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BUKELE ODIA A LOS POBRES

El drama de los ancianos olvidados: una tragedia silenciosa en El Salvador.

Por David Alfaro
16/12/2025

En un video que ha recorrido las redes sociales, dos campesinos suben con enorme esfuerzo una cuesta empinada de tierra y piedras, cargando a un anciano en una hamaca amarrada a un palo. No es una escena de otro siglo. Es El Salvador de hoy. El objetivo de ese sacrificio es llevarlo a inscribirse para tener la esperanza de recibir la llamada pensión básica universal. El hijo explica, con resignación, que si su padre no llega en persona a la oficina gubernamental, simplemente no le darán nada.

Detrás de ese gesto de amor familiar se esconde una realidad dura y cruel. La pensión básica universal, un apoyo de apenas 50 dólares mensuales que por ley beneficiaba a miles de adultos mayores en extrema pobreza, ha sido prácticamente desmantelada. El resultado es devastador: alrededor de 40 mil ancianos han quedado sin ese único respaldo que les permitía sobrevivir.

Este caso revela la deshumanización de las políticas públicas y la enorme distancia entre el discurso oficial y la vida real de la gente pobre. Mientras el régimen vende una imagen de modernidad, eficiencia y orden, gastando millones en propaganda, espectáculos y militarización, miles de ancianos han sido borrados del presupuesto nacional, condenados al abandono y al silencio.

Eliminar esta pensión no es un simple ajuste administrativo. Es un retroceso grave en derechos sociales. La pensión básica nunca fue un privilegio ni un regalo. Era una tabla de salvación para hombres y mujeres que pasaron su vida trabajando en el campo, en oficios informales o en condiciones precarias, sin acceso a seguridad social ni ahorros. En un país donde gran parte de la población rural vive en pobreza extrema, quitarles ese apoyo es un golpe directo a la dignidad humana.

La indignación crece cuando se comparan las prioridades del gobierno. Hay dinero para luces navideñas, pinos gigantes, montajes mediáticos y artistas caros, pero no para garantizar una vejez digna. No se trata solo de negligencia, sino de una profunda insensibilidad hacia quienes, con su trabajo y sacrificio, sostuvieron al país durante décadas.

Ese video no muestra un caso aislado. Es el reflejo de miles de ancianos salvadoreños que enfrentan la vejez en condiciones inhumanas, dependiendo de la caridad familiar o del milagro diario para comer. Es un espejo incómodo que nos obliga a preguntarnos qué tipo de sociedad estamos construyendo y a quiénes estamos dejando atrás.

Restituir la pensión básica universal no es una opción, es una urgencia. Pero más allá de eso, es necesario dignificar la vida de los adultos mayores con políticas públicas reales, humanas y justas. Si no lo hacemos, seremos cómplices de un sistema que castiga la pobreza y le da la espalda a quienes ya dieron todo.

La rabia que provoca este caso debería transformarse en conciencia y en exigencia ciudadana. Para que nunca más, en este país, un anciano tenga que ser cargado cuesta arriba, en todos los sentidos posibles, para reclamar lo que por derecho le pertenece.

 

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