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BARBARIDAD EUROPEA

Salvador Erro Esparza

¿En qué momento hemos normalizado encender la televisión y contemplar en directo un genocidio? Durante las últimas semanas hemos acudido a diario a nuestra cita con la actualidad solo para encontrarnos imágenes de bombardeos y masacres de hombres, mujeres y niños palestinos. Seguramente muchos de nosotros hemos visto con indignación las imágenes, mientras que muchos otros han decidido torcer la cabeza para no presenciar algo que saben que sucede desde hace décadas. Sin embargo, ¿qué ha quedado de nuestra indignación?

Tanto silencio de la sociedad ante las imágenes diarias de masacres en los principales medios de comunicación internacionales refleja la pasividad e inacción cómplice de los ciudadanos frente a un genocidio, el primero de nuestra historia que vemos en directo como si fuera un reality show semanal.

Para que el lector se haga una idea de la terrible cifra. En el tiempo que llevo redactando y revisando este artículo, he tenido que modificar varias veces la cifra de asesinados, dado que crece día tras día. En este momento algunas fuentes hablan ya de más de 20.000 personas (sin contar los desaparecidos). Más de dos tercios son mujeres y niños.

Este genocidio no cuenta solo con la pasividad de la sociedad y las instituciones globales, sino que además se justifica y apoya con el argumento: “Israel tiene derecho a su legítima defensa”. ¿En qué momento la legítima defensa se ha convertido en el derecho al asesinato indiscriminado de seres humanos?

Que el estado de Israel considere un peligro para la paz al secretario general de Naciones Unidas Antonio Guterres es una muestra de la ficción que vivimos hoy día en lo político y en las relaciones internacionales. Es un peligro para la paz aquella persona que critique mi forma de llevar a cabo un genocidio. La paz de Israel ha conllevado hasta el momento el asesinato de más de un centenar de trabajadores de la ONU que se encontraban prestando su ayuda a las víctimas civiles del conflicto. Una muestra más de la esquizofrenia colectiva en la que nos vemos inmersos todos y cada uno de nosotros.

¿Qué legitimidad tenemos, como occidente, para defender a ultranza nuestro orden económico, político y social si somos incapaces de señalar sin miramientos a aquellos que asesinan impunemente a la gente? ¿Podemos ser considerados el Viejo Continente, ese que, según defendemos, tanto progreso ha traído al conjunto de la humanidad? ¿Existió alguna vez la cultura de la paz europea, incluso universal?

Tal vez la idea de paz del viejo continente nunca fue tal, sino simplemente una idea engañosa que, engalanada con símbolos e ideas vanas y banales, sirviera para crear un verdadero espíritu europeo. Desde luego, si llegó en algún momento a existir, parece que desapareció. ¿Se esfumó?

¿Cómo podemos hablar de derechos humanos y de la legitimidad de las instituciones europeas si, lejos de plantar cara al genocidio con la idea de la paz europea sobre la mesa, se aplaude y premia a un estado ocupante? Los países que nosotros habitamos gozan de libertad de expresión, democracia y derechos del individuo, pero los países que apoyamos, financiamos y defendemos frente a las instituciones mundiales se dedican a ocupar territorios y asesinar de manera indiscriminada.

¿Cómo se nos puede pedir ser ciudadanos de la misma Europa que castiga a Rusia y premia a Israel? ¿Acaso la paz no es paz para todos? ¿Dónde están las sanciones hacia un estado que asesina impunemente a civiles inocentes? Parece que unas vidas valen más que otras.

Desde hace más de setenta años vivimos en el continente de la democracia y el liberalismo ¿Dónde están esos valores cuando caen las bombas? ¿Dónde están cuándo acudimos impasibles a la matanza de miles de personas inocentes? ¿Dónde está el respeto a la vida propuesto por el liberalismo y que es la base de las sociedades democráticas actuales?

Los focos de las cámaras están puestos ahora en Palestina. Lo estuvieron antes en Ucrania, en Siria y en Libia. El enfoque que se le está dando desde los medios de comunicación a este genocidio lo está cambiando todo, y a la vez es posible que no cambie nada. En un tiempo, los focos estarán en otra zona geográfica, con otras caras, con otros muertos. Volveremos a mirar, indignados -sólo algunos-. Así hasta el próximo conflicto, con el siguiente enfoque.

En el caso de que sobrevivamos a los años futuros que vienen, la historia nos juzgará. Los ciudadanos en los países de la Europa de los años 40 tenían la excusa, no eran capaces de ver lo que sucedía. Nosotros sí. Fuimos el primer pueblo que, ante las imágenes en directo de los cadáveres de hombres, mujeres y niños, siguió mirando como si fuera una película.

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