Luis Arnoldo Colato Hernández
Educador
La justificación de que “solo hacían su trabajo, lo que se les encomendó”, lo que escuchamos cuando revisamos los procesos seguidos a quienes sostuvieron los regímenes ilegítimos en Latinoamérica, con los gobiernos militares.
Esto implica que sabían, que siempre distinguieron que lo que hicieron por esos regímenes no solo era ilegal, también criminal, lo que podemos apreciar en los procesos que se le siguen a los torturadores de la ESMA, los de la DINA, en Argentina y Chile, o de los ejecutores en Brasil, Bolivia y Paraguay.
En ninguno de los casos citados se pudo apreciar que los implicados eran fanáticos, o padecieron algún particular desvío psiquiátrico, y sí fue patente que hicieron aquella labor esforzándose por ser eficientes.
¿Por qué?
Porque creen en lo que hacen, liberándose al mismo tiempo de su responsabilidad moral derivándola tanto en el líder como en el cumplimiento del deber.
Consideremos para entenderlo el caso del llamado carcelero mayor, quién ha mostrado una muy perversa eficiencia en su labor, mientras además procuró transar un ventajoso acuerdo con la administración Biden a cambio de trasladar a este los pormenores de los acuerdos entre las pandillas y el régimen.
Eso evidencia que el tal personaje comprende que participa de algo ilegal, sin sesgo fanático, pues como sabemos apenas el 8% de la población responde a ese criterio, descalificándola para realizar esa particular tarea. No, este individuo la hace porque saca provecho de ella [enriqueciéndose con los paquetes que comercializa entre los detenidos], porque gracias a esa relación con el régimen goza de lujos a los que de otro modo no podría acceder, sin que ello le permita comprender por su evidente limitación cognitiva, que su oferta a EU simplemente carecía de valor, porque el régimen existe porque le interesa a EU que exista.
Por ahora.
Esa misma conducta podemos observarla en el resto de los elementos que componen la burocracia parlamentaria, que sin razonar simplemente aprueban ilegalidades como la del fraude a perpetuidad, para conservar el régimen en el poder, pues saben, están convencidos de que, por un lado el modelo que apoyan anula la meritocracia, respaldándolo alegremente para agenciarse beneficios, y para colmo, ya están tan marcados que fuera del régimen, o del país, sencillamente no podrán subsistir, y por otro, están convencidos de que cuando les llegue el turno sencillamente podrán excusarse alegando “solo hice lo que me dijeron hiciera”.
Si bien hasta ahora la impunidad es soporte de la criminalidad, el régimen supone también un parte aguas, imponiendo a las fuerzas vivas cuando sea removido, establecer una democracia efectiva y directa, que supere los vicios que hemos padecido, señalando responsabilidades, individualizándolas, en el marco de una institucionalidad fuerte, sustentada en el recuerdo, en la comprensión de qué sucede si olvidamos.
Porque de olvidar, de no aplicar las lecciones aprendidas, seremos tan responsables como estos criminales.
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