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CINCO POEMAS DE ALFREDO ESPINO

“Alfredo Espino no es solo el poeta nacional de El Salvador que el oficialismo le dio tanta divulgación. También es uno de los más líricos y dignos poetas de nuestra tierra. Su sensibilidad y humanidad es evidente a lo largo de su obra”

Mauricio Vallejo Márquez,

poeta salvadoreño

 

 

RANCHO Y UN LUCERO

Un día -¡primero Dios!-
has de quererme un poquito.
Yo levantaré el ranchito
en que vivamos los dos.

¿Que más pedir? Con tu amor,
mi rancho, un árbol, un perro,
y enfrente el cielo y el cerro
y el cafetalito en flor…

Y entre aroma de saúcos,
un zenzontle que cantará
y una poza que copiará
pajaritos y bejucos.

Lo que los pobres queremos,
lo que los pobres amamos,
eso que tanto adoramos
porque es lo que no tenemos…

Con sólo eso, vida mía;
con sólo eso:
con mi verso, con tu beso,
lo demás nos sobraría…

Porque no hay nada mejor
que un monte, un rancho, un lucero,
cuando se tiene un “Te quiero”
y huele a sendas en flor…

DESPUÉS DE LA LLUVIA

Por las floridas barrancas
Pasó anoche el aguacero
Y amaneció el limonero
Llorando estrellitas blancas.
Andan perdidos cencerros
Entre frescos yerbazales,
Y pasan las invernales
Neblinas, borrando cerros.

LAS MANOS DE MI MADRE

Manos las de mi madre,
tan acariciadoras,
tan de seda, tan de ella,
blancas y bienhechoras.
¡Sólo ellas son las santas, sólo ellas son las que aman,

las que todo prodigan
y nada me reclaman!
¡Las que por aliviarme de dudas
y querellas,
me sacan las espinas
y se las clavan en ellas!
Para el ardor ingrato
de recónditas penas,
no hay como la frescura
de esas dos azucenas.
¡Ellas cuando la vida deja mis flores mustias son dos milagros blancos apaciguando angustias!
Y cuando del destino
me acosan las maldades,
son dos alas de paz
sobre mis tempestades.

Ellas son las celestes;
las milagrosas, ellas,
porque hacen que en mi sombra
me florezcan estrellas.
Para el dolor, caricias; para el pesar, unción;
¡Son las únicas manos que tienen corazón!
(Rosal de rosas blancas de tersuras eternas:
aprended de blancuras en las manos maternas).

Yo que llevo en el alma las dudas escondidas, cuando tengo las alas de la ilusión caídas,
¡Las manos maternales aquí en mi pecho son como dos alas quietas sobre mi corazón!
¡Las manos de mi madre
saben borrar tristezas!
¡Las manos de mi madre perfuman con terneza!

EL NIDO

Es porque un pajarito de la montaña ha hecho,en el hueco de un árbol,
su nido matinal,
que el árbol amanece
con música en el pecho,
como que si tuviera corazón musical.

Si el dulce pajarito
por entre el hueco asoma,
para beber rocío, para beber aroma,
el árbol de la sierra me da la sensación
de que se le ha salido, cantando,
el corazón.

 

CAÑAL EN FLOR

Eran mares los cañales
que yo contemplaba un día
(mi barca de fantasía
bogaba sobre esos mares).

El cañal no se enguirnalda
como los mares, de espumas;
sus flores más bien son plumas
sobre espadas de esmeralda…

Los vientos -niños perversos-
bajan desde las montañas,
y se oyen entre las cañas
como deshojando versos…

Mientras el hombre es infiel,
tan buenos son los cañales,
porque teniendo puñales,
se dejan robar la miel…

Y qué triste la molienda
aunque vuela por la hacienda
de la alegría el tropel,
porque destrozan entrañas
los trapiches y las cañas…
¡Vierten lagrimas de miel!

Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.