Luis Arnoldo Colato Hernández
Educador
Virtualmente a diario vemos en los medios a disposición de la población, cómo el régimen se ufana de supuestamente haber logrado algo más de cien días sin asesinatos en el territorio gracias a su esfuerzo.
Otra falacia de su parte, como todo desde que asumió la gestión del gobierno, y tanto extraños como propios lo sabemos.
La violencia, la inseguridad, los asesinatos, y su expresión más macabra, las desapariciones forzadas, siguen presentes en el diario vivir de los salvadoreños, si bien es cierto que en un porcentaje mucho menor al que precediera al estado de excepcionalidad.
Por otro lado, esa misma caída en el porcentaje de asesinados por violencia social, demuestra, responden al interés político porque así se reduzcan, lo que implica que la transición hacia un estadio de mayor convivencia social también depende de la voluntad política para así hacerlo.
La que está visto no se tiene.
La violencia como sabemos no solo se ejerce materialmente, también de otras formas; en el caso que nos ocupa la supone la violencia estructural por la que el régimen procura mantener su control crudamente férreo, sobre la sociedad en pleno, desmontando por un lado el estado de derecho como la institucionalidad, y por el otro, controlando todo el devenir político y económico de la población.
El último es el clave, porque al desmontar el régimen el estado de derecho para poder controlar completamente al poder, concentrándose en una sola persona, también acaba con el marco legal que permite a los inversores establecer la pauta para invertir en el país, porque nadie arriesgara su capital al arbitrio de la inestabilidad, lo que por extensión supone que las pocas fuentes de empleo existentes solo se concentran en el estado, las que por supuesto son destinadas a los incondicionales, anquilosándolo e incapacitándolo, al anegar con elementos incapaces, tales estamentos.
Incluso para los simples, calcular que la continuidad del régimen de excepción es para permitir al oficialismo bajo esa excusa continuar esquilmando el erario público, como controlando por terror a la población.
Por otro lado, la manipulación que de las cifras hace el régimen, le permite presentarse como un gobierno exitoso, alegando ser el único que logra desmontar la violencia desmedida que padecimos en tan corto plazo en el área, lo que es una lectura sesgada, que desconoce la experiencia democrática tanto de Méjico como de Colombia, cuyos logros en el mismo pasado quinquenio, son incontestables, sin requerir del maquillaje y la propaganda con que se encubren los crímenes cometidos por el estado salvadoreño, las vejaciones, y sobre todo, las cifras reales tras el fenómeno de la excepcionalidad, cuyos datos conoceremos cuando el régimen sea depuesto.
Entonces sabremos la verdad tras el número de asesinados bajo detención, las torturas, lo robado, la trama de los acuerdos entre el régimen y las maras, y como estas subsisten y bajo qué expresiones.
Por lo que, no, por ahora y dado que es el único éxito que puede exhibir el régimen, no será erogado.
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