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El gobierno de Bukele no ofrece educación a los niños, pero sí cárcel

Solo los pensantes, los que no son fanáticos (que lastimosamente quizá no son la mayoría), les causó alguna pizca de repudio e indignación la propaganda del gobierno de Bukele en la que muestra mano dura contra un niño de once años, a quien, en vez de ofrecerle un futuro como ciudadano, le ofrece la cárcel como hogar, en la que pasará su pre y adolescencia, y luego mayoría de edad como “un delincuente más” de El Salvador.

La semana pasada, el propio ministro de seguridad, Gustavo Villatoro, publicó en sus redes sociales que “Elementos de nuestra @PNCSV capturaron a Mario José C. P., quien se jactaba en redes sociales de pertenecer a pandillas y tenía en su teléfono celular fotografías en las que aparecía realizando señas alusivas a estructuras terroristas”.

“Ahora, este menor será procesado como miembro de una organización terrorista y enfrentará décadas en prisión por sus acciones”, escribió el ministro, en la que muestra la saña y el manodurismo que caracteriza a este gobierno.

El ministro de Justicia, su ministra de educación y todas las instancias del gobierno que supuestamente velan por los derechos de los niños, olvidan que el desarrollo emocional y cognitivo es diferente a los de un adulto, por lo que aplicar el manodurismo a niños infractores o por travesuras, como parece ser el caso de Mario José, es una locura, por no utilizar otro calificativo.

Si este gobierno estuviera preocupado por la niñez salvadoreña, pero por los pobres en general, en vez de exhibir a los niños esposados, y señalarlos como delincuentes de la pero calaña y condenarlos de antemano a decenas de años de prisión, debería elaborar programas y políticas de estado para rescatar a los niños de la delincuencia juvenil mediante la educación.

Lástima que la ministra de Educación solo sepa poner firme a los alumnos en las formaciones matutinas cívicas, y ordenarles uniformes limpios y zapatos lustrados, como si los centros educativos fueran cuarteles, en vez de presentarle al gobierno una política de atención integral en las escuelas, precisamente para conducir correctamente a los niños y niñas presas de los delincuentes.

Una política que entiendan las autoridades que las travesuras de los niños son eso, y que si se les permite que crezcan en ellas,  pueden llegar a convertirse en delitos y, por lo tanto, los niños en jóvenes delincuentes. Pero sacar a un preadolescente de ese escenario, que puede limitar entre travesuras y actos delincuenciales, no es ofrecerles un futuro, como ha ocurrido con Mario José, y otros 50 adolescentes que hace más de dos meses fueron sacados de sus centros escolares uniformados pero esposados de las manos y con la viñeta de “criminales” en la frente.

La educación busca justamente eso, evitar que los niños y niñas sean caldo de cultivo de la delincuencia de cualquier tipo, mediante la correcta conducción en la escuela, fundamentada no solo en las currículas, sino como programas complementarios que les permitan desarrollarse integralmente en lo moral, lo cognitivo y la atención en lo mental y social.

Con la captura de los alumnos en la pre y la adolescencia, el ministro Villatoro dice que: “El Estado está cumpliendo con su deber de erradicar a los pandilleros de nuestras comunidades. Aunque duela, tenemos que sacar de la sociedad a estas generaciones sumergidas”.

Es verdad que el Estado está llamado a erradicar todo tipo de delito, pero no es sacando a los niños de las escuelas o a las comunidades esposados y ofrecerles cárceles, sino ofreciéndoles educación, atención en salud, oportunidades, facilidades para convertirse en futuros ciudadanos.

De acuerdo a estudios independientes, más de 100,000 niños, niñas y adolescentes habrían sido separados abruptamente de sus papás, detenidos por sospecha de pertenecer a las pandillas, sin que se sepa qué ha hecho el Estado por ellos. Seguramente, por el manodurismo del gobierno, lo que estarán esperando es una travesura o un delito menor, para llevar a estos cien mil niños y niñas a la cárcel.

Los salvadoreños pensantes deben exigirle a este gobierno políticas educativas para el desarrollo de los niños, las niñas y adolescentes, y no manodurismo, mucho menos cárceles.

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