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EE. UU., el mayor saboteador de la paz global después de la Segunda Guerra Mundial (3 de 3)

Xinhua

Con su gran poder, Estados Unidos ha estado utilizando el “excepcionalismo estadounidense” como la base teórica para pisotear deliberadamente las relaciones internacionales.

   Mientras pide a otros países que acaten el orden internacional basado en normas, durante mucho tiempo Estados Unidos ha puesto sus propios intereses por encima del sistema internacional con la ONU en su núcleo y por encima del orden internacional sostenido por el derecho internacional.

   Aunque Estados Unidos encabezó el establecimiento de sistemas y normas internacionales para la gobernanza política y económica global después de la Segunda Guerra Mundial, el país habitualmente ha infringido las reglas y se ha retirado de organizaciones internacionales cuando no satisfacen los requerimientos de Estados Unidos. Desde la década de 1980, Estados Unidos se ha negado a ratificar o se ha retirado unilateralmente de muchos tratados y organizaciones internacionales, tales como la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, la Conferencia Mundial contra el Racismo y el Protocolo de Kyoto. La administración Trump fue particularmente voluntariosa, debido a lo cual Estados Unidos se retiró de más de 10 organizaciones y acuerdos internacionales en cuatro años, entre ellos el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, el Plan de Acción Integral Conjunto y el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio.

   Estados Unidos ha sido el único país en oponerse a la negociación de un protocolo de verificación de la Convención sobre Armas Biológicas, obstaculizando los esfuerzos de la comunidad internacional para verificar las actividades biológicas en diversos países, y convirtiéndose en un obstáculo para el control de las armas biológicas.

   Estados Unidos no sólo se ha retirado frecuentemente de grupos internacionales, sino que también ha sancionado a cualquier grupo que se atreve a desafiarlo. En 2020, la administración Trump anunció que impondría sanciones económicas y restricciones de viaje a funcionarios de la Corte Penal Internacional (CPI) involucrados en la investigación sobre acciones de Estados Unidos en la guerra afgana, una acción aún peor que su negativa anterior a reconocer y cumplir los veredictos de la CPI, o a cooperar con la investigación de la CPI. Esto una vez más mostró que Estados Unidos destruirá “armas públicas” si no pueden ser utilizadas para sus propósitos privados.

   La administración Biden se ha reintegrado a algunas organizaciones y acuerdos internacionales exclusivamente porque eso es útil para sus estrategias nacionales, y ha permanecido fuera de otros acuerdos que considera que dañarán sus intereses, tales como el Tratado de Cielos Abiertos. Debido a que la administración Biden promueve el “multilateralismo selectivo”, ha sido calificada por algunos medios europeos como “América Primero 2,0”.

   De hecho, Estados Unidos nunca ha mostrado amabilidad hacia otros países, oponentes o aliados, si no útiles para los intereses estadounidenses. En años recientes, Estados Unidos ha estado pidiendo a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), así como a sus aliados asiáticos que incrementen su gasto militar y paguen a Estados Unidos más “cuotas de protección” por el envío de tropas.

   Justo antes del viaje de Biden a Europa en junio, se reveló que Estados Unidos había espiado a políticos de sus aliados europeos, lo cual se convierte en otro escándalo de espionaje de Estados Unidos después del Proyecto PRISM en 2013. Esto mostró una vez más que Estados Unidos ha llevado a cabo una cibervigilancia a gran escala y ataques a nivel mundial por largo tiempo, y que eso, un verdadero imperio de piratas informáticos, se ha convertido en la mayor amenaza para la ciberseguridad mundial.

   La pandemia de la COVID-19 es como un espejo mágico que ha expuesto la fealdad de  la política de “Estados Unidos Primero”. Estados Unidos se ha comprometido con el unilateralismo desde el inicio de la pandemia: se apoderó de suministros contra la pandemia destinados para otros países, emitió embargos sobre sus suministros médicos y adquirió capacidad de producción de los medicamentos que podrían ser utilizados para tratar la enfermedad.

   Sus actos egoístas conmocionaron al mundo y dañaron severamente la cooperación global contra la pandemia. Mientras que las vacunas han ofrecido la esperanza para la lucha mundial contra la COVID-19, Estados Unidos ha defendido el “nacionalismo de vacunas” apresurándose a hacer pedidos y a adquirir vacunas, incluso aquellas que siguen en etapa de pruebas clínicas, y poniendo a algunos países y regiones subdesarrollados en una situación desesperada sin acceso a las vacunas.

   Al mismo tiempo, Estados Unidos ha estado poniendo condiciones políticas a su asistencia de vacunas. El sitio web en español El Mundo dijo en un editorial que Washington prestó vacunas a México a cambio de intensificar el control de los inmigrantes ilegales en su frontera con Guatemala. La revista estadounidense bimestral Foreign Policy comentó en su página web que la administración Biden sigue persiguiendo los intereses estadounidenses a costa de los intereses de otros países en el mundo.

   Estados Unidos ha establecido secretamente laboratorios biológicos en muchas partes del mundo para llevar a cabo actividades de militarización biológica. El misterio del vínculo entre Fort Detrick y la propagación de la COVID-19 aún no ha sido desvelado.

   Hume Field, un asesor en ciencia y política para China y el Sudeste Asiático de EcoHealth Alliance en Nueva York, dijo que la politización del rastreo de los orígenes sólo genera “duda” y “desconfianza” y socava fundamentalmente los esfuerzos globales unidos necesarios para vencer a este virus y a esta pandemia.

MANIPULACIÓN IDEOLÓGICA

En agosto, la Casa Blanca anunció que en diciembre Biden convocará a los líderes de “las democracias del mundo” en una Cumbre por la Democracia, que se realizará de forma virtual, a la que seguirá “aproximadamente dentro de un año una segunda cumbre en persona”.

   Irónicamente, una encuesta reciente encargada por la Fundación Alianza de las Democracias entre 50.000 encuestados de más de 50 países ha revelado que casi la mitad de los encuestados consideran a Estados Unidos como una amenaza para la democracia.

   Durante mucho tiempo, Estados Unidos se ha identificado a sí mismo como una “ciudad sobre una colina” y ha defendido valores estadounidenses como “la democracia, la libertad y los derechos humanos” como los llamados “valores universales”, y cree que Estados Unidos tiene la responsabilidad de promover sus valores en todo el mundo.    Sin embargo, esos “valores universales” son, en esencia, una herramienta ideológica para que Estados Unidos mantenga la hegemonía mundial.

   Por un lado, Estados Unidos aprovecha su fuerte posición en las áreas de cultura y medios de comunicación para promover forzosamente la democracia y los valores estadounidenses en el mundo, especialmente en los países en desarrollo. Por otro lado, bajo el disfraz de los llamados “valores universales”, Estados Unidos trata de ocupar el terreno moral para manipular la opinión pública internacional, atacar flagrantemente a países y entidades que considera amenazas y rivales, y crear deliberadamente divisiones y confrontaciones.

   En 2010, marcado por la presentación del “Marco Nacional para la Comunicación Estratégica” por el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, al Congreso estadounidense, el sistema nacional de propaganda dirigido por el Gobierno de Estados Unidos entró en una etapa en la que se hizo más capaz de llevar a cabo operaciones entre agencias.

   En 2014, un reporte de The Guardian reveló un programa secreto dirigido por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional para infiltrarse en la escena del hip-hop de Cuba y lanzar un movimiento contra el Gobierno cubano.

   De acuerdo con el medio de comunicación británico, la agencia reclutó a decenas de músicos cubanos para proyectos disfrazados de iniciativas culturales, pero que en realidad tenían como objetivo aumentar su visibilidad y avivar un movimiento de seguidores para desafiar al Gobierno.

Estados Unidos también ha vinculado su ayuda económica al sistema político, presionando a países africanos para que sigan los modelos políticos occidentales a través de las instituciones financieras internacionales dirigidas por Estados Unidos.

   Desde la década de 1980, los presidentes estadounidenses han hecho de la promoción de la “democratización” en los países receptores uno de los principales objetivos de la ayuda exterior de Estados Unidos. Sin embargo, estas medidas a menudo han provocado desastres en los países receptores. La rápida “democratización” política y la privatización económica en muchos países africanos condujeron a crisis políticas a gran escala e incluso a conflictos sangrientos, y algunos países siguen enfrentando en la actualidad disturbios políticos.

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