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Derrotar la miseria e imponer la solidaridad

Francisco Martínez
Consultor Socio-Laboral

La desnudez y sombrías realidades del todo, de las injusticias, de las miserias de los poderosos, de las mezquindades de los políticos y de las debilidades de los estados, se han develado en la actual pandemia; esa, es la sombra que hoy, recorre el mundo.

Las crisis de los sistemas sanitarios, es general, es dramática, es global, es la crisis del Estado Social, producto de la desidia y la mercantilización de la salud y del bienestar de las personas; lo que hoy constatamos, por lo poco y filtrado que se sabe de algunos países, y, de otros, por los desgarradores testimonios de las víctimas y de los trabajadores de la salud, es una realidad que ya la sabíamos, lo que no entendíamos ni percibíamos, era cuan grave podría resultar para nosotros.

Las respuestas a la crisis, en general, salvo excepciones, fueron desde la negación plena, hasta la aceptación retardada, ha sido una aceptación indignante, sobre los cadáveres de ciudadanos y el terror social; y esto, aún no termina.

Las imágenes de China, de Italia, de España, de Estados Unidos, de Ecuador por los número de contagios y muerte de ciudadanos en un sistema sanitario desbordado; o las imágenes escapadas de ciudadanos chinos volcando vehículos y autobuses, para impedir que los ciudadanos de Wuhan -origen de esta pandemia- regresen a sus trabajo en otras ciudades de la misma China, son fieles testigos de la crisis que vivimos; pero también, el drama desgarrador de la población en la India, que expulsada de las grandes ciudades por la falta de ingresos mínimos, y, ante la cuarentena decretada por su Gobierno, se ven empujadas a regresar en un éxodo a sus pueblos, sin saber qué hacer, y ni si consigo llevan el virus que afectará a sus familias.

Estamos ante una realidad global de sálvese quien pueda, los que pueden ayudar no están dispuestos a hacerlos y los que ayudan quieren ventajas y réditos geopolíticos.

En nuestro país, El Salvador, fue chocante ver a centenares de personas, el pasado 30 y 31 de marzo, exponerse al contagio en formas colectivas, casi suicidas, movilizados de forma desesperada, sin las mínimas precauciones sanitarias, ni de distanciamiento físico; todo por hacerse de los 300 dólares que el Gobierno da como transferencia solidaria a cerca de  millón y medio de hogares cuyos miembros no tienen empleo formal, y que, por la cuarentena domiciliar decretada, sus ingresos se verán directamente afectados. Esta situación, solo muestra, aunque golpee en la cara, la histórica y estructural desigualdad y la falta de políticas públicas pensadas desde y para la gente. La principal es la ausencia de un Sistema de Protección Social.

Existe, además, en nuestro país, ausencia de fuerzas políticas confiables; de organización y movimientos sociales representativos; de sociedad civil organizada y no solo oenegizada; de una academia que investiga e innova, que propone con objetividad, no panfletaria, sino progresista y comprometida con el bien común; de líderes que sean escuchados y atendidos. Y, sobre todo, el país sufre la falta de diálogo social, serio, representativo, científico, político, crítico y contextuado.

Ante esta ausencia, muchos quieren ser interlocutores y hasta directores de la orquesta. Muchos exfuncionarios, hoy son paladines de lo que se debe hacer, pero olvidan, que no lo hicieron cuando estuvieron en el ejercicio del Gobierno. Se quejan de la improvisación, quisieran que les consultaran a ellos, y solo vean cómo estamos 30 años después, por su ineficacia y desdén, por su falta de visión para asegurar una institucionalidad del bienestar social.

Hay otras personas con experiencia, bien intencionados que piensan por el bien del país, que sus sugerencias, aunque valiosas, se pierden en el vacío de la sinrazón.

Los más deleznables, son los que, en su perversa lógica de hacerse del poder, quieren y celebran, que las medidas del Gobierno, salgan mal, para pasar facturas. Bien, los señaló Víctor Hugo, son MISERABLES.

Otros, han querido sacar pecho en esta crisis, hacen campañas, pensando en votos y no en la gente. Pobres politiquillos.

Ya estamos en el fragor de esta batalla, hay que librarla, con la clara consigna, SOBREVIVIR, eso sí, CON SOLIDARIDAD. Y si la mejor acción contra este enemigo es el distanciamiento físico, entonces, QUEDÉMONOS EN CASA. Hay que pronunciarnos por asegurar la vida hoy, luego atenderemos la economía, eso sí, desde una visión de desarrollo económico pensado desde la gente, que la economía sea un espacio para el desarrollo humano ya no de palabras sino de políticas públicas y nuevas instituciones. Tendremos que hacer de la economía y su desarrollo un bien público nacional.

Claro, quedarse en casa, aplica para los que no están en las primeras líneas de la batalla. El personal médico, los encargados de la seguridad ciudadana, los encargados de los canales de abasto y la logística, y los funcionarios del Estado que dirigen esta batalla.

Hay que entender, que esta crisis, no va a terminar en un mes, ni en dos, en realidad a este momento, no sabemos -en verdad- nadie sabe cuánto durará. Lo que sí sabemos, es que nos va a cambiar las reglas del mundo y tendremos que reeducarnos. Eso es difícil, pero será necesario.

En esta crisis, en pleno desarrollo con resultados aún inciertos, para la salud, para la convivencia democrática, para la economía, no tiene sentido detenerse a debatir lo que puede hacerse mejor o no se hace, ya vendrán los tiempos de evaluar y tomar las lecciones para las futuras pandemias. Es claro, que los que hoy toman las decisiones de política pública, tendrán que responder políticamente y pagar los costos de sus acciones.

También considero que el debate, en los próximos meses, que provocará cambios de gobiernos, será sobre:

• Las estrategias adoptadas por cada Gobierno (mitigación; o contención; o de amuletos);

• Las lecciones aprendidas y los costos humanos, sociales y económicos post COVID 19; y sobre,

• Las características de la institucionalidad político pública subyacente (el tipo de Estado).

La propuesta progresista, humanista, solidaria, inclusiva y sostenible, serán una contribución determinante para incidir en la nueva arquitectura, local y global, institucional, político-social y sobre las relaciones económicas del futuro.

Esto constituye un importante espacio para los demócratas, con análisis y propuesta científica (con base a evidencia y no discurso).

Ahí está el espacio para construir la organización política progresista, para el nuevo orden, sea liberal democrático para unos, o social democrática para otros. Ahí, estará el espacio para los nuevos movimientos sociales de la post pandemia, los post COVID 19.

Hay que prepararnos para la activación y reconstrucción de la economía, pero, la reconstrucción, es también social, es de la nueva organización de la gente, frente al reacomodo de poderes que se viene.

Se trata de promover el empoderamiento ciudadano con acción local, construcción de redes de apoyo y con un claro enfoque de solidaridad global.

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