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Navidad y Año Nuevo en el Ágora Cuscatleca

Carlos Girón S.

Un gran ramo de flores de toda clase y color para ustedes, buy viagra queridos contertulios, click para alegrarles el espíritu en estas felices fiestas de Navidad y Año Nuevo” –dijo Tomás, pharm el carpintero, que llegó temprano al Ágora Cuscatleca, con ese ánimo fraternal y con aroma de santidad como influencia de la que rodea la Tierra con su atmósfera por la llegada de Jesús el Cristo.

–“Un abrazo también para cada uno de mi parte, contestó Filadelfo, el fontanero, expresándoles mis profundos deseos de que todo vaya mejor cada día”.

–“Señores, ustedes comienzan por donde no debían. Lo primero es alzar nuestras almas y corazones a Dios y a Jesús, Su amado Hijo, para darles gracias por todas las bendiciones y misericordias con las que adornan nuestras vidas, empezando por tenerlas, porque Él nos la prestado un día, muchos días más, estar vivitos y coleando. No hay que ser tan materialistas”, se apresuró a decir Doña María, la de las pupusas con loroco.

–“Cierto, cierto, yo es lo que hago todos los días al levantarme en la mañana, y más en una época como esta, cuando festejamos y recibimos los influjos del Jesús que vino y se quedó –como dicen los anuncios- con todos los dones y bienaventuranzas del Creador”, comentó Julia, la de los panes con pollo, que de inmediato fue secundada por Yolanda, la de las bolsitas de mango rayado con alguashte y chile.

Apareció por allí Apolonio, cargador de camión, pidiendo que los presentes hicieran la cabuda con una “cora” cada uno o más para comprarse siquiera “una media” de la trenzuda, para quitarse “la cruda” que tenía desde la Nochebuena.

Los circunstantes pusieron oídos sordos a la quejumbre del camionero y se preguntaron cómo la habían pasado en la Nochebuena, y qué se tenían preparado para el 31.

Cada uno narró sus vivencias, sus alegrías o tristezas, incluyendo algunos que le echaron la culpa a los fabricantes de cohetes por el percance que sufrieron en la familia debido a dos cipotes seriamente quemados con los cohetes y buscaniguas.

A uno que contó su caso, Joaquin, el vendedor de hot dogs, le dijeron varios de los parroquianos que la culpa era de él y su mujer por haberse descuidado de los hijos. “Son unos tontos, se ponen a celebrar y mandan a los bichos para que no les molesten”, le reprocho Fidelina, la vendedora de pan con café en su carretón.

Sarbelio, el de talle universitario, irrumpió preguntando: “Oigan, y ¿ustedes cómo creen que la pasó el negrito del batey?

–“Como en el Olimpo, siendo uno de los dioses, soplándose “los compañeros” en su “haragana”, con sus “bloodymery” en la mano, riéndose de todo el mundo, diciéndose “¿van a creer? Yo soy más listo e inteligente que todos y además tengo todos los piñones de la maquinaria corrupta en mis manos, si no estuviera aquí lejos de aquellos fríos barrotes de la cárcel.

Doña Lupe, vendedora del mercado dijo que por eso había sido acertada la idea de ir a cantarle a su mansión villancicos de bufón, lamentándose que no se les ocurrió ir a hacer lo mismo a las residencias de los defensores del negrito.

–“Miren, ese es un caso ya cocinado, señores. El hombre ya quedó libre en la impunidad absoluta. En el juicio nadie logrará condenarle, probablemente ya hay pláticas bajo el agua” –comentó el señor bien vestido que ocasionalmente pasaba por el Ágora y se detenía por sentirse intrigado de los temas que allí se debatían.

–“Usted quiere decir que los “saquitos” han estado activos, yendo de aquí para allá, pasando de mano en mano, haciendo ricos a muchos pelados” –comentó Adrián, uno aparecido allí de oficio taxista.

–“Lo que quisiera saber es si todavía andan repartiendo esos saquitos –dijo Rogelio, el vendedor de billetes de lotería–, pues no me caería mal tener uno de ellos, así pagaría mis deudas, el crédito bancario, principalmente, que no me dan agua llamándome a cada rato para exigirme el pago, eso después de que me anduvieron rogando para que les aceptara la tarjeta de crédito, que tengo al tope.

–José, el plomero, sugirió por qué no hablaban de otros temas, como el del nombramiento o elección del nuevo Fiscal General de la República.

–“Mire, don José, para mí, quienquiera que sea escogido será mejor mil veces que el saliente, cuyas ejecutorias todo el mundo conoce, a pesar de lo cual el pobre abriga esperanzas de ser reelegido”, acotó Julián, el vendedor de sorbetes de carretón.

Doña María, la pupusera propuso que “en vez de estar hablando basuras” mejor dijeran qué tenían pensado hacer en sus casas con la llegada del Año Nuevo.

La concurrencia estuvo de acuerdo y aprobó la propuesta. Uno a uno fueron dispersándose a sus respectivos quehaceres, con el corazón lleno de esperanzas de que el nuevo año les traerá muchas cosas buenas y mejores, muchas bendiciones de Dios.

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