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Vicente Aguiluz y Morena Celarié: nuestro tema es la danza

 Tania Primavera

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El Hijo Meritísimo de El Salvador, a quien la cultura olvidó dignificar. Bailó en escuelas, dio clases gratis, y aun lo buscan… para dar clases gratis. “Necesito trabajar” me dice muy erguido. Me sorprende su vitalidad, aunque a estas alturas el Maestro debería estar mejor. Pero del techo de la casa donde vive solo con su hermana caen cataratas cuando llueve y mueve sus cositas.

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Él me ha tomado cariño. Tal vez me vea como una amiga, hija, o alguien con quien conversar. Él encuentra en mi algún eco de su pasado, una luz por donde enviar sus mensajes. Es Vicente Aguiluz “El Indio de Cuscatlán”, discípulo de la bailarina Morena Celarié, quien impulsó la danza folklórica en El Salvador. Desde 1960 hasta 1972, bailó representando al país con la que se convirtió en su amiga y maestra.

El abuelo, como le digo, o sea el Maestro, es de digno andar, altivo y erguido, a pesar de estar en la octava década de su vida, su vivaz mirada me indica cuanto hay por conversar. Viene seguido al santuario de la memoria donde trabajo. Viene como a un manantial, donde puede conversar con esta amiga que lo puede escuchar.

El 15 de mayo de 2014, recibió el pergamino como Hijo Meritísimo de El Salvador de parte de la Asamblea Legislativa, me pidió acompañarle a recibir ese  reconocimiento importante, aunque no incluye ni un centavo. -“Los reconocimientos también deberían ser acompañados por algún sobre con un capital”, me  comentó.  Me ha contado muchas cosas, siempre habla de ella. Ella, su amiga, ella la que se esfumó. Ella, Morena.

Pero… ¿y qué hay de usted ahora? -“Es que solo valoran la política, el arte no lo valoran”, -me dice.

Bailaron mucho, representaron al país en New York, Alemania, Japón, en muchos países donde costeaban todo con préstamos, pues el ISTU, no les ofrecía prestaciones ni financiamiento. El maestro instruyó a niñas bien, a misses, a estudiantes, a bailarinas. Conoce el ballet clásico perfecto, pero su pasión es el ballet folclórico. -“Ahora ponen la mano así, como que estuvieran bailando clásico, si en ballet folclórico no se ponen las manos así…”, continua.

El bailó en escuelas, en teatros grandiosos, en zonas rurales, dio clases gratis, y aun lo buscan… para dar clases gratis. -“Necesito trabajar”, me dice muy erguido. Me sorprende. Su vitalidad, aunque a estas alturas el Maestro debería estar mejor. Me pongo hasta a pensar en mi, si llego a sus años, tampoco tengo nada.

Nunca he ido a su casa, en Mariona, pero me cuenta preocupado que hay una cancha de futbol atrás y todo el techo esta colapsado, quebrado de los pelotazos. En invierno por ese techo entran cataratas, y mueve sus cositas, sus condiciones son para urgente apoyo, me recuerda a Ricardo Humano, cuando me contó que llegó a la casa de Salarrué en Los Planes en el 94, eran cataratas de agua entrando por el techo de la casa todo era lodo. Pero esa es otra historia.

Pero él, vive en el ensueño al hablar de su recordada Morena, eso le alegra y yo le escucho. La bailarina Morena Celaré, para el Maestro, es un ícono. Como siempre hablamos de danza. Siempre, nuestro tema es la danza. Y la pobreza donde vive y se ingenia para sobrevivir a diario.

Hay un misterio en Morena que quiero descubrir, hay algo que siempre he curioseado, solo escuché hace tiempo cuando era niña, que la bailarina se tiró del precipicio de La Puerta del Diablo.

Esa danzante, Morena Celarié, nació en San Salvador el 20 de abril de 1922, según me cuenta el Maestro, desde chiquita sus dotes artísticos la hicieron destacar en la escuela, después en los teatros y lugares donde se presentaba. Estudió en México durante más de una década, fue maestra en Bellas Artes, regresando a El Salvador acompañó y observó de cerca las expresiones culturales del pueblo indígena, la flora y fauna cuscatleca, inspirándose para proyectarlas en sus movimientos y formas. En 1961, realizó la coreografía en el cortometraje “El rostro” del cineasta salvadoreño Alejandro Cotto, una obra de arte. Asimismo, a principios de los años sesenta conformó el  “Ballet Folkórico Morena Celarié”, junto a su amigo el primer bailarín Vicente Aguiluz, realizaron múltiples presentaciones dentro y fuera de El Salvador. La década pasó rápido. La efervescencia de las luchas sociales avanzaba. La danza denunciaba, la danza era viva, era pueblo. Para ellos era todo.

Morena vistió de blanco todo el tiempo dentro y fuera de escena. Su muerte es un misterio. Hay conjeturas que la bailarina no se lanzó, que fue lanzada al fondo del precipicio de La Puerta del Diablo. -“Ella nunca se lanzaría”, me dice el Maestro.

Hay un hueco entre el día se su cumpleaños, pues desapareció desde el 20 de abril de 1972 y su cuerpo aparece el 22.

Fuimos un día a buscar la tumba de Morena, su cuerpo reposa en el Cementerio de Los Ilustres. El Maestro, caminaba rápido entre las tumbas para encontrarla, cerca esta Alberto Masferrer y Farabundo. La encontramos y nos sentamos a estar “con ella” bajo el sol intenso.

Vicente Aguiluz, continua con su viejo bastón, entre el smog de la ciudad caminando con sus zapatos blancos, con su mirada brillante su cabello blanco, su voz distinguida y su espalda erguida, contándome sus memorias y los mas gloriosos instantes bailando descalzo junto a Morena Celarié.

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