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El General de los jesuitas y el poder

German Rosa, s.j.

Cuando buscamos la palabra jesuita en el diccionario de la Real Academia Española se define, entre otros aspectos, en los siguientes términos: hipócrita, taimado. La hipocresía es un vicio definido que finge cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente siente la persona. Y al calificar a una persona como taimado se le considera como bellaco, astuto, disimulado y pronto en advertirlo todo.

Dicho brevemente, calificar en el lenguaje corriente a una persona como jesuita es porque se le atribuye estos conceptos negativos antes mencionados. En la lengua italiana sería descrito simple y llanamente con la palabra “furbo” (astuto y listo). Lamentablemente esta definición ha sido producto de un imaginario construido sobre casos particulares y se ha estereotipado a todos los miembros de la misma congregación religiosa. Pensemos más detenidamente sobre los jesuitas. ¿Quién es en verdad un “jesuita”?

1) Un hombre frágil, pecador pero dispuesto a servir bajo el estandarte de la cruz de Jesús para la promover la fe y la justicia

Sin tener una posición apologética inmediatista, estas concepciones antes enunciadas sobre los jesuitas pueden resultar cuestionadas cuando se conoce personalidades entre sus miembros que han mostrado otro talante opuesto a estos calificativos peyorativos. Obviamente, sin pretender negar que todos los jesuitas somos pecadores y tenemos fragilidades humanas, recordemos algunos nombres entre sus filas de una larga serie de santos, teólogos, científicos, filósofos, artistas y pedagogos: Ignacio de Loyola, Luis Gonzaga, Matteo Ricci, Francisco Javier, Wu li, Luis de Molina, José de Anchieta, Juan de Mariana, Pedro Canisio, Pedro Claver, José de Acosta, Antonio Ruiz de Montoya, Atanasio Kircher, Eusebio Kino, Francesco Lana – Terzi, Angelo Secchi, Francisco Javier Clavijero, Teilhard de Chardin, Karl Rahner y su hermano Hugo Rahner, Alberto Hurtado, etc. Y en El Salvador, recordemos los padres Rutilio Grande, Ignacio Ellacuría, Segundo Montes, Ignacio Martín Baró, Joaquín López y López, Amando López y Juan Ramón Moreno.

No olvidemos que los jesuitas martirizados en la UCA el 16 de noviembre de 1989, tienen como inspiración la opción plasmada en la Congregación General XXXII (Asamblea General de los jesuitas), realizada del 02 de diciembre de 1974 al 07 de marzo de 1975, al definir el carisma de los miembros de la Compañía de Jesús en estos términos: “la misión de la Compañía de Jesús hoy es el servicio de la fe, del que la promoción de la justicia constituye una exigencia absoluta, en cuanto forma parte de la reconciliación de los hombres exigida para la reconciliación de ellos mismos con Dios” (Decreto 4, n 2).

Después se han realizado 3 Congregaciones Generales más, en las que se ha confirmado esta opción y se ha enriquecido articulándola con las opciones de la inculturación y el diálogo interreligioso.

El Papa Pablo VI describió a los jesuitas de la siguiente manera (1975): «Donde quiera que en la Iglesia, incluso en los campos más difíciles o de primera línea, ha habido o hay confrontaciones: en los cruces de ideologías y en las trincheras sociales, entre las exigencias del hombre y mensaje cristiano allí han estado y están los jesuitas» (Cfr. https://es.wikipedia.org/wiki/Compa%C3%B1%C3%ADa_de_Jes%C3%BAs).

Y existen muchas más notables personalidades de la Compañía de Jesús, que han contribuido con su ciencia y sus virtudes al bien de la sociedad. ¿No es esto una interpelación para la Real Academia Española, ¿no sería ya la hora que revisara y se actualizara el concepto de jesuita en las futuras ediciones del Diccionario de la Lengua Española?

2) Los últimos tres Generales de los jesuitas

Desde 1965 hasta el año en curso, los jesuitas hemos sido gobernados por tres Superiores Generales. Pedro Arrupe, un líder místico carismático; Peter Hans Kolvenbach, el maestro espiritual conocedor de la cultura del medio oriente y poseedor del arte de la diplomacia eclesiástica; y Adolfo Nicolás, una eminencia del diálogo intercultural y de gran riqueza humana con gran capacidad de discernimiento espiritual.

Pedro Arrupe, de origen español, gobernó los jesuitas entre 1965-1983, quien asumió la misión del aggiornamento de la Compañía, es decir, actualizar la vida religiosa aplicando el Concilio Vaticano II; Peter Hans Kolvenbach (holandés) que estuvo a la cabeza de la Compañía de Jesús en el período de 1983-2008, año en que presentó su renuncia por motivos de edad. Al P. Kolvenbach le tocó construir puentes con el Papa Juan Pablo II, después de su intervención a la Compañía y la dimisión del P. Arrupe. Período difícil, tanto que algunos historiadores de la Compañía de Jesús han expresado que vivimos el riesgo de una segunda supresión de la congregación religiosa.

El 7 de enero de 2008 comenzó la Congregación General 35 para elegir nuevo Superior General y legislar sobre aspectos de la misión y carisma de la Orden. El 19 de enero resultó elegido como trigésimo Superior General el español Adolfo Nicolás, perteneciente a la Asistencia de Asia Oriental y Oceanía que, como Arrupe, había sido provincial de Japón.

Adolfo Nicolás nació en Villamuriel de Cerrato, el 29 de abril del año 1936. Entró en el noviciado la Compañía de Jesús en Aranjuez, España; fue ordenado sacerdote el 17 de marzo de 1967 en Tokio, lugar donde enseñó teología sistemática en la Universidad de Sofía a partir de 1971 por algunos años. En 1978 se trasladó a las Filipinas, donde fungió como director del Instituto Pastoral de Manila, responsabilidad que duró hasta el año de 1984. La formación espiritual y teológica de Adolfo Nicolás la tuvo en Madrid, Tokio y Roma. Ha tenido una amplia experiencia de gobierno: primero como Provincial en el Japón, después como Presidente de la Conferencia de los jesuitas del Asia Pacífico y Oceanía. Sin embargo, también ha realizado misiones en Australia, China, Japón, Corea, Micronesia, Myanmar y Timor del Este (Cfr. Antonio Spadaro, S. (167). Intrevista a P. Adolfo Nicolás, Prepósito Generale della Compagnia di Gesù. La Civiltà Cattolica, 376 – 377).

El 20 de mayo de 2014, en una carta dirigida a toda la Compañía de Jesús, Adolfo Nicolás escribió: “Tengo la convicción personal de hacer los pasos necesarios para presentar mi dimisión a la Congregación General”, es decir, la Asamblea General que es la autoridad máxima de la Compañía de Jesús y es constituida por jesuitas, elegidos por todas las Provincias.

D

esde que fue elegido Adolfo Nicolás, tuvo conciencia de la necesidad de entregar su responsabilidad cuando su salud  o fuerzas fueran insuficientes para el cargo. Muestra de su libertad de espíritu frente al poder temporal, y su deseo de no eternizarse en el mismo. Un verdadero misionero que actúa con libertad frente al poder. El mes de octubre próximo comenzará este proceso de la elección del futuro General de los jesuitas. No se trata de un “Nicolás-exit”, sino que es un paso discernido y bien ponderado a lo largo de los años. Sigue el ejemplo de su predecesor Peter Hans Kolvebach. Esta es una gran lección porque los cambios en el poder no se improvisan, se preparan, se organizan las transiciones y se concretan.

3) Un imaginario social desarmado ante el General Adolfo Nicolás

Al escuchar el nombre de la Compañía de Jesús, rápidamente el imaginario colectivo puede evocar imágenes de fuerzas de operaciones especializadas o fuerza élite en un campo de batalla. Y al escuchar el nombre del Padre General de los jesuitas, rápidamente la imaginación vuela y se puede evocar a los míticos generales de la segunda guerra mundial como Erwin Rommel (1891-1944), Bernard Montgomery (1897 -1976), Dwight Eisenhower (1890 – 1969), o George S. Patton (1885 – 1945). Ciertamente que el Padre General de los jesuitas debe tener la capacidad para diseñar estrategias y planes globales, pero totalmente alejados de la inspiración bélica.

Otra imagen desfigurada sería la de un personaje que constantemente está en los círculos del poder político, eclesial y de la diplomacia. Es normal que el General de los jesuitas conozca personalidades y líderes mundiales. Algunas veces tiene que encontrarse con el Papa, con diplomáticos o políticos que necesitan dialogar sobre temas importantes de sus respectivos países o de situaciones particulares en las cuales puede prestar un servicio la Compañía de Jesús. Pero tal como dicen los ingleses, ciertamente que esto “no es su tasa de té”.

Otra imagen distorsionada sería concebir al General de los jesuitas como un hombre frío, calculador y pragmático, que mide cada movimiento de la vida conservando la distancia de los otros. Nada más lejos de la realidad.

Adolfo Nicolás es tan normal que se confunde en medio de los compañeros de su comunidad las mañanas cuando se celebra la eucaristía. Viste como todos y lo que llama la atención es su estilo discreto. No siempre preside la eucaristía y ora con todos de tal manera que el que no lo conoce no puede identificarlo a simple vista como el General y se le puede confundir con cualquiera otro de los jesuitas.

La estructura de gobierno de los jesuitas es ciertamente vertical, pero la manera de ejercer el poder y el estilo de Adolfo Nicolás es horizontal. Se puede dialogar con él de todos los temas, está actualizado y nunca falta una nota de buen humor. Ríe con naturalidad, tiene una presencia agradable sin hacer sentir imponentemente su autoridad. Tiene una confianza absoluta en Dios, una espiritualidad profunda, y cuando se le ve orar en la Capilla de la Anunciación en la Casa General de los jesuitas, se abandona totalmente en las manos de Dios. Siendo un hombre tan equilibrado, que parece que nada lo perturba, no puede esconder su mayor pasión volcada hacia Dios. Tal como lo dice con frecuencia a todos los jesuitas y laicos o laicas con los que dialoga: “no hay que distraerse, hay que vivir en la profundidad”. Un llamado para no dejarse atrapar por la superficialidad de las apariencias y del mundo de la imagen y de lo descartable.

En el comedor de la Casa General de los jesuitas, muchas veces Adolfo Nicolás se sienta en el puesto de la mesa para servir a todos los compañeros. Y cuando se le ofrece el centro de la mesa se reúsa aceptarlo y prefiere quedarse en el lugar del servidor de todos. Ha aprendido muy bien lo que dice Jesús en el Evangelio de Lucas: “Pues ¿quién es más importante, el que está sentado a la mesa o el que sirve? El que está sentado, ¿no es cierto? Sin embargo, estoy entre ustedes como el que sirve” (Lc 22,27).

En la vida ordinaria con frecuencia se le encuentra en la lavandería. Fácilmente se puede coincidir con Adolfo Nicolás en ese lugar de la casa, pues está acostumbrado a lavar su propia ropa. Aprendió desde su juventud a hacer los oficios más sencillos y servicios humildes para la comunidad. Los asume sin ninguna resistencia, ni ostentación de su sencillez.

Adolfo Nicolás disfruta cada momento con los compañeros de comunidad. Puede dedicar tiempo para celebrar un cumpleaños o para tomarse una copa de vino siciliano para brindar con sus compañeros, acompañado con un buen pedazo de ¡queso salvadoreño! En ese momento nada es más importante que festejar y disfrutar la vida con los demás. Aprendió desde su noviciado que la Compañía de Jesús nace y se funda en el sueño de ser amigos en el Señor y la fraternidad nace, siendo Compañeros de Jesús. Condición fundamental para ser un auténtico jesuita. El nombre de Compañía de Jesús no es sinónimo de un regimiento militar, es más bien sinónimo de ser un grupo de auténtico amigos de Jesús. Todos los jesuitas estamos llamados a conocer a Jesucristo para más amarlo y seguirlo. Ser amigos en el Señor es lo que define al jesuita desde las raíces de su identidad y su vocación a la Compañía de Jesús.

Adolfo Nicolás nunca pierde la paz ni la tranquilidad. A veces su silencio se hace sentir. Probablemente está pensando sobre la misión de los jesuitas en Siria en medio de la guerra, o bien en los refugiados o los migrantes que cruzan el mediterráneo y mueren ahogados, probablemente está pensando en las crisis de Colombia con los acuerdos de paz, los conflictos y la polarización en Venezuela, la violencia y el narcotráfico en el mundo de hoy o puede reflexionar en el silencio sobre el diálogo que ha tenido con su santidad el Papa Francisco durante una caminata ese día por la mañana temprano… En realidad no lo sabemos, y él sabe guardar un discreto silencio, signo de su sabiduría. Una vez le dije: Padre Usted prefiere callar sobre este tema. El me respondió: “cuanto más se sabe, el silencio es más pesado…”.

A propósito del Papa, otro mito sobre el General de los jesuitas es darle el título del “Papa Negro”. Este título no tiene una connotación racista. Es un mito que nació probablemente porque en otra época el General de los jesuitas vestía siempre la sotana negra, y también por la cercanía que éste tenía con el Papa para enviar a los jesuitas donde hubiera mayor necesidad, o por una simple comparación entre ambos y la influencia que el General de los jesuitas podía tener en el Vaticano. En verdad, Adolfo Nicolás lo dice claramente y sin ambigüedades, que no es Papa porque hay solo uno, el Papa Francisco, y que tampoco ahora el General de los jesuitas usa una sotana negra, y además no siempre viste de negro. Algunas veces usa ropa común y corriente o también deportiva. Adolfo está feliz de concluir muy pronto su servicio como P. General de los jesuitas. Sonríe y está a gusto por concluir una gran misión. En octubre presentará su dimisión durante la Congregación General XXXVI, para dar lugar a otro líder que asuma la misión de ser el capitán del barco de la Compañía de Jesús. Regresará a su Provincia de donde vino antes de ser nombrado General. Ahora está esperando ser destinado a una nueva misión. Dependerá del Provincial del Japón, asumirá su nuevo servicio apostólico, viviendo en una comunidad más pequeña, y dependerá de un superior que es el responsable de la misma. De General pasará a ser un miembro más, entre los compañeros de su Provincia. Un ejemplo de disponibilidad y sencillez.

Seguiremos dialogando sobre el estilo de gobierno y el ejercicio del poder de Adolfo Nicolás en otra oportunidad.

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