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Narraciones Urbanas

ΦGabriel Otero

 

Si uno quiere practicarse la eutanasia prematura o fastidiarse la vida de forma gratuita, se debe residir en el Distrito Federal, aquí los días terminan antes del amanecer y las noches son cortas y frías.

Hace tiempo el poeta Efraín Huerta le declaró su amor y odio a esta ciudad adonde todos se miran sin ver y caminan sin rumbo, siempre con la prisa de sentirse importantes. Los he observado en los parques o en el transporte público, en los cines, plazas y restaurantes, los persigue esa idea del tiempo que se hace agua en las manos.

MÉXICO DISTRITO FEDERAL

Es el universo de los chilangos, viven hacinados en departamentos cargando en sus espaldas el privilegio o estigma de haber nacido aquí. En provincia son sagaces o prepotentes, competitivos o astutos, frágiles a veces, se sienten desnudos sin su ciudad pero esta los olvida desde el momento en que se van.

La ciudad también es espléndida y bella, baste caminar sobre el Paseo de la Reforma para sentirse dueño de la Diana Cazadora y levitar junto al Ángel de la Independencia o tan sólo contemplarla de noche con su marea de luces que compiten con el manto estelar.

Es una ciudad con opciones aunque haya que formarse para cualquier cosa, pareciera que todo fuese gratuito, hay gente por todas partes y a todas horas que pululan en un hormiguero buscando algo sin saber qué es.

Así es el Distrito Federal, ciudad orgullosa e inmensa, como cualquier mujer, nadie puede ufanarse de conocerla entera. Todos los días se traga a cerros, lomas y oteros para crecer.

Es ruidosa, goza de la algazara, hierve a cada instante, no es París ni es Nueva York es México City, la amada y la odiada, la que chupa la vida y se vive para ella.

Cualquier capitalino me exiliaría ipso facto si hablara mal de su ciudad, la única ventaja de irse a provincia sería poder escudriñar a alguna estrella languideciendo de nostalgia por desaparecer.

HISTORIAS DE AZOTEA

Las azoteas son reinos de otro mundo, en las noches son parajes selenitas inadvertidos por el común de los mortales, ahí todo se ve y se hace: el hijo de familia sube a hurtadillas a sobarle el amor a la muchacha de la casa; en la oscuridad, parejas de novios adolescentes que no tienen lugar para darse calor y comerse el uno al otro se juran la eternidad; las letanías de la neurótica del 403 se escuchan claras, y cómo no padecer la enfermedad del enojo, la abandonaron con tres hijos y montañas de deudas.

Un aficionado a la astronomía manipula su telescopio y observa los 140 kilómetros por segundo que recorre la Galaxia de Andrómeda hacia la Vía Láctea,  imagina su probable colisión en tres mil millones de años,  se siente polvo cósmico, nada de la nada, en el futuro no habrá nada ni siquiera cucarachas de azotea.

Es el placer de las sombras, la nocturnidad imbatible y encubridora, la noche urbana vivida desde lo alto, un fisgón se mete por las ventanas con binoculares, intenta escrutar formas a través de las cortinas, hoy no tiene suerte, en viernes por lo general sí, cuando ellas mareadas y cachondas regresan de las fiestas o los antros y no apagan la luz cuando se desvisten.

Ella escondida en un resquicio, entre el tanque de agua y las antenas de cable, le habla por celular a su amante, a susurros le dice lo mucho que lo disfruta y que lo verá mañana en el lugar de siempre, algún motel de Tlalpan o de la Roma siempre que la habitación tenga jacuzzi para borrar los restos de semilla en vellos, orificios y piernas.

En otra azotea se oye música bailable, es la fiesta de los gatos, los que carecen de sitios cercanos a la tierra para divertirse, son los “ninis”, ni estudian ni trabajan, solitarios vividores de la melancolía, vinieron de lejos a buscar oportunidades en esta ciudad en la que ya no cabe nadie.

En la hora prima, los suicidas dubitativos nunca aspiran tirarse de edificios de más de cuarenta metros de altura, ellos son exhibicionistas, buscan alguna razón o las súplicas que los anclen a la vida unos años más. Los suicidas convencidos no necesitan azoteas, basta la invasión de la tristeza y el desasosiego y dos botes de ansiolíticos para perseguir la luz que no cesa.

Las azoteas durante el día son aburridas, espacios para lavar y secar la ropa, miradores impersonales atiborrados de antenas, tuberías de gas y agua y tendederos oxidados.

Las historias se escriben cuando todos duermen, el lapso en el que sol alumbra por otras partes, las horas en las que en la piel se deslizan las gotas de rocío.

AL JUNKIE SE LE APARECIÓ JESUCRISTO EN EL CINE CHAPLIN

Jeringa en mano se palpó el brazo izquierdo buscándose las venas,  se golpeó con dos dedos el rastro azul debajo de la piel y cerró el puño para picarse. De la punta de la aguja brotó placer matutino instantáneo. En el buró yacían botes medio llenos de quaalude, valium y ritalina, barbitúricos y speeds, que mezclados serían un cóctel vasto para matarse en un rato.

El guion de la fotonovela enfatizaba una atmósfera decadente matizada por claroscuros que se lograban cerrando las persianas. Para hacer más delirante la escena escuchábamos a todo volumen Never Mind The Bollocks de los Sex Pistols evocando la creencia nihilista de Sid Vicious que se vive rápido y se muere joven.

El set era la recamara de un departamento en Tlatelolco, la morada familiar de Santiago, estudiante de cine. El trabajo: una fotonovela con diapositivas cuyo argumento narraba la alucinación de un junkie en la que se le aparecía Jesucristo para advertirle de las consecuencias de su vicio.

La fotonovela se desarrollaba en dos locaciones: el interior del mencionado cuarto y la acera frente al cine Chaplin, no había story board, pero Santiago tenía en la memoria ideas precisas de los ángulos requeridos y del manejo de cámaras.

El papel del junkie lo desempeñaba Mario, estudiante de leyes; el rol de Jesucristo lo personificaba yo, estudiante de letras; además participaban de fotógrafos diligentes Tonatiuh y Ramiro, también estudiantes de cine que constituían el equipo de realización.

Mario le dio vida al junkie, se tomó muy en serio el método interpretativo stanislavskiano sin haber actuado nunca, su memoria emocional la había adquirido de ver a los punks marginados en El Chopo con sus pelos de mohicano y cuando salimos a la calle la gente lo esquivaba e incluso desviaba la mirada evitando encontrarse con un sujeto tan repulsivo.

Al junkie se le apareció Jesucristo en el cine Chaplin con un mensaje admonitorio extraño: una señal de detenerse con el brazo en alto como si estuviera parando el tráfico del Paseo de la Reforma. Dicen que mi personaje parecía haber escapado de algún baño sauna de la Peralvillo, una túnica blanca medio me cubría el cuerpo y una barba de tres días me empezaba a poblar la cara. No tenía rasgos de palestino ni mucho menos de judío para hacer verosímil el papel.

Una buena cantidad de curiosos se juntaron fascinados para ver qué hacíamos. Entre el junkie casi real y el Jesucristo caricatura se monopolizaban las interrogantes y las miradas. Terminamos casi al crepúsculo. No faltó quién preguntara la fecha de la premier del experimento estudiantil.

La fotonovela fue un éxito inesperado en la escuela de cine: reunió la mejor dirección, fotografía, guión, realización y actuación principal pero también al peor histrión secundario por lo que fui nominado y ganador del Pavo Dorado por mi nula capacidad plástica y actoral.

Ese día fue memorable a pesar de la asoleada y el ridículo.

HOMÓNIMO XXX

Ignorabas si el anuncio clasificado era una broma de mal gusto o el producto de tu doppelgänger, el lado maléfico que hasta hoy habías logrado ocultar: la encarnación de tus apetitos concupiscibles, el otro yo vivo cuyos oficios sórdidos hoy se hacían públicos como su existencia.

“Sección Otros: Personal femenino para video y modelaje XXX. Somos una empresa dedicada a la realización de videos y modelaje XXX, buscamos personal de 18-30 años, buena presentación: preferiblemente tallas de la 0 a la 7, busto de cualquier tamaño.  También requerimos mujeres embarazadas, requisito indispensable: que no hayan llegado a la semana 30 de gestación. No es necesaria  experiencia. Interesadas solicitar entrevista con el Lic. Gabriel Otero; Relaciones públicas. Llamar al 044 5519091965. Salario entre $ 10,000 y $ 30,000”

De todos tus homónimos este era el único dedicado al negocio de la carne, en el peor y redituable sentido de la palabra, porque ellos, los que se llaman como tú, tienen profesiones disímiles y no tan abiertamente impúdicas: pastores, políticos, fotógrafos, cineastas, astrónomos, músicos, agrónomos, carpinteros y periodistas esparcidos en Montevideo, Buenos Aires, Santiago de Chile, Lima, Nueva York, Ponce, Madrid, La Coruña, La Habana, Monterrey y México D.F.

Y fuera esquizofrenia o el desdoblamiento onírico de tu otro yo, es indispensable aclarar que no era tu clon, eso querías pensar, él sería una copia tuya, sólo eso aunque ahora te quede la interrogante quisquillosa.

Y en cualquier edificio del centro del Distrito Federal, en una tarde de verano, el publirrelacionista de una empresa productora de pornografía iniciaba el casting: “sonríe chiquita, di cheese o whisky darling, que no te de pena la cámara, vamos mi niña, tranquila, eso es, date la vuelta, ¿si?, desabotónate lenta la blusa, muy bien, no, no te tapes, sabías a lo que venías, ¿quieres el empleo o no?”.

El rango de salarios es establecido con base a las pericias sexuales y a lo deshinbida que sea la candidata, talento natural, porque quién sabe si aquí surja la Linda Lovelace mexicana, la célebre protagonista de “Garganta Profunda”, el filme icónico que en 1972 costó producirlo 40 mil dólares generando ganancias por 600 millones de billetitos verde suerte.

Pero tampoco hay que ser ambiciosos, poco gana el que mucho abarca, no se debe nadar en el mar sino se sabe cruzar el río, hay que conformarse con los puestos de películas piratas del Eje Lázaro Cárdenas, la distribución masiva de filmes porno a diez pesos por disco compacto y a treinta el dvd.

A la audición acudieron 100 mujeres, las menos para exhibirse o ser artistas, las más por supervivencia, todas competían con la candidez colgada del perchero.

Leíste y releíste el anuncio, estuviste a punto de marcar el número, dudaste, no lo hiciste, no hubiera deparado nada bueno, no es usual que uno se muera por escuchar su propia voz al otro lado de la línea.

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*Gabriel Otero. Fundador del Suplemento Tres mil. Escritor, editor y gestor cultural salvadoreño-mexicano, con amplia experiencia en administración cultural.

Ilustración del autor de Jonathan Juárez.                 

Fotografías de Gabriel Cruz.

 

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