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Héctor Oquelí, segundo de derecha a izquierda. Foto de 1987 tomada por Francisco E. Valencia, en la Nunciatura Apostólica.

Honor a Héctor Oquelí Colindres

Dr. Víctor Valle Monterrosa

 

5 de diciembre de 2022

(Palabras en el seminario sobre Democracia y Partidos Políticos con el que se da a conocer la existencia del Centro Internacional de Estudios Políticos “Héctor Oquelí”)

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Un saludo respetuoso al presídium y a toda la audiencia en esta importante actividad. Un saludo especial a Camila Oquelí, digna hija de Héctor Oquelí.

Un saludo a Edgar Jiménez. No lo veía desde hace 32 años cuando, a principios de marzo de 1991, nos despidió en el aeropuerto de México poco antes de abordar el avión militar proporcionado por el gobierno mexicano para traer a El Salvador el cadáver de Guillermo Ungo que había fallecido el 28 de febrero de 1991.

En ese avión venía el viceministro de RREE de México Sergio González Gálvz, la familia inmediata de Guillermo, – esposa Nora y 3 hijos- Diana y Mario Otero, Francisco Altschul y Melinda Delashmutt y este servidor. El último en despedirnos con abrazo fue Edgar Jiménez.

Agradezco a los amigos Félix Ulloa y Mario Otero el que me hayan invitado a dar, en este evento político, una semblanza histórica de Héctor Oqueli Colindres, cuyo nombre lleva el Centro Internacional de Estudios Políticos que cobra vida con este Seminario Internacional en el que se hablará de Democracia y Partidos Políticos.

Es un justo homenaje a un compatriota salvadoreño que fue asesinado, precisamente por creer que un partido político, para ser revolucionario, debe construir democracia y que la verdadera democracia es, en nuestro medio, esencialmente revolucionaria.

Quizá la idea más poderosa que relaciona el nombre y ejecutoria de Héctor Oquelí con este Seminario es que él vivió siempre, sin perder su norte de demócrata y revolucionario, tendiendo puentes para dialogar con todas las fuerzas políticas.

Puedo dar fe de esa norma de conducta que hizo de Héctor un eficaz dialogante con todos, sin claudicar en su ideario, ni olvidar su norte ético y político en favor de cambios revolucionarios en democracia.

Héctor Oqueíi nació en 1944, tres años después de que yo nací, pero para efectos políticos fuimos de la misma generación de universitarios pro-cambio social revolucionario.

Ingresó a la Universidad de El Salvador en 1962, a estudiar Derecho y pronto fue militante del Movimiento de Izquierda Democrática, organización estudiantil que se inspiraba en los principios del socialismo democrático.

En 1967 El Salvador vivía dos procesos significativos: una campaña presidencial inédita y una campaña universitaria para elegir autoridades de la UES que dieran continuación a la reforma universitaria iniciada en 1963, cuando solo había una universidad, la estatal autónoma, en cada uno de los países del istmo centroamericano.

Entonces, en 1966, en la antesala de ambos procesos, es que nos hicimos amigos fraternos y compañeros políticos, lo cual fue firme hasta su asesinato en 1990. Fueron casi 25 años de compañerismo político.

En enero de 1967 formamos parte de una instancia coordinadora de los izquierdistas democráticos –con los que militaba Héctor-, y los frentes revolucionarios de influencia comunista, en los cuales yo militaba. Y ahí exhibió Héctor sus dotes dialogantes y constructoras de unidad para apoyar unitariamente una candidatura presidencial de izquierda y unas autoridades reformistas para la Universidad de El Salvador. El candidato presidencial de izquierda no ganó las elecciones, pero hizo mucha educación política a los ciudadanos. En la Universidad ganamos las elecciones.

Cuando percibimos que el esfuerzo de reforma universitaria se salía de sus cauces de cambio fundamos, en 1968, también unitariamente, el Círculo Pro-Reforma Universitaria y difundimos análisis orientados a corregir desviaciones. Héctor de nuevo fue aglutinante para esa unidad.

El CIPRU éramos 7 universitarios provenientes de distintas expresiones de izquierda: comunistas, socialistas democráticos, independientes. Y Cumplió un papel de advertencia y corrección.

En 1968 Héctor estaba en la organización de una reunión estudiantil universitaria internacional y me pidió un documento de apoyo. Escribí El Estudiante en la Reforma Universitaria que fue publicado en 1969. Con esta solicitud Héctor consolidaba una relación de confianza política conmigo y ya daba muestras de su talante de reformista revolucionario, por paradójico que la expresión parezca.

En agosto de 1969 tuve que salir del país a llevar a cabo estudios de posgrado y Héctor me pidió que le dejara en préstamo –que resultó eterno- varias docenas de libros con obras de marxismo e historia de ideas políticas con el fin de que los jóvenes del Movimiento Nacional Revolucionario pudieran formarse políticamente. Héctor creía que para dirigir había que saber y que para saber se debía estudiar permanentemente, Por eso, el Centro Internacional de Estudios Políticos Héctor Oquelí tiene una gran misión por delante para honrar debidamente la memoria de Héctor y educar en la política en serio.

Vino en 1972 lo que he llamado el zarpazo de lesa cultura, cuando el gobierno de corte militar del coronel Molina, en El Salvador, intervino la UES. Las filas universitarias entraron en desarreglo y hubo cárcel, exilio y represión política contra los universitarios de izquierda. Fue cuando Héctor entró de lleno al movimiento socialista internacional y desplegó importantes tareas en el seno de la Internacional Socialista y espacios afines.

Llegó 1979 y, ante el empuje de un movimiento popular y revolucionario, hubo un cambio de gobierno en El Salvador. Héctor fue viceministro de Relaciones Exteriores, pero el gobierno –promisorio y renovador- duró menos de 3 meses. Y Héctor salió al exilio para envolverse en tareas político-diplomáticas en favor de la instalación de un gobierno democrático y revolucionario.

En tiempos en que no había Internet ni comunicaciones digitales, Héctor mostraba mucha información sobre los asuntos de política internacional y trabajaba con su variedad de contactos sus tesis para construir unidad en torno a una salida negociada del conflicto interno de El Salvador, hablando con muchas personas de diferentes colores ideológicos. Otra vez su atributo dialogante y unitario jugaba un importante papel.

Cuando Héctor Oquelí fue asesinado en enero de 1990, Centroamérica vivía momentos históricos muy singulares. El Acuerdo de Sapoa, con mediación internacional, había hecho posible, en Nicaragua, el desarme de la fuerza guerrillera de la Contra organizada y financiada por el gobierno de EEUU.

Nicaragua estaba a las puertas de unas elecciones definitorias que, al final, dieron el triunfo a la señora Violeta de Chamorro que derrotó a los sandinistas en febrero de ese año.

En El Salvador estaban frescos los recuerdos de la ofensiva reciente del FMLN, desatada a mediados de noviembre de 1989. Dos meses después había en la región una actitud de amplia base para una negociación que diera fin a los conflictos centroamericanos. Gorvachov y Bush padre, a través de sus cancilleres Baker y Schevardnaze, veían cómo desmontar la guerra fría, la población de El Salvador estaba harta de la guerra interna y la ofensiva de noviembre no dejó vencedores ni vencidos. El anhelo social era darle una salida negociada al conflicto.

Los que viven de la guerra y sus patrocinadores no veían bien las negociaciones fructíferas para arreglos políticos. Las derechas centroamericanas y sus correspondientes ejércitos eran coordinados por poderes fácticos que estaban alarmados porque las negociaciones avanzaban. En esos días, alrededor del 12 de enero de 1990, el ministro de defensa de Guatemala, del gobierno de Vinicio Cerezo, general Héctor Gramajo, facilitó en el aeropuerto internacional de Guatemala, una reunión entre los dirigentes de la guerrilla salvadoreña, Roberto Cañas y Ana Guadalupe Martínez, con el senador Christopher Dodd, del Partido Demócrata de EEUU, con el fin de darle ambiente, crearle correlación, a una negociación política en El Salvador.

Y en eso llegó Héctor Oquelí a Guatemala el 11 de enero, un tanto ajeno a la reunión que estaba sucediendo en el aeropuerto de Guatemala. Su propósito era llenar unos formularios para obtener una visa, los que serían evacuados con un correligionario llegado para ese fin desde El Salvador. La visa era necesaria para desplazamientos internacionales en apoyo a la negociación. Iba camino a una reunión con correligionarios de la Internacional Socialista y concretamente con el Secretario General del MNR, Guillermo Manuel Ungo.

Pronto la coordinación de las derechas y de la represión funcionó y como resultado, Héctor Oquelí y una acompañante, la abogada Gilda Flores, de Guatemala, fueron secuestrados y asesinados el 12 de enero de 1990, temprano de la mañana cuando iban para el aeropuerto internacional.

Hay un documento de 26 páginas escrito por los juristas estadounidenses Thomas Farer y Robert Goldman, por encargo de la Internacional Socialista y fechado el 3 de octubre de 1990, que contiene “Una evaluación de la Investigación e informes preparados por el gobierno de Guatemala” (Por ese entonces presidido por el presidente Vinicio Cerezo, artífice de los Acuerdos de Esquipulas)

Tom Farer es un respetado académico que presidió la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y fue rector universitario y con quien fui co-autor, en los años 1980, de un libro sobre Autonomía Universitaria en las Américas. Por eso se lo recomendé a Guillermo Ungo para que sugiriera su nombre a la IS. El Dr. Farer seleccionó a su colega Robert Goldman y el dúo tenía balance: Tom es un connotado miembro del Partido Demócrata y Goldman es un bien conocido miembro del Partido Republicano.

El informe concluye con una hipótesis y una exhortación a estudiarla:

“EXTREMISTAS TERRORISTAS DERECHISTAS DE EL SALVADOR FUERON LOS ORGANIZADORES Y PRINCIPALES EJECUTORES DE LOS ASESINATOS”

Podría decirse entonces que los asesinos de Héctor fueron los enemigos de una negociación política basada en el diálogo, que eran los instrumentos privilegiados por Héctor. Obviamente hubo una colusión entre derechistas de El Salvador y Guatemala.

Pocos días antes de ser asesinado Héctor me llamó de México a mi casa en Washington D.C. Hablamos sobre su cercano viaje a Estados Unidos en algún día de enero de 1990, para continuar con gestiones negociadoras, en las cuales yo colaboraba con él y con Guillermo Ungo. Se despidió con un “saludos a los amigos y a los que no lo son tanto”. Esa frase resumía la permanente actitud dialogante de, saber escuchar, que tenía Héctor con los amigos y compañeros y con “los que no lo son tanto.”

A 33 años de su asesinato, no ha habido responsables encausados ni nadie ha sido castigado por la justicia por el crimen. El reino de la impunidad continúa. La Comisión de la Verdad, nombrada por el Secretario General de NNUU en 1992 para consolidar la paz en El Salvador conoció el caso, de mi parte como Secretario General del MNR, pero al final no arrojó informaciones ni conclusiones esclarecedoras.

El asesinato de Héctor Oquelí y de Gilda Flores causó gran consternación en las filas democráticas y revolucionarias de las Américas. El 31 de enero se llevó a cabo en Washington D.C. un homenaje en el que se muestra el amplio espectro político en el que se desenvolvía, con aprecio y respeto, Héctor Oqueli.

En una instalación de la Iglesia Metodista un grupo de personas llevó a cabo una ceremonia bajo el lema “Hay hombres que viven para la muerte y otros que mueren para la vida”.

Hablaron representantes de la “Washington Office on Latin America”, de la Comisión sobre Relaciones Estados Unidos-América Latina, del Partido Socialista Democrático de América, del Centro Internacional para Políticas de Desarrollo, el senador del Partido Demócrata, señor Chistopher Dodd, el rector de la Universidad Centroamericana (Jesuita) de Nicaragua, César Jerez, que estaba de paso. Por el Movimiento Popular Social Cristiano, de El Salvador, habló Héctor Silva Arguello y del Movimiento Nacional Revolucionario, el partido de Héctor en El Salvador, hablamos Guillermo Ungo y yo.

En la invitación al acto se afirmaba que “El legado de Héctor Oquelí se puede resumir en su larga lucha por la democracia, el cambio social y el imperio de la ley. Su vida fue un incansable esfuerzo para construir y fortalecer, por medio del diálogo, las estructuras sociales y jurídicas necesarias para consolidar una sociedad justa y desmilitarizada en El Salvador”.

Honrar este legado es el desafío que adquieren los organizadores del Centro Internacional de Estudios Políticos “Héctor Oquelí” que con esta actividad adquiere acta de nacimiento.

Ojalá así sea y les deseo el mejor de los éxitos para honrar debidamente la memoria de Héctor Oquelí.

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