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En el 27 aniversario de la paz

Algunos trasnochados, perversos o bobos han tratado, en los últimos años, de deslegitimar la firma del Acuerdo de Paz que puso fin a más de 12 años de guerra civil, al decir que en “El Salvador no hay paz”.

Inmediatamente citan las cifras de homicidios producto de la violencia delincuencial que vive El Salvador de post guerra, lo cual no se puede negar, pero no trasladarla ni compararlo al escenario de antes del 16 de enero de 1992.

Lo que los salvadoreños debemos conmemorar cada 16 de enero es la firma del Acuerdo de Paz estampada por los representantes del Gobierno de El Salvador y de la ex guerrilla, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), en el Castillo de Chapultepec, México, tras una larga jornada de diálogo, negociación entre las partes en conflicto, que concluyó a la medianoche del 31 de diciembre de 1991, en Nueva York, bajo los auspicios de las Naciones Unidas.

¿Y por qué debemos conmemorarla? Porque la firma del Acuerdo de Paz no solo puso fin a la lucha armada, que dejó más de 70 mil muertos entre militares, guerrilleros y población civil, sino que se superaron varios de los aspectos fundamentales que dieron origen a la guerra, menos uno, y de gran trascendencia, el tema económico.

La guerra civil dio inicio el 10 de enero de 1981, debido a la falta de libertades civiles y democráticas, la generalizada violación a los derechos humanos, que incluso llevó hasta al asesinato de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, que el Vaticano finalmente ha demostrado que se trataba de un Santo. Así también, más de una veintena de sacerdotes y millares de laicos.

Gracias a la guerra civil, primero, y la negociación, después, El Salvador se refundó. Y es que se transformó la Constitución de la República para dar paso a nuevas instituciones como la Policía Nacional Civil y la Academia de Seguridad Pública (ANSP), tras la desaparición de los temibles cuerpos de seguridad de los regímenes militares pro oligárquicos.

La transformación y depuración de la Fuerza Armada, antes instrumento político de la oligarquía, hoy supeditada al Estado, bajo el mando del presidente de la República de turno, con funciones claras constitucionalmente.

Y lo más importante, como hemos dicho arriba, se garantizaron los derechos civiles.

En El Salvador hay libertad de pensamiento, y convive con todas las corrientes ideológicas, sean de izquierda, derecha y de centro, siempre que no contravengan las resoluciones universales de los estados democráticos.

Es decir, El Salvador tiene algo que conmemorar cada 16 de enero.

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