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“Asesinato” y “sepelio” de la PDDH

Por Leonel Herrera*

En entrevistas y espacios de análisis he definido a Raquel Caballero como la “sepulturera” de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH). Pero creo que -en realidad- Caballero es la “asesina” de dicha institución, y lo que está por verse es si el “sepelio” lo hará ella misma o si alguno de los demás flamantes candidatos que han desfilado estos días por la Asamblea Legislativa.

La señora Caballero estuvo al frente de la PDDH en la época que la narrativa oficial llama “los tiempos de ARENA/Frente”. Y tuvo un desempeño aceptable en ámbitos donde su conservadurismo y fundamentalismo evangélico no se lo impidieron, especialmente en temas ambientales como la minería metálica, en los que -siguiendo la línea de sus antecesores- se posicionó críticamente.

Sin embargo, cuando retornó al cargo, ya durante el primer gobierno (el constitucional) de Nayib Bukele, la actuación de Caballero fue muy distinta: llevó a la PDDH a una vergonzosa inacción y al silencio cómplice frente a las graves violaciones de derechos humanos cometidas por el Estado, especialmente las barbaridades contra personas inocentes en el marco del régimen de excepción.

La procuradora ha sido totalmente omisa frente a las miles de capturas arbitrarias, torturas y muertes en las cárceles de personas inocentes detenidas junto con pandilleros en la ofensiva de represión que la propaganda gubernamental denominó “guerra contra las maras”. Esta misma actitud ha tenido frente a las violaciones de derechos humanos en ámbitos económicos, sociales, ambientales y culturales.

La procuradora también ha sido incapaz de decir una palabra sobre la persecución judicial contra defensores de derechos humanos, activistas sociales y opositores políticos. Su silencio cómplice avala hechos tan terribles como la reversión de la prohibición de la minería que tanto impulsó la PDDH en el pasado y la aprobación de la ominosa Ley de Agentes Extranjeros.

Caballero tampoco se ha pronunciado respecto a restriccioens al periodismo, violaciones a la libertad de expresión y el derecho ciudadano de acceso a la información pública. Incluso, ella misma se ha caracterizado por negar información y por la opacidad de su gestión, además de realizar viajes innecesarios al extranjero donde ha llegado a hacer propaganda para Bukele.

El servilismo de la procuradora es tal que accedió a montar una “cumbre global de derechos humanos”, organizada con el claro propósito de intentar “lavar la cara” del gobierno y quitar la imagen de violador de derechos humanos que éste ya tiene a nivel mundial. Por eso, en todos lados, se oye la queja de que “la PDDH se acabó”. Yo digo que Raquel Caballero la “asesinó”.

Ahora, en plena consolidación autoritaria y dictatorial (que también reforzó con su silencio), la procuradora quiere seguir en el cargo. Sin embargo, hay otros contendientes que compiten por mostrarse el más sumiso y comprometido con los intereses oficialistas: ninguno cuestiona el régimen de excepción, nadie encuentra violaciones de derechos humanos y todos prometen lealtad al régimen.

Por eso no sabemos si, además de “asesina”, Caballero será también la “sepulturera” de la PDDH o si el “sepelio” será tarea de algún otro personaje impresentable desde el punto de vista de la idoneidad y el compromiso con los derechos humanos pero muy aceptable para los propósitos políticos del gobierno. En todo caso, queda la esperanza de que la PDDH resucite en algún cercano o lejano día tercero.

*Periodista y activista social.

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