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La Fiesta del equinoccio vernal

Álvaro Darío Lara

Escritor y poeta

El 20 de marzo recién pasado dio inicio la alienación del sol y de la tierra. Un fenómeno celeste, treat mediante el cual el día y la noche transcurren en idéntico tiempo. Es el equinoccio vernal, unhealthy la primavera en el hemisferio norte, y el otoño en el hemisferio sur. Astrológicamente entramos al signo de Aries, en el primer día primaveral.

Este año se produjo además, un eclipse solar, justo el mismo día, no visible en este lado del mundo, pero sí en la casi totalidad de Europa, en el norte de África y en algunas regiones asiáticas.

En la antigüedad, el equinoccio era recibido con festividades por las distintas culturas del planeta. Algunas de ellas lo continúan haciendo. Es la celebración de la intensa luz, que lo invade todo, y aleja a las más funestas  sombras. El mundo se renueva, reverdece, estalla el canto de los pájaros y el amor se desliza y cuela por todos los rincones de la vital consciencia.

El catolicismo sustituyó con el correr de los años, las fiestas paganas en honor de la solar luz, por la Pascua de Jesús el Cristo. De esta manera, se fusionaron siglos de adoración al astro rey, con la creencia en la victoriosa resurrección de aquél que vence a las tinieblas.

Para Cuscatlán, esta época reviste un particular colorido. Un colorido frutal que contrasta con la sequedad del campo. Sequedad que va profundizándose, hasta agostar la mayor parte del verde paisaje, hundiendo su implacable poder en la tierra, cuyos terrones se desintegran en las atrevidas manos de los niños. Polvo y más polvo en esas calles vecinales, cantonales, donde la modernidad nunca llegó. Donde sólo existe, el sol perpendicular durante el día, y el más oscuro manto durante la noche.

Las cigarras, nuestras chicharras, acomodadas en los troncos de los árboles, cantan su canción de apareamiento, que a nosotros nos parece fúnebre, triste, melancólica. Las ancianas sentencian, seguras, desde sus pies desnudos, a la entrada de los ranchos: – ¡Pobrecitas, lloran la pasión del Señor!

Los salvadoreños, desde hace décadas, buscamos en esta temporada, la ansiada playa de la diversión. El agua salada que revitaliza. El monstruo marino, que cada año se lleva –con furia- a los temerarios veraneantes, que osan desafiarlo. Pequeños dioses jugando con las olas de lo eterno.

Procesiones, incienso, penitentes, imágenes, voces clamando a los cuatro costados de la creación, son comunes en el teatro barroco del catolicismo. Y vigilias, cánticos y ardientes asambleas de orantes, en el intenso drama de las múltiples confesiones evangélicas. Todos lo viven a su manera.

Para el país, se ha iniciado la Pascua de San Romero de América. Asistimos jubilosos a su profética resurrección, que se consumará –plenamente- cuando iniciemos el cese de la muerte y la verdadera reconciliación nacional.  Grandes anhelos que siempre anidaron en el corazón del Obispo Mártir.

Por  todo ello, hay que vivir a plenitud este presente estacional, recordando las palabras del gran pensador místico H. Spencer Lewis cuando decía: “… abogo por el renacimiento del pensamiento y del carácter en la primavera del año. Abogo por una consciente y espontánea armonización con los procesos de la naturaleza, y por un cambio definitivo en nuestra naturaleza individual”.

Este cambio, puede empezar no mañana, sino ahora, en esta nueva y radiante primavera.

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