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Imagen tomada de https://madridsecreto.co/decoracion-navidad-madrid/

Crecimos…

Samuel Amaya

@SamuelAmaya98

La época de la Navidad y Fin de año se vive con alegría y con un entusiasmo a flor de piel. La ansiedad que genera el 24 y 31 de diciembre al saber que es una noche mágica, una noche donde se puede quemar pólvora y “estrenar” de los pies a la cabeza; esto desde la perspectiva de un niño; ese niño que aún se encuentra en nosotros, pero ahora, con situaciones “de adultos”.

Es un 24 de diciembre a las 6 de la tarde, toda la familia, sobre todo, la jefa del hogar, preparando la cena navideña que en muchos de los hogares salvadoreños reinan los panes con pollo; un “buen cumbión” de Aniceto Molina para ambientar la casa en alguna de las colonias populares de El Salvador; el niño, peleándose para meterse a la ducha y bañarse; pues ya lo espera su camiseta, pantalón y zapatos sobre la cama.

Prendas que compró con su mamá un día entre la semana en algún centro comercial o en el centro de San Salvador, donde abundan “las cachadas” y los “pase chelito, ¿qué va a llevar?”.

Paralelamente, y con una diferencia de edad, no existe esa emotividad de la Navidad; sí el hecho de pasar tiempo en familia y reírse de alguna que otra cuestión que surja, pero a la misma vez, preocupados por el entorno social, económico, político, académico.

Cada uno vive a su manera estas festividades, desde los que dan gracias a Dios por culminar un año más y reencontrarse en familia, hasta los que aún no pueden superar sus diferencias. Lo cierto es que, la época es para apoyarse, para estar, escuchar y aconsejar si es el caso. Disfrutar con los cercanos no es obligación, sino una motivación para sentirse parte de algo llamado familia.

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