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Triunfa la izquierda en Uruguay

Isaac Bigio*

En el balotaje presidencial uruguayo del domingo 24 de noviembre se impuso Yamandú Orsi del Frente Amplio con un 52% de los votos, frente al 48% de Álvaro Delgado de la gobernante conservadora Coalición Republicana. Orsi crecioo 6 puntos con respecto a sus resultados de la primera vuelta.

En ambas rondas el índice de participación fue muy alto (encima del 89%). La masiva concurrencia a las urnas y una diferencia de 4 puntos hace inobjetable dicho triunfo. Por su parte, en Uruguay hay la tradición de respetar los resultados. En las pasadas elecciones del 2019 el conservador Luis Lacalle derrotó al izquierdista Daniel Martínez por 1.5% y el Frente Amplio aceptó dejar el gobierno tras 15 anchos y 3 mandatos de haberlo ejercido.

El Frente Amplio fue fundado en 1971 como una alianza de una treintena de fuerzas izquierdistas. Hoy las más importantes son los partidos socialista, comunista y el Movimiento de Participación Popular (creado por exguerrilleros tupamaros como el expresidente Pepe Mujica), aunque inicialmente estuvo conformado por sectores democristianos y fracciones de los partidos nacional y colorado. Los diversos partidos trotskistas le han podido dar voto crítico aunque cuestionan que este “proteja al Estado burgués”.

El FA llegó al gobierno por primera vez en 2004. El socialista Tabaré Vásquez fue presidente en 2004-2009 y luego 2014-2019. El ex-condenado y torturado por terrorismo Pepe Mujica fue electo en 2009-2014.

Ahora que Uruguay va a tener un gobierno izquierdista se crea un contrapeso a los recientemente electos presidentes ultraderechistas de la vecina Argentina y de EEUU. Uruguay se suma a la corriente de gobiernos rojos o rosas en las que se encuentra Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, Venezuela, Nicaragua, Honduras, Cuba y México.

Con respecto a la experiencia peruana hay 3 datos a analizar: 1) la derecha acepta los resultados electorales y anda dispuesta a tolerar convivir con una administración izquierdista; 2) la izquierda preserva su unidad pese a sus enormes diferencias entre sí y no busca deponer a su propio presidente electo; 3) los antiguos grupos insurgentes que han trocado las armas por las urnas no son terruqueados y están legalizados y pueden acceder al gobierno (algo que también pasa hoy en Colombia); 4) el sistema política charrúa no tiene los altos niveles de impopularidad que tiene el peruano (donde hasta el 98% de los empresarios no avala a este congreso).

*Isaac Bigio. Politólogo economista e historiador con grados y postgrados en la London School of Economics & Political Sciences.

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