Por Raúl Palacios – 09/10/2025
La distorsión del mandato: de la paz al activismo político.
El Comité Noruego del Premio Nobel ha declarado la guerra a la coherencia. Al otorgar el Premio de la Paz 2025 a la líder opositora venezolana María Corina Machado, y justificarlo bajo los términos de una “transición justa y pacífica” y “resistencia a la militarización”, el Comité no solo traiciona la voluntad histórica de su fundador, Alfred Nobel, sino que recurre a una narrativa falaz que contradice la conducta pública de la galardonada.
Alfred Nobel (1833–1896), el arrepentido inventor de la dinamita legó su fortuna para honrar a quienes lucharan por la paz mediante dos mandatos irrenunciables: la abolición o reducción de los ejércitos permanentes (Desarme) y la promoción de congresos de paz (Diplomacia). El premio a Machado dinamita ambos principios.
El fraude intelectual del desarme: premiar la instrumentalización militar
El punto de quiebre se encuentra en la afirmación de que Machado ejerce una “resistencia a la militarización”. Para el Comité, esto significa oponerse a la influencia militar del gobierno. Sin embargo, los hechos demuestran lo contrario:
Incoherencia total con el desarme: La trayectoria política de Machado y su sector se ha caracterizado por la búsqueda activa del derrocamiento del gobernante en turno mediante un quiebre dentro de las Fuerzas Armadas (FANB). Un ejemplo claro es su participación en el golpe de Estado contra Hugo Chávez en 2002.
Instrumentalización de la fuerza: Pedir que el ejército a actúe como agente de cambio político forzado no es resistir a la militarización, es instrumentalizar el poder bélico militar para alcanzar fines políticos. El objetivo no es la reducción del ejército o su despolitización, sino que ese poder militar se subordine genuflexamente a un nuevo gobierno surgido de la ruptura institucional. Esto va en dirección opuesta al mandato de Nobel.
Al premiar a una figura que ha instado a la fractura militar como vía de solución, el Comité Noruego no solo ignora el principio de desarme de Nobel, sino que premia una forma de militarismo político destinado a la toma del poder.
La falsedad de la “transición pacífica”
La justificación de la “transición pacífica” es igualmente insostenible. El periodismo objetivo debe contrastar esta narrativa con la conducta pública de Machado:
Ruptura, no negociación: La postura política de la líder opositora se ha basado históricamente en el desconocimiento total de los procesos electorales y el rechazo a los canales de diálogo auspiciados internacionalmente. Una figura que prioriza la confrontación y la presión extrema (interna y externa) por encima de la negociación, no encaja con la idea de la Diplomacia que Nobel buscaba honrar con sus “congresos de paz”.
Discurso de incitación: Tras los resultados electorales recientes, sus discursos y llamados a la acción han sido un factor constante de incitación a la desobediencia civil y la confrontación callejera, lo que ha desencadenado episodios de violencia. Otorgar un premio de “Paz” a una figura que deliberadamente utiliza el conflicto como estrategia principal es un fraude intelectual.
Por lo tanto, el Nobel es una declaración ideológica
El Comité Noruego del Premio Nobel, al seleccionar a María Corina Machado, no premió el pacifismo, el desarme o la diplomacia; premió una lucha política por el cambio de régimen. La justificación utilizada es una narrativa conveniente y totalmente inconsistente con la trayectoria de la galardonada.
El resultado es claro: El Premio Nobel de la Paz se ha transformado en una declaración ideológica de la élite noruega contra un régimen político, traicionando la esencia del testamento de Alfred Nobel, cuyo único deseo era que su fortuna, manchada por la guerra, financiara la paz auténtica y el desarme global.
Ficha autoral
Raúl Amílcar Palacios
Poeta, dramaturgo, periodista y declamador. Autor de obras de memoria y resistencia. Creador del Podcart “RAUL PALACIOS PRESENTA”, donde la palabra ética se convierte en legado sonoro.
La palabra “traición” no es un exceso. Es una fidelidad.
Cuando escribí que el Comité Noruego del Premio Nobel había traicionado a Alfred Nobel, no lo hice por impulso ni por retórica. Lo hice porque esa palabra —traición— refleja con exactitud la ruptura entre el espíritu del testamento de Nobel y la decisión de premiar a una figura que representa confrontación interna, militarización y presión extrema como estrategia política.
Alfred Nobel no dejó su fortuna para premiar luchas políticas internas. Lo dejó para honrar a quienes promuevan la fraternidad entre las naciones, el desarme y la diplomacia. Esa frase, que hoy repito, es el corazón de mi crítica. Y no la suavizaré, porque hacerlo sería traicionarme a mí mismo.
Activismo democrático no es militarismo.
Algunos me han preguntado si confundo el activismo democrático con el militarismo. Mi respuesta es clara: no. El activismo democrático se basa en la causa justa, en la movilización ciudadana, en la defensa de derechos desde la legalidad. El militarismo, en cambio, instrumentaliza la fuerza armada como vía de cambio político. María Corina Machado no se ha desligado de esa vía. La ha priorizado.
Su trayectoria incluye llamados explícitos a la fractura militar interna como solución. Y más grave aún: recientemente, en entrevista desde Europa, afirmó que los venezolanos —aunque hablaba por ella— están listos para asumir el poder cuando el ejército de Estados Unidos invada Venezuela y capture a Nicolás Maduro, llevándolo a una cárcel norteamericana como ocurrió con el expresidente de Panamá.
¿Eso es resistencia pacífica? ¿Eso es fraternidad entre naciones? ¿Eso es desarme?
El Comité Noruego ha premiado una narrativa, no una ética.
Al justificar el premio bajo los términos de “transición justa y pacífica”, el Comité ha ignorado la cláusula esencial del testamento de Nobel: la abolición o reducción de los ejércitos permanentes. Ha preferido centrarse en la justicia política, desfigurando el mandato original.
Y yo, como autor, como analista político, como testigo, ejerciendo un periodismo serio y responsable, no puedo callar ante esa distorsión.
Por eso lo escribí. Por eso le respondo. Y por eso este programa es uno de mis favoritos: por la seriedad con que se conduce y la responsabilidad periodística que lo respalda.
Este texto no es una defensa. Es una reafirmación. No escribo para convencer, sino para dejar constancia. Porque la paz no puede ser reducida a una estrategia. La paz es una ética. Y esa ética exige coherencia, incluso cuando incomoda.
“Alfred Nobel no dejó su fortuna para premiar luchas políticas internas, sino para honrar a quienes promueven la fraternidad entre las naciones, el desarme y la diplomacia.”
¿Ha evolucionado el concepto de paz desde el siglo XIX? ¿Por qué aferrarse al testamento de Nobel?
Los conceptos pueden evolucionar, sí. Pero el texto de un testamento no. Mientras la ley del Estado que lo respalda no lo haya modificado, su mandato permanece vigente. Alfred Nobel no dejó una metáfora ni una sugerencia: dejó una cláusula clara, escrita, legal, que define qué debe premiarse como “paz”. Y esa cláusula habla de desarme, de diplomacia, de fraternidad entre naciones. No de confrontación interna ni de cambio de régimen por presión militar.
¿Y qué opina de otros Nobel polémicos, como Obama o Santos? ¿También fueron traiciones?
Lo he dejado claro. Y en el desarrollo de mi artículo me refiero a ello. No es la primera vez que el Comité Noruego se desvía del mandato original. Pero cada vez que lo hace, debemos decirlo. Porque la repetición de una distorsión no la convierte en norma. La convierte en costumbre. Y las costumbres también pueden traicionar la ética.
¿No es contradictorio que usted, como crítico del poder, cuestione a una figura que también se opone a un régimen autoritario?
No soy crítico del poder. Soy periodista. Y mi deber es ser objetivo. Mostrar a mis lectores y a mi audiencia una realidad que puede chocar con otros en sus propios conceptos. Contra eso nada puedo hacer. Porque mi interés no es imponer una visión, sino mostrar una realidad. Y esa realidad, en este caso, es que el Premio Nobel de la Paz ha sido otorgado a una figura cuya trayectoria contradice los principios que ese premio debería defender.
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