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LA NUEVA PROPUESTA DEL RÉGIMEN, CONSTRUIR UN SINGAPUR SALVADOREÑO

Luis Arnoldo Colato Hernández, Educador

Singapur es una pequeña nación insular que tiene mucho que enseñar.

Era un país con un índice de pobreza sumamente alto en su día, pero ahora es, en términos porcentuales, la nación en la que sus ciudadanos son los más ricos del globo.

¿Cómo lo lograron?

No fue de la noche a la mañana sino consecuente con un agresivo programa social que iniciara en 1960, elevando los estándares educativos y sanitarios para la población, como facilitando el acceso a la vivienda, más tolerancia cero para con la corrupción, lo que derivará en una institucionalidad fuerte y transparente, lo que rápidamente atrajo inversores, a quienes se facilitó beneficios fiscales que no sacrifican los derechos ciudadanos.

Rápidamente conformó una carta de presentación por las garantías para los inversores, que se ha traducido en el trasiego de tecnologías a la isla.

A esto se suma la posición geoestratégica de la isla, como el férreo control estatal de todo, no solo lo económico, incluso lo conductual, que implicó un alto grado de gobernabilidad y transparencia.

La alta eficiencia en la producción, ha supuesto un sello de presentación que también atrae más y más inversión.

Entonces primero esa riqueza no es casual, sino el producto del trabajo constante en el que se embarcó todo un pueblo desde hace 60 años.

Segundo, la transparencia y el alto grado de eficiencia, conforman junto al sistema educativo, una triada que se aprecia en la calidad profesional de sus graduados en las diferentes especialidades que ofertan las universidades singapurenses, conformando la joya de la corona manifiesta en la excelencia de su sistema educativo.

Tercero, un aparato estatal fuerte y flexible a la vez, que reconoce los potenciales de su población y lo estimula a desarrollarlo, que es a su vez sustentado desde un aparato legal que es inflexible con la corrupción y sus conexos, lo que refuerza en su población, el compromiso de superarse sabiéndose valorado, amparado bajo el paraguas de una legalidad que no encubre las trampas o la ilegalidad.

No es entonces como con simpleza los apocados suponen, es la llana aplicación a rajatabla de los enunciados de von Hayek, sino de la promoción de la propia superación, partiendo de un marco legal que ordena el todo, sin dejar a nadie fuera de ese todo, lo que por principio es la negación de los privilegios per sé, y la no aceptación de un modelo que expolia hacia el infinito, para en cambio desde la perspectiva de lo sustentable, incluir en la formación del individuo, la consideración del crecimiento colectivo.

El régimen que nos mal gobierna, dado a favorecer lo opuesto a lo postulado por el modelo de Singapur, como la realidad geopolítica del país, quiere partir de una narrativa que supone todo hecho ya, en la que desconoce el arduo trabajo que hay que hacer para lograr aquello, negando lo fundamental: no somos Singapur, sino El Salvador.

¿Es posible?, sí.

Apostándole a la gente y a la institucionalidad.

 

Bueno.

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