En el discurso de Nayib Bukele, en el marco del 204 aniversario de la independencia de Centroamérica de la corona española, habló, sin profundizar como es su estilo, “en el modelo salvadoreño”, que “otros quisieron aplicar, pero que ha sido diseñado sólo para El Salvador”. Más o menos así planteó la idea.
Por cierto, quizá en lo único que se puede estar de acuerdo con ese planteamiento es que solo “puede desarrollarse en El Salvador”.
Antes de argumentar la crítica al modelo salvadoreño, o modelo bukeliano como lo hemos bautizado, es necesario entender qué es un modelo. Para ello, vamos a tomar un concepto sencillo que la inteligencia artificial le ofrece a cualquier interesado en conocer sobre este concepto. Los que estudian comunicaciones, por cierto, tiene un interesante listado de teóricos como número de modelos, que todos aterrizan en la siguiente abstracción: se trata de “paradigmas”.
Obviamente, el modelo de Bukele no puede analizarse a la luz de un paradigma, por eso es que hay que compararlo a la luz de lo que la IA nos brinda, que es lo siguiente:
“Es un marco que establece cómo se toman las decisiones, se organizan las actividades y se controlan los resultados dentro de una organización o estado para alcanzar metas específicas. Define la estructura de poder, las normas, los roles y las responsabilidades de los diferentes actores, sirviendo como guía para una gestión eficiente y la consecución de objetivos, ya sea en el sector público, como el gobierno de un país”.
Visto así, podemos afirmar que el “Modelo Salvadoreño” no existe, en tanto que un modelo debe plantear abstracciones, es decir, conocimientos que nos lleven a conocer un estadio concreto o perfilar uno superior, obviamente, para mejorar.
Pero lo que Bukele está haciendo en El Salvador, no va en función de producir un cambio en lo político, económico y social por uno “superior” o que mejore el existente o el que existía, sino todo lo contrario.
Veamos. El Acuerdo de Paz, firmado el 16 de enero de 1992 entre la ex guerrilla del FMLN y el gobierno de turno, pretendía una sociedad salvadoreña del futuro, encaminada en la consolidación de la democracia, que pasaría por la pluralidad política e ideológica, el respeto de los derechos humanos, la consolidación del estado de derecho y combatir los profundos problemas estructurales representados en la desigualdad y la pobreza.
¿Qué de lo expresado en el párrafo anterior ha hecho Bukele en estos casi siete años de gobierno? Todo lo contrario.
El modelo bukeliano ha destruido la frágil democracia que inició al finalizar la guerra civil, pues valiéndose del apoyo popular, reflejado en la mayoría absoluta en la Asamblea Legislativa, desmanteló los órganos del Estado salvadoreño, de acuerdo con la doctrina del republicanismo, tal y como está establecido en la mancillada Constitución.
Es decir, desmanteló la Corte Suprema de Justicia para imponer no magistrado del derecho, sino un bufete de abogados a sus servicios.
Quitó al fiscal General de la República, con independencia, por uno que siguiera y cumpliera sus órdenes.
La misma Asamblea Legislativa no desarrolla labor parlamentaria, independientemente de que fuera de un mismo partido debería hacerlo, pues simplemente aprueba lo que Casa Presidencial le ordena.
Lo más grave que ha cometido Bukele, que es lo más importante en su modelo, es instaurar un gobierno autoritario, rumbo al totalitarismo y la tiranía, violentando la Constitución, respaldado por su oficina jurídica instalada en la Sala de lo Constitucional que le autorizó la reelección, que hoy es indefinida, a pesar de que la Constitución claramente habla de la alternabilidad en el poder.
Y justamente para que el pueblo no defienda su constitución, su república, su democracia, convierte la Ley del Régimen de Excepción, ya no en una ley para enfrentar el fenómeno de la violencia pandilleril, sino en una ley para el control social.
Ahora, el Régimen de Excepción es un instrumento “legal” para perseguir a la oposición, para perseguir las voces críticas, para instaurar miedo en la sociedad. Es decir, el Régimen es un instrumento para la opresión y represión.
Hoy, el pueblo salvadoreño tiene miedo a expresar lo que siente contra este gobierno, hoy el pueblo salvadoreño se calla en vez de exigir sus reivindicaciones. Y los que lo han hecho como Ruth Eleonora López, Enrique Anaya, Fidel Zavala, el pastor José Ángel Pérez y Alejandro Henríquez están en prisión, mientras otros están en el exilio.
Este es el “Modelo Salvadoreño” al que Bukele se refirió en su cadena de radio y televisión, y como bien dijo, aunque otros quisieran aplicarlo en sus países, solo puede funcionar en El Salvador, porque solo aquí se actúa contra la ley, contra la democracia y con autoritarismo.
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