propuesta. Para superar la dominación psico-política de las emociones es necesario recobrar la experiencia auténtica y el sentido más genuino de la misma en presencia de la realidad. Parece ridículo, pero incluso es decisiva “la idiotez” de quien no participa ni comparte lo establecido por las mismas redes sociales. El futuro de la política dependerá de una acción y una práctica social que creen libremente una forma de vida liberada del poder psico-político. Se trata de realizar una política libremente creativa que se oponga a la dominación psico-política, la cual se reproduce mediante la programación y el control psicológicos. El arte de la política en la era digital es desarmar la psico-política como instrumento que domina a la sociedad, y se requiere des-psicologizar al sujeto para que sea libre ante la manipulación psicológica y que se mueva por opciones y convicciones profundas, porque la vida no es un simple juego virtual. Se requiere un sujeto que viva de verdad y verazmente.

Las masas sociales pueden emplear las redes digitales para manifestarse y pronunciarse con una sola voz como un “nosotros”. Así tendrán identidad y perfil propio, sin constituirse parte del enjambre digital que se percibe como ruido, que no congrega ni tiene un alma propia que unifique a los internautas.

En los enjambres los habitantes digitales de la red no se congregan, se concentran como una multitud sin interioridad, son como grupos o colectivos de movimientos fugaces, inestables y volátiles. En los enjambres las masas se descomponen en puras unidades digitales aisladas. En cambio los grupos humanos vulnerables, empobrecidos, excluidos, etc., pueden conforman una unidad que marchan en una dirección y tienen una acción común apropiándose de las extraordinarias posibilidades que ofrecen las redes sociales y la cultura digital. Una masa decidida a una acción común engendra poder.

De esta manera la masa es poder, en cambio a los enjambres digitales les falta esta decisión y no desarrollan energías políticas. Se puede y se debe recrear la política en la era digital para que no sea simplemente un colmenar donde existan enjambres digitales. Este desafío es apasionante y se debe afrontar con creatividad para hacer de la política el medio más eficaz, que haga lo posible para logar el bien común y la justicia que tanto necesitan los grupos más afectados y más desfavorecidos de nuestro tiempo. La pregunta fundamental es: ¿y yo cómo me encuentro o me sitúo en todo esto?

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