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Una utopía llamada Orlandia

Óscar Sánchez

Intelectual e investigador

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Debo reconocer que la narrativa como género literario no es de mi gusto leerlo y probablemente escribirlo, case aunque confieso que esto último lo he hecho en varias ocasiones.

Orlandia es mucho más que eso: aparte de ser una narrativa de ficción con utopía, buy cialis es un tratado de filosofía política con claros vistos de existencialismo y metafísica. Es un libro que llegó a mis manos como un presente de su autor: el sociólogo salvadoreño José Carlos Sibrián. Sobre él, sin conocerlo, puedo pensar que es un humanista, un escritor comprometido, un literato integral, total. El texto en su estructura lo comparo con una construcción de la homilética pastoral romeriana cuya esencia está impregnada en el anunciar, el  denunciar y el dar esperanza a sus lectores.

La utopía es Orlandia  y Orlandia es la utopía de nuestros días, la cual tiene un cierto rumiar con el libro de Tomás Moro denominado “Utopía” y cuyo nombre original es “Libro del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía”. Los personajes, el ambiente, las dimensiones   y el contexto insertos en Orlandia son salvadoreños y extraterrestres, la riqueza del vocabulario en su prosa trasciende de lo terrenal a lo galáctico, a lo espacial, a  lo cósmico, a lo astral, a lo astronómico…

Tanto Orlandia como Utopía no constituyen proyectos de ingeniería social (como lo hizo Adolfo Hitler en Alemania), la Utopía en Tomás Moro es un proyecto, un ideario, un sistema social, económico y político irrealizable. El término utopía  no tiene traducción (topos=lugar; la vocal “u” que en este caso constituye un prefijo no se sabe qué es); la utopía en Moro es buen lugar que no está en ningún lugar; el buen lugar que no es un lugar perfecto, pero que es perfectible.

Pero en el caso de Orlandia, que es lo que nos convoca en este escrito, lo que se pone al descubierto es un análisis interplanetario de los desastres que modelos “civilizatorios” semejantes al nuestro han impuesto en los aspectos de la realidad social a partir de sus sistemas económicos, políticos e ideológicos preñados por el egoísmo, la injusticia, la violencia, la mezquindad, la codicia y la concentración de las riquezas en pocas manos de los seres que habitan estos mundos.

En Orlandia hay una rica aportación heideggeriana (Martín Heidegger) que consiste precisamente en denunciar la crisis en el pensamiento originario del occidente y es el olvido del ser. En Orlandia ese ser se pregunta por el ser. Dicho en otras palabras se cuestiona por qué el hombre (y la mujer) se han olvidado del ser para consagrarse, para concentrarse al dominio de los entes, es decir al dominio de lo cósico, al dominio de las cosas.

 

La tarea del pensar entonces, la notable utopía en Orlandia es recuperar la pregunta por el ser ya que en los Estados planetarios, en las sociedades actuales, nadie se pregunta por el ser. El único ser que puede preguntarse por el ser es  el ente existencial, desgarrado, olvidado, destinado a morir.

Esta pregunta en filosofía se ha tratado como superflua, algo obvio, ambiguo o difícil de explicar  como una excusa para no explicar el problema del ser. Otra aportación heideggeriana en  Orlandia es la incorporación de  nuevos vocablos y constructos que más de alguna vez los cientistas sociales retomarán (Heidegger  hizo uso de términos como  dasein, alêtheia y Sibrián palabras como arssemuris, Orcosslandia, chirfgolín, ressduul, entre muchos más).

Ese ser que se ha olvidado de lo trascendente, que es el ser mismo (el ser humano, y que lo ha suplantado por lo cósico ha provocado no solo en la Tierra sino en otros planetas una persistente pobreza absoluta, aumento de las desigualdades, destrucción del medio ambiente, de los recursos, consumismo, la infantilización del ciudadano, la adultización de la infancia y adolescencia,  la liquidación de sociedades democráticas, entre otras.

En Orlandia se enfatiza la comunicación personal entre cuatro estudiantes universitarios terrícolas y una pareja de exploradores extraterrestres cuya misión principal de estos últimos es encontrar la misma marca genética de estos y otros seres interplanetarios que les asemeja  con características comunes y que han constituido la opulencia y la miseria, la exclusión y la desigualdad, la explotación laboral y la intolerancia, la injusticia y la inseguridad.

En Orlandia no hay hechos sino interpretaciones (al estilo Nietzsche), hay una construcción de hechos de carácter narrativo (se narran hechos).  Acá Sibrián de manera habilidosa al estilo de Paul Ricoeur hace  entrar en juego la subjetividad del que narra, la necesidad del que narra, del grado de objetividad, las experiencias personales; de la forma que el sujeto interpreta tiene que ver con el carácter de narración.

Orlandia tiene una repercusión existencial de primer orden la cual hay que re-leer; las narraciones que tejemos de nuestra experiencia definen lo que somos, cómo la sociedad se ve a sí misma. Orlandia es una especie de macrodiagnóstico copado de narraciones que retoman el pasado, explican el presente y proyectan el futuro.

Orlandia es eso… ¡y mucho más!

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