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Gobierno y diálogo social

José M. Tojeira

Recientemente la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas, CEPAL, publicó un documento sobre el diálogo con la sociedad civil. En él se insistía en que la participación ciudadana era indispensable para el logro de los objetivos de desarrollo sostenible (Agenda 2030). La Asamblea General de la ONU, en este contexto, aprobó la declaración “Gobierno Abierto para la Implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”. El acuerdo de Escazú, que el actual Gobierno no quiso firmar, iba, en el tema medioambiental, en la misma dirección participativa. En este momento, en el que una nueva Asamblea Legislativa está punto de iniciar sus funciones, el tema se vuelve de interés general. ¿Iniciará este Gobierno un diálogo participativo con la sociedad civil en su amplitud y diversidad? El control tan fuerte de las instituciones estatales que le caracterizará a partir del primero de Mayo, ofrece una oportunidad de diálogo inclusivo con todos aquellos sectores que se preocupan por el desarrollo humano de El Salvador ¿Aprovechará el Gobierno la oportunidad de convertirse en un Gobierno abierto o se cerrará en su control de las instituciones aislándose de la sociedad civil? La negativa a firmar el Acuerdo de Escazú no ofrece un buen pronóstico, pero en la medida que los problemas se vayan mostrando en su complejidad, el acercamiento a la sociedad civil se vuelve indispensable.

No faltan quienes dicen que se puede entender la desconfianza hacia la sociedad civil por el peso que en la misma tienen las instituciones de la empresa privada, con sus intereses de grupo y sus graves errores históricos, incluido el ferviente apoyo al “consenso de Washington” que tanto daño hizo a nuestros países. Sin embargo, la sociedad civil no es ni principal ni solamente la empresa privada y sus instituciones. Incluso dentro del empresariado se dan visiones diferentes, algunas de ellas aprovechables para el desarrollo común y equitativo. La sociedad civil ha evolucionado en los últimos decenios, se ha vuelto más plural, tiene facilidad para llegar a consensos y ha logrado una capacidad y desarrollo científico cada vez mayor. Aunque el Gobierno actual haya logrado salir de los problemas emergentes, atención al hambre o velocidad de vacunación, con relativo éxito, la pobreza, la deuda, el problema de las pensiones o la desigualdad no los va a superar sin el apoyo de la comunidad estudiosa y pensante, así como sin el respaldo de la sociedad económica. Tener sentido empresarial, manejar bien la propaganda y subvencionar problemas temporales, pueden lograr que la gente mantenga expectativas de un futuro positivo. Pero sin la participación de una sociedad civil, que va a ser en el futuro próximo la única fuerza contralora seria existente en el país, será imposible que un gobierno monocolor supere los graves problemas existentes en el país.

Institucionalmente es evidente que el Gobierno del presidente Bukele tendrá estabilidad durante los tres próximos años. Pero ser un Gobierno estable no quiere decir que sea exitoso. Sin diálogo con la sociedad civil, sin reconocimiento de los problemas e incluso de los errores, sin proyectos asimilables y coordinados con la institucionalidad internacional, sin manejar política y discretamente los roces o problemas que se puedan tener con los aliados más fuertes, no se podrán superar las graves disonancias estructurales existentes en El Salvador. El Objetivo 16 del Desarrollo sostenible habla de construir sociedades justas, pacíficas e inclusivas. Los tres elementos de este objetivo está profundamente interrelacionados. La inclusión, sin la cual no se da la paz ni la justicia, no solo incluye inclusión económica y desarrollo universal de las capacidades ciudadanas, sino que implica también diálogo y búsqueda de consensos básicos. El autoritarismo tiende siempre a lo contrario, precisamente por su incapacidad de dialogar.

El desafío está planteado. El control del poder político es siempre una oportunidad, aunque también es un peligro y una amenaza. En manos del actual gobierno está usar bien el poder que se le ha confiado o usarlo mal. Al ser el poder una dimensión humana no se puede absorber ni usar de un modo totalitario sin que queden resquicios y fracturas, además de errores y equivocaciones. Siempre es mejor para el bien de todos usarlo dialogal y democráticamente que de un modo impositivo o unipersonal. Los próximos meses nos dirán  no solo qué decisión se ha tomado, sino también si caminamos hacia la perpetuación de los problemas y la agudización de nuestra crisis, o hacia una solución democrática y participativa de los males que nos aquejan.

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