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En torno a las ineficiencias

José M. Tojeira

Hace algunos días el Vicepresidente de la República comentó públicamente, según alguno de los periódicos nacionales, que en la ley Bitcoin existen “algunas ineficiencias”. La afirmación no dejó de dar un poco de risa por la sencilla razón de que la ley mencionada fue ineficiente en su totalidad y desde su nacimiento. No son “algunas”, sino la totalidad de la ley lo que no sirve. La historia del bitcoin en el país lo ha demostrado. Además era ridículo convertir en moneda oficial de El Salvador un producto especulativo de mercado, que eso es la llamada moneda bitcoin, con una ley que dedicaba en la práctica una sola página a la oficialización de dicho producto.

El mínimo uso de la moneda, incluso para el envío de divisas desde Estados Unidos, los robos de identidad para capturar los 30 dólares que el gobierno colocaba en la “chivo wallet”, la desaparición casi absoluta de la “ciudad bitcoin”, inaugurada con lujo de luces y promesas, son muestras más que evidentes de la ineficiencia absoluta de la improvisada ley bitcoin.

Todos los gobiernos cometen ineficiencias. Y por supuesto también los anteriores al actual. Pero tal vez lo que resulta más provocativo del gobierno actual suele ser la defensa cerrada de la perfección de todo lo que se hace, y la negativa a dialogar con la sociedad civil y con la oposición política sobre cuestiones complicadas que terminan causando ineficiencias.

Es laudatorio que el vicepresidente reconozca algunas, pero son demasiadas las que el conjunto de los miembros del gobierno justifican. Incluso los así llamados también por el vicepresidente “daños colaterales” en la guerra contra las maras, no solo son daños a más de 7.000 personas humanas dignas injustamente detenidas, y en ese sentido violaciones a derechos humanos, sino claras ineficiencias tanto de la policía como del sistema judicial. ¿Parecerán pocas 7.000 ineficiencias?

Ser eficiente significa hacer las cosas bien. La construcción de pasos elevados en las carreteras ha sido una de las pocas realizaciones eficientes del actual y de anteriores gobiernos. La biblioteca nacional tiene todas las trazas de ser una gran obra eficiente, pero ahí el mérito es de los chinos. Pero en el país necesitamos eficiencia en las relaciones internacionales, enturbiadas por la actitud caprichosa  de querer prescindir de obligaciones y tratados firmados por El Salvador. Eficiencia se necesita en el cuidado del medio ambiente y de la agricultura cada vez más amenazada por el calentamiento global.

Sería un éxito extraordinario que el gobierno, aprovechando el apoyo popular que tiene, hiciera una reforma fiscal en la que contribuya más al erario nacional el que tiene más. Que el IVA sea la mayor fuente de ingresos del Estado es una manera de poner sobre los hombros de los pobres la mayor carga. Cambiar esa realidad sí sería eficiente.

Hablar de eficiencia o ineficiencia no puede ser parte del discurso político. Debe ser algo comprobable. Tener resultados mezclados con injusticias no es algo eficiente. Sobre todo cuando no parece que haya una voluntad seria de cambiar algunas situaciones claramente injustas. Es cierto que muchos de los cambios políticos y sociales tienen que ser graduales y a veces lentos. Pero cuando los cambios se dan en contra de experiencias de humanidad serias, la propaganda acaba descubriendo sus limitaciones. Los países con menos homicidios en el mundo no han conseguido la eficiencia metiendo presos a miles de personas inocentes, sino respetando los derechos humanos incluso de los privados de libertad. Los éxitos conseguidos con métodos o medios que no respetan plenamente la dignidad humana pueden brillar durante un tiempo, pero suelen terminar mal si no se corrigen a tiempo.

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