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32 años de la gesta que abrió paso a la negociación para alcanzar la paz

Licenciada Norma Guevara de Ramirios

La demostración que el FMLN hiciera con la ofensiva “Febe Elizabeth Vive” o “Al tope y punto”, en 1989, entre el 11 de noviembre y la primera quincena de diciembre, abrió paso a la negociación política que puso fin al conflicto armado.

Las acciones guerrilleras  y milicianas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional tuvieron lugar  en todo el país, pero  el impacto informativo que repercutió más en la conciencia nacional e internacional, fueron las desarrolladas en los alrededores de la capital de la República, tanto en los municipios periféricos del oriente y norte, como las desarrolladas en la zona más exclusiva de San Salvador.

Es difícil tener en la memoria la magnitud completa de la ofensiva, de los miles de hombres y mujeres guerrilleros y guerrilleras, milicianos, trabajadores organizados que se incorporaron activamente  a la ofensiva; se prepararon para imprimir un giro a la situación en la correlación de fuerzas y en la opinión política de los actores nacionales y externos. Esto debería favorecer la solución política negociada del conflicto.

Fueron valientes patriotas, revolucionarios que transformaron el momento histórico, la imagen del país en el que una parte del pueblo luchaba contra la dictadura para abrir una nueva página en la vida nacional. A todos ellos y ellas, a todos los que lucharon, a los que perdieron la vida, a los que sufrieron lesiones, a los que salieron ilesos, el país  les debe respeto y gratitud.

El resultado de su lucha cambió la opinión de quienes en la contraparte dirigían la guerra con la pretensión de derrotar militarmente al movimiento insurgente, que era militar, político, diplomático, y que había ganado  la más amplia solidaridad internacional.

Muchos relatos recogen apreciaciones generales y vivencias personales o grupales de semejante acontecimiento, que no estuvo desprovisto de sufrimiento y de acciones crueles, como el asesinato de los padres jesuitas en los recintos de la Universidad Católica (UCA) y de sus colaboradoras, acto que fue cometido por unidades de la fuerza armada con la pretensión de inculpar al FMLN.

Cada persona de quienes vivimos ese momento guarda nombres de seres queridos, conocidos, más cercanos, y esa memoria se activa  en distintos momentos e inevitablemente en días como el que iniciara la ofensiva.

Norma Guirola, Tania Parada, Pavel, Misael, Chus Rojas y cuántos otros y otras mártires de la lucha por un país diferente.

Sin embargo, existen quienes se atreven a afirmar que  no existió una guerra, que era todo pactado y se atreven a negar la realidad, porque aspiran a repetir los horrores de aquel tiempo de cruel dictadura.

Hacemos la guerra para conquistar la paz, era más que un lema, era un pensamiento que posibilitó el cumplimiento de una estrategia trazada para alcanzar el anhelo de una solución política negociada, como efectivamente ocurrió.

La negociación, con respaldo del Secretario General de Naciones Unidas, fue posible por el estremecimiento de la conciencia nacional e internacional sobre la importancia de abrir un nuevo tiempo a nuestro pueblo, en el que se terminara con el abuso desde las instancias estatales contra el pueblo, y que se dejara de usar las armas para buscar objetivos políticos.

Eso requería una nueva institucionalidad que trajo reformas a la Constitución, al sistema judicial, al sistema electoral, a la fuerza armada y a la seguridad, a los derechos humanos, entre otros.

32 años después, los gobernantes de turno tratan de borrar la historia, retoman la persecución de opositores y ejercen violencia institucionalizada contra la sociedad en su conjunto, desestabilizan la institucionalidad construida con base a los Acuerdos de Paz.

Es importante darse cuenta de la importancia de detener esas prácticas conocidas en el pasado y que sabemos acarrean consecuencias muy negativas al pueblo todo.

Generaciones que vivimos los tiempos de antes de la guerra revolucionaria, que fueron tiempos de represión, pobreza y violación sistemática de derechos humanos; que sobrevivimos a la etapa del conflicto y sabemos que el tiempo después, si bien no fue vivir en un lecho de rosas, fue de lucha y construcción democrática, estamos llamados a unir nuestras voces, nuestras palabras, nuestras acciones, en defensa de lo que con esfuerzo y enormes sacrificios conquistó nuestro pueblo.

Es el homenaje que se merecen aquellos hombres y mujeres, de distintas edades, salvadoreños y muchos internacionalistas, que generosamente se volcaron a la gesta más grande  que abrió paso a la solución de un conflicto sin igual en nuestro continente.

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