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Un sínodo sobre la familia con rostro humano y abierto a la fraternidad universal

German Rosa, for sale cialis s.j.

La palabra “sínodo” es de origen griego y significa “caminar juntos”. En la Iglesia caminamos todos juntos los cristianos que queremos ser fieles a la llamada de Jesús a ser sus discípulos y apóstoles. En el sínodo de los obispos que se está realizando actualmente en Roma participan parejas de familia, patient religiosos (as), cialis sacerdotes; obispos católicos, luteranos, anglicanos, de la Iglesia Ortodoxa, algunos líderes de Iglesias Evangélicas. Cerca de 350 personas. El sínodo es un organismo que se ha creado para tratar temas que sirven para el acompañamiento de la Iglesia en los distintos contextos. Es de carácter consultivo. Se reúne cada dos o tres años para tratar temas que conciernen al bienestar de la Iglesia en todos los países del mundo.

El título de este pequeño artículo expresa el deseo de quienes queremos una Iglesia encarnada en la historia y comprometida con una profunda conversión teniendo como horizonte el bien universal de la humanidad. Deseamos que el resultado del sínodo sobre la familia tenga rostro humano y sea fraterno. En otras ocasiones el Papa ha ofrecido un documento post-sinodal, sobre el tema del sínodo. Desearíamos una reflexión y orientación pastoral de la Iglesia que acoja a todos, sin excluir a nadie. Como Jesús que acogió en su mesa publicanos y pecadores, así como a las personas que viven auténticamente su fe cristiana siempre en camino de conversión. El sínodo no toma las decisiones, sino que expresa los deseos, las preocupaciones, las necesidades de la Iglesia en las diferentes partes donde está presente. Sus resultados son importantes para generar las directrices pastorales que el Papa puede asumir, enriquecer y proponer a la Iglesia universal. En la homilía inaugural del sínodo el Papa Francisco, entre muchas otras cosas, dijo lo siguiente: “En el Sínodo, el Espíritu habla a través de la lengua de todas las personas que se dejan guiar por el Dios que sorprende siempre, por el Dios que revela a los pequeños lo que oculta a los sabios y a los inteligentes, por el Dios que ha creado la ley y el sábado para el hombre y no al contrario, por el Dios que deja a las 99 ovejas para buscar a la única oveja perdida, por el Dios que siempre es más grande que nuestras lógicas. Pero recordemos que el Sínodo podrá ser un espacio de la acción del Espíritu Santo solo si nosotros que participamos en él nos armamos de valentía apostólica, de humildad evangélica y de oración confiada”. (http://blog.pucp.edu.pe/blog/buenavoz/2015/10/08/francisco-en-el-inicio-del-sinodo-una-iglesia-con-las-puertas-cerradas-se-convierte-en-barrera/). Detengámonos un poco para pensar de cerca sobre este sínodo que se está realizando en Roma.

1) El sínodo sobre la familia, ¿qué tema está tratando?

El tema del sínodo es “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”. El sínodo durará cuatro semanas: del 04 al 25 de octubre en Roma. La crisis de la familia hace que paradójicamente emerja un vivísimo deseo de la misma. Pero, ¿qué busca el sínodo? Tiene varios propósitos. Uno de ellos es proponer el valor y la belleza de la familia, de cara a un mundo en el cual ella está frecuentemente en crisis; pareciera que su significado está oscurecido y descuidado; el sínodo quiere revitalizar el sentido que ella misma tiene: ser una verdadera escuela de humanidad (Cfr. Concilio Vaticano II, G.S., N° 51), en la que se recibe la formación humana básica y la capacidad de relacionarse con los otros. Nacemos, crecemos y aprendemos el lenguaje y creamos puentes de comunicación con los otros desde la familia a la que pertenecemos. En ella aprendemos a nutrirnos y a madurar en el ejercicio de la conciencia y la libertad. Por supuesto que en este horizonte, el sínodo se ocupará también de las familias heridas, en crisis o en dificultad, porque se trata de responder al desafío del acompañamiento y de la integración en la vida eclesial y social de cada persona, asumiendo sus verdaderos problemas de toda índole (Cfr. Periódico Il Sole 24 Ore, Domenica 4 Ottobre 2015, pp. 1 y 18).

El sínodo de la familia promovido por el Papa Francisco ha introducido elementos novedosos. En su preparación se ha consultado a los fieles; numerosas conferencias episcopales han publicado el resultado de estos sondeos de opinión; ha abierto el debate sobre puntos que antes eran tratados solo por el magisterio romano como la pastoral de divorciados y vueltos a casar; el concubinato y el de las parejas del mismo sexo. El sínodo se ha planificado en dos sesiones, separadas por el período de un año; tiempo importante para que la Iglesia se de a sí misma los medios necesarios para escuchar los diversos puntos de vista, para dialogar, debatir y hacer un discernimiento que exprese la dinámica de una Iglesia viva que se pone al servicio de la humanidad.

El documento elaborado en el primer encuentro, hace un año, sirve hoy como instrumento de trabajo para dialogar durante el sínodo en este segundo período. (Cfr. http://www.vatican.va/roman_curia/synod/documents/rc_synod_doc_20150623_instrumentum-xiv-assembly_sp.html). La búsqueda ha sido auténtica y profunda con el fin de lograr un acompañamiento pastoral adecuado.

Se prevé que el resultado del sínodo sea pastoral y no de carácter doctrinal. Se ha comenzado a hablar de la familia en un contexto pluralista, donde la fe cristiana no es la que prevalece en todas las regiones del mundo y ámbitos de la sociedad global. A pesar de las diferencias en cuanto a las situaciones, el sínodo pretende realizar aportes fundamentales que sean referentes morales para ser tomados en cuenta en la educación y en las legislaciones que estructuran y norman la vida socialmente. Además de tratar temas importantes como la vida cristiana de las parejas que se han vuelto a casar y la homosexualidad, también aborda temas que se imponen, como la violencia, los migrantes económicos y refugiados por causa de los conflictos bélicos. Todos estos fenómenos afectan la familia.

Si queremos plantear los problemas reales que afectan la familia en nuestro contexto, surgen preguntas importantes ineludibles: ¿cómo acompañar pastoralmente las parejas divorciadas y que se han vuelto a casar? ¿Cómo hacerlo con las personas con identidad homosexual? ¿Con los jóvenes afectados por la violencia y las rupturas familiares? ¿Con los niños abandonados y olvidados por sus padres? ¿Cómo podemos acompañar las familias divididas por las guerras y las migraciones? ¿Cómo responder a estos retos con una doctrina viva y actualizada? Sólo una Iglesia con rostro humano y verdaderamente cristiana podrá responder a estas angustiosas situaciones. El II Patriarca Yossif III Younan (Patriarca Siro Católico) en una de las entrevistas realizadas durante el sínodo expresó: “En Medio Oriente nuestro desafío es por la existencia, por la sobrevivencia del patrimonio familiar y cultural que está amenazado por desaparecer”. Además, cuando se le pregunta sobre el futuro, en el contexto de la noticia de nueve cristianos ejecutados por el Estado islámico emergente en el medio oriente, el Patriarca ha respondido con estas palabras que expresan su dolor: “Nosotros hemos estado olvidados y traicionados por la Unión Europea y los Países occidentales, de todos aquellos que se dicen civilizados y proclaman los derechos del hombre. Para contribuir al epílogo de la cuestión siriana, en Occidente ha habido una manipulación mediática. No se interesan por nuestra suerte. Por una política de oportunismo económico han olvidado también la minoría donde ha nacido la fe cristiana. Han dejado que se abandone esta tierra. Solamente hablan. Mientras tenemos necesidad de actos. No somos optimistas por el futuro” (Periódico L’Avvenire, Sabato 10 Ottobre 2015, p. 14). La Iglesia debe responder a las grandes demandas de la humanidad. La gran tentación es volver a repetir la doctrina ya elaborada, cerrando los ojos y los oídos a los clamores de la humanidad del siglo XXI. No hay que olvidar que la audacia del Concilio Vaticano II fue salir del encierro de la Iglesia concebida como una sociedad perfecta y se convirtió en una Iglesia de Comunión, en una Iglesia Pueblo de Dios que asume su papel de servidora de la humanidad.  Algo nuevo tiene que ocurrir con este sínodo que tiene desafíos bien concretos de cara al futuro. Hoy el sínodo se realiza en un período histórico distinto, con una Iglesia del posconcilio Vaticano II, con un Papado diferente con olor a oveja, y no puede huir de los retos que se plantean en el presente. Hoy Jesús nos vuelve a plantear la pregunta que hace en el Evangelio: “¿Quiénes son mi Madre y mis hermanos?” (Mt 12,46-48; Mc 3,31; Lc 8,19). El sínodo enfrenta el desafío de responder esa pregunta, que el mismo Jesús le hace hoy a la Iglesia en el umbral del siglo XXI. Las primeras comunidades eclesiales se identificaban por la experiencia de amor y fraternidad que vivían entre sus miembros: “míralos cómo se aman”, se comentaba de los cristianos en la Iglesia primitiva. Hoy el cristianismo no puede soslayar el dolor de tantas familias y de tantas realidades humanas difíciles, como las mencionadas.

2. El tema sobre los divorciados y vueltos a casar

El sínodo no pone en duda el matrimonio, su carácter sacramental. Idealmente las personas que reciben el sacramento del matrimonio deberían ser felices en este estado de vida. De hecho hay muchas familias que viven con felicidad el sacramento del matrimonio. ¿Pero qué ocurre donde las familias no son felices? Muchas se fracturan y se separan. En ese contexto surge una pregunta importante que han aparecido en los medios de comunicación social últimamente: ¿Debe cambiar la Iglesia su disciplina en lo que concierne a la práctica sacramental de la reconciliación y la eucaristía de las personas casadas religiosamente y divorciadas que forman una nueva pareja esta vez amparados por la ley civil? Después de mucho tiempo obispos, pastores y teólogos, que han sido impactados por estas situaciones, que afectan a muchas familias, piden que haya un cambio y se discierna sobre estos temas. Por ejemplo, el cardenal Kasper es uno de los miembros de la jerarquía que es favorable a cambiar la disciplina en torno a los cristianos que se separan y se vuelven a casar. Si Jesús vino a llamar a los pecadores y no a los justos, impedir el acceso a la reconciliación y a la eucaristía, ¿no es hacer con estas familias lo contrario a lo que hizo Jesús? ¿Qué hacer con las familias que no pueden vivir en comunión de amor después del matrimonio religioso y continúan haciéndose daño y también a los hijos que han procreado? Hay parejas que viven una verdadera comunión de amor conyugal en una segunda experiencia matrimonial. Los casos son numerosos. Dicho brevemente, la Iglesia busca un camino pastoral adecuado y coherente con Jesucristo para los divorciados comprometidos en una nueva relación.

En muchos de estos casos hay que tener en cuenta que quizás no hubo un auténtico matrimonio en la primera ocasión. Podría darse una situación o haber una causal de nulidad. Entre estas están: la falta de fe para vivir el sacramento, la falta de voluntad para realizarlo, la brevedad de la convivencia conyugal, el aborto procurado para impedir la procreación, la obstinada permanencia en una relación extraconyugal durante el tiempo de la boda o el período sucesivo al sacramento, el ocultamiento doloso de la esterilidad o de una grave enfermedad contagiosa, el ocultamiento de hijos nacidos de una precedente relación, el ocultamiento de haber estado encarcelado por algún motivo, la violencia física o psicológica para obligar a una de las personas que se casan a aceptar este hecho, la falta de uso de razón demostrado médicamente (Cfr. Ottavio De Bertolis, Papa Francesco Riforma il Processo Canonico Matrimoniale, en Revista La Civiltà Católica, N° 3967, 10 ottobre 2015, p. 66). Hay tantas situaciones invivibles en algunas parejas que hacen sospechar que en realidad nunca se realizó el sacramento matrimonial y hay que tratarlos con gran espíritu pastoral.

3. Algunos criterios del Evangelio en el debate sobre el tema de identidad de género

No podemos dividir el mundo entre los puros y los impuros. Jesús lo ha dicho claramente, la impureza nace en el corazón (Mc 7,18-19; Lc 11,37-41), no viene del exterior. Durante su viaje a Estados Unidos el Papa Francisco se encontró con un ex alumno que tiene una relación homosexual; y lo recibió con mucho aprecio y amistad; el Papa le había enseñado psicología y literatura en Argentina. Los medios de comunicación dieron mucha cobertura a este caso. Hay situaciones humanas que buscan una respuesta y un acompañamiento pastoral de la Iglesia. Antes estas situaciones humanas, que siempre han existido, incluso desde antes que surgiera el cristianismo, el peligro es tratarlas con irrespeto, con prejuicios y condenando a las personas.

Cuando decimos que deseamos un sínodo con rostro humano, hacemos referencia al rostro humano de Jesús que nos muestran los Evangelios: Jesús no irrespeta a las personas, no se deja llevar por los prejuicios, tampoco las condena. Jesús ha venido por los pecadores y no por los justos (Lc 5,32). Toca a los enfermos que eran considerados como aquellos a quienes Dios castigaba y les imponía la pena de la enfermedad (Mt 8,1-4), establece  amistad con la Samaritana que había tenido cinco maridos (Jn 4,1-45). Se le acusó de comedor y bebedor por su cercanía natural y espontánea con aquellos que no tenían importancia ni prestigio social en la sociedad de su tiempo (Mt 11,18-19; Lc 7,34). ¿Qué hace Jesús con los pecadores y las pecadoras? Los acoge y los perdona (Mc 2,1-12), come con ellos y ellas, es amigo de los publicanos, de las prostitutas, perdona a la mujer adúltera. Jesús va más allá de los prejuicios sociales, cúlticos y religiosos. Por eso cura en sábado, aunque se lo prohibían los fariseos porque ese día era destinado al reposo y la celebración cúltica judía. Jesús establece que se puede hacer el bien y curar a los enfermos aún en día sábado, por eso dice: “La ley es para el hombre y no el hombre para la ley” (Mc 2,27-28).  Jesús vive con autenticidad y critica las apariencias, no tolera la hipocresía y, por esta razón, en las controversias con los fariseos les llama sepulcros blanqueados; además les critica porque se preocupan por lo externo y no por lo interno. Les dice que lavan la copa por fuera pero por dentro está sucia. Hay que lavar la copa por dentro y por fuera. Todos necesitamos la conversión personal y social. La conversión es necesaria a todas las personas, sin importar su identidad de género. Para vivir un cristianismo auténtico y verdadero hoy no es posible excluir a ninguna persona por causa de su identidad de género.

Todos estamos invitados a vivir según el modo de Jesús del que dan cuenta los Evangelios. Todos necesitamos de la conversión personal y social. La conversión es necesaria a todas las personas, sin importar su identidad de género. Cuando Jesús preguntó: ¿quiénes son mi Madre y mis hermanos? Él mismo respondió: mi Madre y mis hermanos son aquellos que hacen la voluntad de Dios (Mc 3,31-35). ¿No será que hoy nos hace la misma pregunta y nos invita a tratar a divorciados y casados por segunda vez, y a las personas de identidad homosexual como verdaderos hermanos y hermanas? Esperemos que el sínodo ilumine el camino para vivir una Iglesia con rostro humano y abierto a la fraternidad universal.

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