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Los traidores tienen nombre y apellido

Lo que está ocurriendo después de la grandiosa marcha blanca del sábado 19 de octubre debe llevar a los salvadoreños a reflexionar, entre otros temas, al de la represión y la venganza del Gobierno. Este último tiene diferentes aristas como peligrosas. Pero también de los dirigentes vendidos: los traidores.

El Gobierno intentó, comprando a dirigentes gremiales sin personalidad, como Israel Montano, secretario general de ANDES 21 de junio, o Paz Zetino, de Bases Magisteriales, entre otros, para que desconvocaran la marcha. Esos dirigentes fueron comprados con un almuerzo y una “promesa” que hasta hoy no ha dado ninguna señal de que se vaya a cumplir.

Y como ha ocurrido en la historia, el movimiento popular y sindical siempre ha tenido traidores, rompehuelgas, patronales que se venden por migajas. Los traidores tienen nombre y apellido.

Y los que traicionaron al gremio docente y de salud, al intentar boicotear la marcha blanca, que ellos mismo habían organizado, se llaman: Luis Alberto Amaya, coordinador nacional del Movimiento Pedagógico Salvadoreño; Israel Montano, secretario general de ANDES 21 de Junio; David Rodríguez, secretario general de Bases Magisteriales; Saúl Rosales, secretario de conflictos de SIMEDUCO; Manuel Molina, de Nuevas Ideas Magisteriales y José Carlos Olano, secretario general del Sindicato de Docentes por una Educación para Todos (SINDOPETS).

Estos traidores del movimiento de los trabajadores de educación y salud no merecen ser dirigentes, y las bases de sus sindicatos deberían despreciarlos, pero, sobre todo, no permitir que sigan al frente de esos gremios, lo que significa que debería pedirles que renuncien a sus gremios.

Hay dirigentes que vale la pena apoyar, ponerse a sus órdenes, como la profesora Idalia Zúniga quien, de forma coherente a sus principios organizativos y valiente, rechazó a los emisarios del gobierno inconstitucional de Nayib Bukele que pedían suspender la marcha. Entre las razones que la maestra y secretaria general del Frente Magisterial Salvadoreña (FMS), única organización de maestros que por hoy vale la pena, fueron: en primer lugar, que la marcha no se podía suspender de un día para otro y, en segundo lugar, que dieran un documento firmado de los compromisos del Gobierno.

Los representantes del gobierno inconstitucional, Carolina Recinos, y Mauricio Pineda, se negaron a entregar, y es que está claro que lo que Bukele quería era nada más evitar la marcha, no discutir los motivos de la marcha.

¿Y cuáles fueron los motivos de la marcha? Por un lado, el tema de los escalafones tanto en Educación como en Salud. Por cierto, Carolina Recinos propuso a los dirigentes gremiales que solo iban a discutir, a futuro, el escalafón de los docentes, no así los de Salud, con lo que dejó claro que el otro propósito del Gobierno era romper la alianza que los trabajadores de Educación y Salud demostraron el sábado con la marcha.

Gracias a la maestra Zúniga y el Frente Magisterial Salvadoreño, así como algunos sindicatos de Salud, la marcha fue impulsada, a pesar de los vano esfuerzos de los traidores de impedir la movilización.

La valentía y la firmeza de esa dirigente sindical y demás trabajadores que marcharon están enfrentando la venganza y el revanchismo del gobierno ilegal de Bukele, con los despidos.

La primera en ser despedida fue la profesora Zúniga. Esto ocurrió el lunes 21, y como excusa utilizaron la supresión de la plaza. Vaya cobardía de este gobierno, ensañarse contra una mujer por ser mujer, por ser luchadora y por tener principios.

Y uno a uno fueron despedidos otros docentes y empleados de salud por haber cometido “el delito” de marchar y denunciar ante el mundo que El Salvador no es el país de las maravillas que pinta y vende el Gobierno a través de su narrativa y propaganda, que solo compran los desinformados y los creadores de contenido que no solo reciben pagas por los “like”, sino de fondos públicos a través de la partida reservada.

Qué falso el discurso de Nayib Bukele en las Naciones Unidas. Una de sus mentiras que hoy quedan al descubierto es: “En El Salvador no encarcelamos oposición, no censuramos opiniones, no confiscamos bienes de quienes piensan diferente, no arrestamos a las personas por expresar sus ideas”.

En El Salvador, Bukele censura las opiniones de los otros mediante el despido, como ha quedado demostrado con la profesora Zúniga y otros, por atreverse a ir contra el discurso oficial y por lo tanto considerada oposición.

La venganza de Bukele contra los que se han atrevido a protestar no solo viola el derecho a la opinión, la libertad de movilización, sino también el derecho al trabajo, el derecho a llevar el pan al seno familiar.

Bukele ha pretendido con la persecución de los marchistas y sus verdaderos líderes dar un escarmiento a la clase trabajadora del sector público, si se atreve a continuar protestas, independientemente que lo hagan en días no laborales como sucedió el sábado 19 de octubre, un día de descanso para el sector público.

Bukele no debe olvidar la consigna que la clase trabajadora y sectores populares rezaban en los años 70 y 80: “A más represión, más lucha”. Que así sea.

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