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Perfil ideológico del “bukelismo”

Por Leonel Herrera*

Al escribir este artículo Nayib Bukele no se había pronunciado sobre las elecciones en Brasil ni saludado a Luis Inácio Lula Da Silva, líder histórico del Partido de los Trabajadores (PT) y referente de la izquierda latinoamericana. “Bukele no practica esas formalidades”, dirían sus seguidores para justificar la significativa omisión del mandatario salvadoreño. Sin embargo, la verdadera razón podría ser su cercanía con el movimiento global de extrema derecha que lidera el ex presidente estadounidense Donald Trump y al que también pertenece Jair Bolsonaro, el ultraderechista gobernante brasileño que perdió en su intento de reelegirse.

Si vínculos y afinidades con Donald Trump ponen a Bolsonaro y a Bukele en el mismo sitio, es lógico pensar que el mandatario salvadoreño expresa su solidaridad con su par brasileño absteniéndose de felicitar a Lula Da Silva, cuyo triunfo ha sido reconocido por muchos líderes mundiales como “un triunfo de la democracia”. Trump apoyó abiertamente la reelección de Bolsonaro y su principal estratega Steve Bannon asesoró la campaña del presidente brasileño.

Este texto plantea elementos esenciales para establecer un “perfil ideológico” de Bukele, su gobierno y movimiento político; siendo uno de éstos su afiliación a la extrema derecha global. Este aspecto es especialmente importante porque algunos suelen pasarlo por alto y hasta asumen erróneamente que -por ejemplo- su confrontación con el actual gobierno de Estados Unidos presidido por Joe Biden responde a alguna perspectiva soberanista o “anti imperialista”.

Bukele es seguidor de Trump y afín a su ideario político. En marzo de 2019, en su primer acto público como presidente electo, Bukele disertó en la Fundación Heritage, el principal “tanque de pensamiento” de la extrema derecha estadounidense. Con un discurso encantador para el público ultra conservador, Bukele habló de libre mercado, “Estado pequeño” y criticó a China (https://www.youtube.com/watch?v=PWqVqevVZ28).

En septiembre del mismo año, ya como presidente y en el marco de la Asamblea General de la ONU, Bukele tuvo una amena reunión con Trump, con quien dijo compartir valores, comparó su estilo tuitero y lo llamó presidente “very nice and cool” (https://www.youtube.com/watch?v=O2T1nCZEhqY). Por eso Bukele avaló las políticas xenófobas, racistas y antiinmigrantes del ex gobernante estadounidense y guardó silencio cuando en enero de 2020 Trump dijo que El Salvador -junto a Haití y países africanos- era un “agujero de mierda”.

Otro elemento del perfil bukelista es la lógica neoliberal a ultranza. El neoliberalismo lo impusieron los gobiernos de ARENA, los del FMLN no lo cambiaron y el de Bukele lo está profundizando, a pesar de haberlo criticado durante la campaña. Ejemplo emblemático de este neoliberalismo extremo es “Bitcoin City”, la ciudad privada que se construiría en el departamento de La Unión y funcionaría como un paraíso fiscal para cripto inversores (https://www.dw.com/es/bitcoin-city-la-apuesta-de-bukele-por-convertir-a-el-salvador-en-el-wall-street-del-siglo-xxi/a-60037795).

Pero eso es sólo anuncio, dirán. Sin embargo, es un hecho que Bukele no cambia el esquema tributario regresivo donde “pagan más quienes menos tienen”, a pesar de la sobrada correlación parlamentaria para aprobar políticas fiscales progresivas donde “paguen más quienes tienen más”. El “bukelismo” también mantiene el injusto sistema privado de pensiones, no cuestiona las demás privatizaciones que hizo ARENA, continúa con la modalidad de “asocio público privados” introducida por el FMLN y en diciembre de 2021 aprobó una ley que -en la práctica- privatiza el agua.

Vale decir que Bukele mantiene la lógica del “Estado pequeño” -que prometió a los neoconservadores estadounidenses en la Fundación Heritage- en el ámbito económico, pero lo agranda y fortalece en aspectos políticos como el control social y la militarización. Bien decía el sub comandante Marcos, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que “el neoliberalismo es el estriptís del Estado, el cual se despoja de todo, excepto de su prenda íntima indispensable: la represión”.

Un elemento relacionado con el anterior es el carácter pro oligárquico. El gobierno de Bukele no ha tomado ninguna medida tributaria, salarial, ambiental o de otro tipo que afecte los intereses de las grandes empresas; al contrario, agiliza permisos a sus proyectos nocivos con el ambiente. Ejemplo ilustrativo es la urbanización “Valle El Ángel”, desarrollada por la oligárquica familia Dueñas, que está en zona de riesgo y sobre mantos acuíferos; pero es avalada por el gobierno con el pretexto de “no frenar el desarrollo”. Con este falaz argumento Bukele también rechazó el Acuerdo de Escazú (https://www.laprensagrafica.com/elsalvador/MARN-avalo-1586-permisos-ambientales-en-un-ano-20220803-0065.html).

Por falta de espacio en este texto solo se enuncia como último elemento todo lo relacionado con el estilo antidemocrático, autoritario, populista y militarista de Bukele. Esto tiene que ver con el poder absoluto, el control de las instituciones, el estilo confrontativo, los discursos de odio, el libreto populista, la excesiva propaganda, el rol político de la Fuerza Armada, la instrumentalización de la Policía Nacional Civil (PNC), los ataques contra la prensa crítica, la persecución contra organizaciones sociales, el inconstitucional intento de reelección presidencial y otros hechos comentados en artículos anteriores o que abordaremos en próximos escritos.

El propósito es presentar hechos y argumentos que permitan hacer una caracterización certera de Bukele y su gobierno, más allá de las etiquetas de “autócrata”, “fascista”, “dictador” y cualquier otro calificativo al mandatario y a lo que él representa. Esto tiene la intención de proponer un debate serio, más allá de los insultos, las descalificaciones, la difamación y los ataques que ahora dominan en la discusión pública, sobre todo en las redes, plataformas y medios digitales.

*Periodista y activista social.

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