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Vidas esteriles, inútiles y perniciosas

Carlos Girón S.

Hay miles y miles de vidas, and ambulance aun millones, recipe en nuestro país y  resto del mundo, mind que se vuelven estériles, inútiles y perniciosas, por voluntad propia de los individuos, cuando se apartan del camino recto, limpio y decente y se  arrojan por tortuosos vericuetos sembrados de cardos, que ellos a su vez vuelven más tortuoso con acciones delictuosas contra otros y cuyo efecto se vuelve tarde o temprano hacia ellos mismos. Son seres éstos que se convierten en bazofia, desperdicios, en la hez, de las sociedades humanas, de los pueblos; que en vez de ayudar en algún sentido al bienestar y superación de la comunidad en la que viven, la degradan, la hacen objeto de temores, angustias y terror con la llegada, por ejemplo, de agentes de vigilancia y seguridad a la pesquisa de tales bazofias, o de pandillas iguales, que van en busca de venganza o de conquista de nuevos territorios de operación..

Las cárceles y penitenciarías se mantienen al borde de explotar con la terrible concentración de sujetos-bazofia. Su obligada manutención, por los derechos humanos, le cuesta millones de dólares anuales al erario (bolsillo de los contribuyentes), y no sólo en alimentación, sino asimismo en medicamentos y horas-hombre de médicos y enfermeras para atender sus problemas de salud.

Fuertes gastos económicos también se producen con la atención hospitalaria y médica de los miles de víctimas de toda esa gama de delincuentes, que a diario ingresas a tales centros de salud. Eso, a más de las penurias, congojas y pesares de las familias que pierden a seres queridos, abatidos por las hordas criminales que pululan y se esconden por todos lados, aun entre comunidades y sectores residenciales, donde habitan familias decentes, honradas, dedicadas a sus trabajos limpios, incapaces de proferirle daño alguno a nadie. Pero ni ellas están a salvo tampoco.

Este fenómeno no es privativo de nuestro medio; se ve da también en otras latitudes donde igualmente operan pandillas y maras de delincuentes y mantienen en vilo en grandes sectores de población, incluso en recintos escolares, colegiales o universitarios, como a menudo reportan los medios, en ciudades de los Estados Unidos, México, Gran Bretaña, España y otros países.

El mundo entero pareciera estar en las garras del hampa criminal, formada por miles o millones de vidas estériles, partos monstruosos de la madre Naturaleza,  aunque esto no es así, pues ella da nacimiento sólo a seres y cosas buenos, útiles, valiosos para preservar y asegurar la continuidad de la vida, no para cercenarla. Son los mismos individuos quienes eligen volverse seres ruines, enemigos gratuitos de los demás. Es su propia elección. Ejercen de manera perversa y maligna el sagrado atributo que Dios (en mala hora) les dio también a ellos: el libre albedrío.

Muy difícil resulta comprender y menos explicar cómo y por qué las alimañas estériles y criminales tienen agallas para atentar, robar,  herir o asesinar a otros a sangre fría, “sin tocarse los hígados”, como dice el vulgo. ¡Ah!, pero eso no es todo. Veamos los otros casos más atroces de los hampones que son capaces de llegar al colmo de emprenderlas contra sus propios hijos y también sus progenitores, vapuleándolos y aun quitándoles la vida. Eso no se ve ni en la selva. Bueno… pero sí en películas –que son escuelas y lecciones para formar criminales satánicos…

Pero no pensemos que sólo en el ámbito de la delincuencia se dan las vidas estériles y perniciosas y hasta  malvadas. Se dan igualmente en otros niveles y escenarios, como los de las guerras, abiertas o  camufladas, en este caso las agresiones e invasiones armadas, cuyos ejércitos masacran cruel e indiscriminadamente a poblaciones enteras, asesinando a civiles, sin respetar siquiera a los niños. Se entiende fácilmente que esto se está dando en el caso del pueblo de Palestina, que padece bombardeos, ametrallamientos, cañonazos de tanques y cuyos agresores parecerían que lo hacen con fines de una extinción total de la población palestina, para apoderarse totalmente de su territorio. Lo que espanta es que no se escuchen muchas voces condenando tal genocidio y tomando acciones para pararlo de una vez.  El mundo yace impasible ante tanto horror y dolor y en vez de reaccionar, mover un dedo siquiera en defensa del pueblo palestino, le proporciona más armas a los agresores para que prolonguen e intensifiquen su carnicería contra gente inocente en el suelo palestino.

Los que dirigen y ejecutan tales acciones criminales, genocidas, no puede decirse que sean gentes de bien, útiles para nadie y menos para la humanidad; son igual que los otros, alimañas ponzoñosas, depredadoras, y, por supuesto, quienes proveen las armas genocidas también no son sino alimañas venenosas, letales. Y, desgraciadamente,  el mundo está atiborrado de ellas..  Un religioso podría decir que la explicación al fenómeno de esa explosión de la criminalidad en todas sus formas, sin excluir las guerras localizadas y las invasiones agresoras y masacradoras, genocidas, son obra de hombres y mujeres sin fe, sin amor cristiano, sin credo, sin Dios, que olvidan a propósito el divino Mandamiento de NO MATAR. Y este no matar comprende desde la vida de una hormiga, un pájaro, una fiera selvática –a la usanza de los cazadores deportistas–.

Un místico, por su lado, lo aduciría a la falta de consciencia de tales sujetos, al no comprender que todos los seres sobre nuestra bella y hermosa Tierra y los que pueblan otros mundos en el Universo, somos hermanos, por provenir de la misma Fuente de la Vida: Dios y el Cósmico; no sólo por eso, sino también por no haber aprendido, no conocer la ciencia de elevarse en mente y alma a sus sagradas regiones y recibir además de la vida, luz de entendimiento, amor del puro para amarse los unos a los otros, cuidarse, protegerse mutuamente.

¿Cómo seres de esa condición podrían ser vidas estériles, inútiles, dañinas, malvadas, enemigos de los demás, quienes quiera que sean?

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