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Pintura alusiva a Alfa Karina con el Everest de fondo: 1.858 de altura y 8,063 de coraje. Foto: Helen Morales/Diario Co Latino

Alfa Karina; “Por allá no entierran a los muertos y no podía perder la nariz”

Rolando Alvarenga
@DiarioCoLatino

Interesantes y curiosas revelaciones en broma y en serio, hizo la montañista salvadoreña, Alfa Karina Arrué durante reciente conversatorio familiar y con amistades cercanas, alusivas a su intrépido escalamiento al Monte Everest, de 8,850 metros de altura. Por tal motivo y en un afán de expresarle su reconocimiento y reiterarle el apoyo mediático a su trayectoria, este redactor olímpico de Co Latino se reunió con ella para degustar algunos unos bocadillos, -de los que no vio en el Everest- y escudriñar insumos sobre lo que fue su tan histórica, heroica y suicida expedición.

Aunque interna y externamente con el cuerpo todavía adolorido por el tremendo esfuerzo integral que le significó el querer ponerle la cereza al pastel, Alfa Karina todavía sacó fuerzas de flaquezas para conducir con humor el conversatorio sin perder la atención de los presentes. Para los que de alguna u otra forma y desde cualquier comodidad han cuestionado su extrema aventura, explicó que,”recibiendo cierta ayuda del INDES, pero con recursos propios producto de un elevado préstamo, esta misión la ha dejado hipotecada con más de sesenta mil dólares.  Además, dijo, “hacer este intento no fue una ocurrencia irresponsable o un paseo de campo. Fue el producto de varios años de entrenamiento subiendo y bajando los principales montes, montañas y volcanes de américa latina y todo lo que eso implica”.

En una especie de resumen y sustancia de lo que fue su conversatorio, lo más destacado fue: -”Pasé dos meses sin bañarme para no exponerme a una neuomonía. El pelo se me puso bien duro, sobreviví con toallas húmedas y la alimentación siempre fue vegetariana”. – “Por sus creencias religiosas ellos (los millones de habitantes de Katmandú), no entierran a sus muertos. Los tiran a los ríos que a traviesan toda la ciudad y como para ellos son sagrados, ocupan el agua para bañarse y lavar. Además, allí tiran las ofrendas. Por sus creencias religiosas, hasta en la séptima vida creman los cadáveres. Es impactante la insalubridad medio ambiental”.

En un capítulo emotivo, Alfa Karina narró: “Estando en el campamento cuatro, a ocho mil metros de altura, en la zona de la muerte, (donde empiezan a morir las celulas), surgieron los problemas climáticos que impidieron el avance. Quise y traté de intentarlo, pero el sherpa (auxiliar de montañista), me advirtió que podía correr el riesgo de perder algún miembro de mi cuerpo, incluso morir y mi cadáver quedaría arriba para siempre.

Entonces me recordé de mi hija Andrea que antes de partir a la misión me advirtió que le hiciera caso al sherpas, porque sí yo llegaba a perder la nariz, nunca más me volvería a hablar en su vida. Entonces ni modo, mejor desistí y muy afectada tocó emprender el descenso”.

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