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Jesús de Nazaret, paradigma de liderazgo universal que inspira y problematiza el poder…

German Rosa, s.j.

Jesús fue un hombre que despertó admiración, inspiró a quienes lo siguieron y también estremeció a los líderes y a las estructuras de poder de su tiempo. A tal grado que fue perseguido, apresado, enjuiciado y crucificado por los poderes de ese entonces. Su liderazgo ha dejado una huella imborrable en la historia de la humanidad. Pero, ¿es solamente un líder que inspiró y problematizó el poder religioso y político en el pasado? o ¿sigue cuestionando, interpelando y problematizando los poderes de hoy?

Jesús de Nazaret vivió en un contexto en donde no existía el Facebook, Instagram, WhatsApp, Messenger, etc., sin embargo, él ha conquistado las redes sociales. En su tiempo no existía la prensa escrita, la radio, la televisión, ni el cine, sin embargo, en todos estos medios de comunicación se habla de Jesús de Nazaret. ¿Qué tipo de liderazgo nos reveló Jesús de Nazaret para que después de 2000 años se siga hablando de él? ¿Cuáles son sus grandes aportes sobre el tema del poder que pueden inspirar y también problematizar a los líderes de nuestro tiempo? ¿Se puede considerar a Jesús un modelo, ejemplo o paradigma de liderazgo en la actualidad? ¿Qué podemos aprender del liderazgo de Jesús en nuestros días? Obviamente, Jesús fue un líder que no solamente inspiró en el pasado. Vale la pena pensar sobre este tema…

1) El liderazgo de Jesús de Nazaret ante el poder de Herodes

En el Evangelio aparecen dos modos radicalmente opuestos de poder. El símbolo de poder que muestra la crueldad personificada en Herodes, y el paradigma del poder de Jesús de Nazaret que desenmascara lo demoniaco de la seducción del poder (Mt 4,1—11).

Herodes representa el poder institucional del anti-reino y Jesús propone el modo del ejercicio del poder del Reino de Dios, que no es una teocracia, es un estilo de vida. Jesús ejerció el poder con caridad (ágape) y nunca se sirvió del poder que tuvo, sino que se puso a servir a los demás.

Herodes muestra la arbitrariedad del poder y Jesús muestra lo divino del poder cuando se pone al servicio del bien. Se puede ejercer el poder como Herodes que domina y se sirve de los demás. Pero Jesús tuvo un liderazgo que denunció, desenmascaró y se opuso radicalmente a la idolatría al poder y a la riqueza porque causan y crean víctimas y reproducen la injusticia. El Evangelio lo dice de esta manera: “Jesús los llamó y les dijo: como ustedes saben, los que se consideran jefes de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños, y los que tienen algún puesto hacen sentir su poder. Pero no sea así entre ustedes. Al contrario, el que quiera ser el más importante entre ustedes, que se haga el servidor de todos” (Mc 10,42-43). El poder y la riqueza son medios y no son dioses. Si se desmitifican se pueden convertir en ámbitos privilegiados para el servicio y el bien común. Incluso, Jesús nos enseñó que el César no es Dios, César no puede ocupar el lugar de Dios (Mt 22,15-21). Divinizar el poder en sí mismo es idolatrarlo.

Además, el Evangelio diferencia la autoridad del poder. Herodes tuvo poder pero Jesús tuvo autoridad (Mc 1,22.27; Mt 7,28-29; Jn 7,15.46), ahí estuvo la fuente de su poder. La autoridad reconocida que tuvo Jesús fue porque captaron que hablaba en nombre de Dios (Jn 3,2). Reconocieron que venía de Dios y apareció como alguien en favor de los demás. Jesús tuvo una autoridad que no tuvieron los fariseos ni los maestros de la ley. Se puede tener poder sin autoridad. Esta se reconoce en la medida que se garantiza y hace crecer el bien común, y si este se adecua a la justicia.

2) Lo inspirador del liderazgo de Jesús de Nazaret

Jesús vivió y creció en Nazaret, pueblo que no aparece en todo el Antiguo Testamento y se habla de este lugar en los Evangelios. Jesús vivió y creció como un judío marginal en la periferia, al margen de los centros del poder: Jerusalén y Roma. Antes de su vida pública no mostró ningún poder extraordinario. Creció bajo la tutela de sus padres y fue conocido como el carpintero, oficio que le enseñó su padre José, una profesión de alguien que se puede llamar “pobre pero honrado”. Acumuló sabiduría de su familia y su entorno social natural, de la cultura y personas del medio popular; y otra fuente excepcional de su crecimiento humano fue el diálogo confiado con Dios, así como la obediencia del Espíritu. Jesús no se convirtió en el centro de atracción, vivió armónicamente y naturalmente entre los suyos, no pretendió ser una estrella que atrae a los otros para convertirlos en satélites.

a) Jesús fue un líder popular “insignificante”…

Jesús fue un “insignificante más” en la sociedad de su tiempo. Sin educación formal. No fue escriba, ni fariseo. No perteneció al estamento de los saduceos, ni sacerdotal de Jerusalén, pero su humanidad, su inteligencia práctica y emocional, su empeño puso en funcionamiento todas sus energías, todo su dinamismo creador, todo esto y también su empatía y su capacidad de vivir con los demás lo convirtieron en uno de los líderes más importantes de la historia universal.

Conoció la cultura de su pueblo y le dio la importancia debida a la dignidad humana, al sufrimiento de las víctimas y de las personas vulnerables, a las situaciones reales que deshumanizan y atentan en contra de la fraternidad. Jesús fue solidario con los pecadores aunque él nunca pecó. El contacto directo con Jesús cambió la vida de las personas que lo encontraron: ciegos, leprosos, paralíticos, sordomudos, endemoniados, incluso personas fallecidas que él mismo resucitó. Todas estas personas pasaron de una vida menos humana a una vida más humana.

b) Construyó redes de fraternidad y solidaridad

Su liderazgo dinamizó y construyó la fraternidad y la solidaridad, propuesta amenazante en un mundo individualista e injusto. Lo que causó Jesús fue el empoderamiento que convertía al mismo pueblo judío en el protagonista de su propia historia. Jesús tuvo una autoridad carismática y fue absolutamente libre, murió entregando su vida, no se la quitaron. No se instaló, fue un mensajero itinerante. Vivió inserto en la realidad de su pueblo y su movilidad le permitió conocerlo a fondo. Jesús compartió lo que él fue, no tenía riqueza ni propiedades. Él se entregó al pueblo y el pueblo le correspondió libremente en una comunicación recíproca de dones. El anuncio del Reino de Dios que hizo Jesús no lo impuso por la fuerza. Es una experiencia de gratuidad y libertad en donde se experimenta la reciprocidad de dones.

c) Jesús habló de cosas de la vida cotidiana que todos entendieron

En los Evangelios Jesús habló con un lenguaje de tal manera que las personas no instruidas lo entendieron y les planteaba siempre una inversión lógica que los desconcertaba, los hacía pensar para cambiar de vida. Puso patas arriba la realidad, contagiaba y llenaba de esperanza. Por ejemplo, les decía: si quieren ser los primeros sean los últimos (Mt 19,30); la viuda que dio poco es la que dio más en el templo (Mc 12,41-44; Lc 21,1-4). Habló de las cosas que pasan en la vida corriente. Jesús de Nazaret se identificó con sus paisanos a tal grado que algunos no lo reconocieron como el salvador, para ellos fue difícil creer en otro igual a ellos (Cfr. Trigo, P. 2018. Jesús nuestro hermano. Acercamientos orgánicos y situados a Jesús de Nazaret. Cantabria, España: Sal Terrae, p. 214). Pero, el bautismo reveló el sentido de su vida oculta. Su autoridad se muestra en sus palabras y sus obras. Sus palabras obran transformando realidades y sus obras se hacen por la palabra (Mc 1,27).

d) Jesús fue un hombre libre ante el poder al comunicar su mensaje de salvación

Jesús se mostró libre ante las estructuras institucionales y los estamentos de poder de su tiempo: los sacerdotes, los escribas, los saduceos, los fariseos y el sanedrín. También ante Pilato y el César. Su mensaje de salvación fue universal, pero privilegió a los pobres por su situación y condición, aunque no excluyó a nadie. En realidad fueron los empobrecidos y los excluidos de la salvación según las normas de pureza y la ley judía los que acogieron con entusiasmo el mensaje de Jesús. Él leyó la ley desde los profetas. Leyó la Escritura como una profecía en la cual la relación de Dios con su pueblo es una historia abierta, lugar en donde se consumarán las promesas de Dios. Mostró que Dios viene para salvar lo que se había perdido. Habló con un estilo directo y colocó a las personas ante la buena nueva de Dios que es Padre. Su mensaje se apoyó en proyectos de vida de cada persona: la pesca, el pan, la cosecha, etc. Contaba parábolas con elementos cotidianos que provocaban entrar en un mundo distinto, con otra lógica y posibilidades inéditas.

Jesús reveló el rostro amoroso de Dios que era diferente al Dios de la ley de los escribas, los fariseos, los maestros de la ley, etc. El Dios Padre que predicó Jesús tiene entrañas de Madre, acoge, perdona a los pecadores, pone patas arriba una sociedad legalmente ordenada en función de las normas de la pureza y que castiga a quienes las incumplen.

Jesús mostró su poder de dos modos: tuvo libertad profética que reveló el rostro auténtico de Dios y también enseñó que Dios pide que se definan ante él.

e) Jesús fue un líder audaz que irradió su poder desde la periferia

La audacia de Jesús fue que predicó y anunció el Reino de Dios desde la periferia. Lo hizo presente entre la gente mayoritariamente pobre y humilde con sus acciones y palabras. El poder de Jesús se basó en que conocía a los suyos y se dio a conocer a ellos, penetró a fondo en su situación y su capacidad de relación les hizo rehabilitarse y poner en movimiento lo mejor de sí. Proclamó una esperanza utópica de la vida (Lc 6,21; Mt 5,5; Is 65,17-24). Exorcismos, curaciones, perdón de los pecados, resucitación de muertos, multiplicación de panes, son signos o modos concretos de anticipar la utopía de la vida que comenzó Jesús de Nazaret. Todos estos signos son del Mesías o del enviado escatológico (Lc 4,18; 7,22). Sin duda alguna, Jesús hizo estas señales porque tiene el Espíritu de Dios. Así muestra una cercanía íntima y extraordinaria con la gente, a través de sus palabras y su contacto corporal. No puso a los demás en función de él, sino que les dio su lugar y los hizo crecer. Esa capacidad que tuvo para acoger las personas mostró tal humanidad que cambió la vida de ellas. Irradió salud y vida con su calidad humana.

Pero Jesús problematizó los poderes de su tiempo. De esto hablaremos en la próxima ocasión.

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