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¡Viva por siempre! Mauricio Vallejo Marroquín

César Ramírez Caralvá

Escritor y fundador Suplemento 3000

 

Una voz que retorna de la profundidad de la tierra, que permaneció para la posteridad encerrada en un claustro sellado, esperando ver la luz un día imaginado, él con firme voluntad escribió su mundo juvenil en cartas, poemas o relatos, era la herencia de un muchacho que asumía su destino en los momentos de la guerra civil, los años setenta y ochenta del siglo pasado, cuando anotar un poema era signo de subversión, ese inofensivo artefacto que reclama la intimidad del autor, como una pequeña semilla en el tiempo oculta a la vista de los opresores; pocas personas conocían el paradero de la voz del ruiseñor en las sombras, debieron transcurrir 37 años para que su canto juvenil e insospechado retornara de la caverna y resurrecta viviera entre nosotros, ese es el libro Cosita Linda que sos.
Aquél joven caballero fue el padre de Mauricio Vallejo Márquez coordinador del Suplemento Cultural 3000 desde hace siete años, que recuerda al Padre y el Hijo es unidad de vida, ahora ampliada en su familia con su quehacer literario. Desapareció un día de nuestra vista, pero no su voz, su canto, su esperanza que ahora convergen en su esposa e hijo, proclamando en sus versos: unidad, verbo, amor, familia. Sabía de la alegría en un sitio geográfico llamado Tonacatepeque, su tiempo es tan personal que comunica el olor de la transparencia: «para que el olor se quede en el olfato de mi alma»; escribe de distancia, cercanía tropical, compartiendo con su generación el ideario revolucionario, que aún infunde temor en quienes negaron su aporte a la nueva realidad democrática que vivimos. Este libro contiene el homenaje a la mujer convertida en esposa, conjuga con su vida el complejo modelo de su ser: omega-génesis-social-profecía-hijo junto a la intemperie lacerante de las difíciles circunstancias de cambio social. En sus palabras descubrimos el profundo sentido de Dios compañero, amigo, solidario: «… porque no hay Dios sin hombre, ni hombre del pueblo con su lucha libertaria» declarando de esa forma su modelo teleológico: con los propósitos y objetivos que persigue su ser, jurándose «no dar queja», como valiente constructor de su destino. Hacer historia era su rutina, pero él no lo sabía, su vida era nuestra vida, trascendente accionar del uno en nosotros y el ser conjugado en multitudes, sitios que proclaman el no olvido: Tres calles, Cayetana, Aguilares… «Tengo miedo» «… de hacerme viejo y no dar la hora». Era su viaje por aquella tierra agreste y nos reclama: «¡es el polvo de aquí! Donde viajan los abuelos y sus nahuales». En los poetas existe el don de la ubicuidad perpetua: «seré enterrado como quieran, sin confesión…» y su canto es alegre con una música que tiene los tonos de: Fa La Do, es un cuadro que ve la distancia, observa a sus verdugos, retorna su mira al nosotros en presente, y corre al encuentro de su destino: «ha caído a la vida porque sí, a encontrarte». Este poemario tiene ese arraigo juvenil con música, olor, y escribe el desprecio del infantilismo revolucionario que endilga «pequeño burgués» a los universitarios o intelectuales; son grietas asquerosas difíciles de olvidar, como si al morir una etiqueta precediera el cortejo… ¡Oh miseria humana! Y este libro posee el canto de vivir, de la intensa disposición al cambio del tiempo penumbroso, con todas las razones para ser feliz, con el signo vibrante de una juventud que desinteresadamente asumió su papel en la historia, esa que a pesar de todo celebraba su opción, condición plena que aún causa pavor en los anquilosados cerebros de la guerra fría, y proclama: «… seguir amándonos en la sensata locura del socialismo».

 

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