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Un Sábado después de la guerra

Alfonso Velis Tobar
Poeta, viagra investigador y ensayista
M.A Carleton UniversityAlfonso Velis 7(2)

UNO
Desde el patio de una infancia

Desde este patio de mi casa cuando yo era niño me trae muchos recuerdos. Ahora todo ha cambiado, este patio que nada más ayer fue hermoso, hoy está desolado, triste sin aquel jardín cubierto de variedad de flores, margaritas, gladiolas, claveles, cartuchos, crisantemos, rosas blancas, amarillas, rosas Príncipe Negro, begonias, flores de Izote, árboles de naranja dulce y uno de naranja agria, duraznos, un árbol de Anona y un árbol de laurel. Todo ante la presencia de una amplia casa que poco a poco con la intemperie del tiempo mismo se ha venido desvencijando, envejeciendo, con sus mapas de moho en las paredes. Aquí en esta casa nacimos todos (medita Alfonso Garibaldi llora sin querer) Todo en la vida desaparece, se termina para el olvido eterno, los recuerdos, las huellas del tiempo quedan. Y todo se renueva, se transforma, desaparece, según la situación dialéctica de la vida misma, todo cambia, a cada instante, repite su ciclo para la vida, tiempo y espacio, todo termina con la muerte y no se sabe si para gozar o sufrir de la otra vida, ¿si es que la hay en el más allá de nuestra existencia humana? en  esta esfera  infinita,  gran universo celeste que rodea nuestro espacio vital?

Así se quedaba Garibaldi,  ido,  como,  cuando a uno le dicen, que se le ha ido el pájaro  o la piscucha, quien  era muy  contemplativo de todos los detalles, de los pormenores, de los instantes de la cotidianidad.  Niño  entonces muy vivaz. La verdad que para  “Garibaldi” todo había cambiado, más después de la sangrienta guerra revolucionaria,  a muerte que el pueblo salvadoreño ha vivido durante estos recientes largos sangrientos doce años, entre los 80s y los 90s.  Entre esta sierra de montañas, a cien kilómetros de la capital Garibaldi se queda meditando en el patio de infancia. Sabía que allá en la capital ahora hay mucha algarabía nacional, congregaciones de toda la comunidad internacional. Se celebra en el pueblo el fin de la guerra con la firma de los Acuerdos de Paz en Chapultepec, México, 1992. Revolución que la hizo el pueblo, consciente para ver si así mejoraba la situación tan jodida, en la que siempre el pueblo salvadoreño ha sufrido con el engaño, la muerte, la opresión de gobiernos corruptos, la represión militar impuesta  a lo largo de toda su historia,  los militares que siempre se aliaron con los ricos, defendiendo sus arcas de oro,  acumulados con la fuerza bruta  y explotada del pobre. Digamos  que desde 1932 los militares salvadoreños, mejoraron su maquinaria represiva.  Aquí siempre hemos vivido una feroz lucha de clases. Es uno de los pueblos más rebeldes de Latinoamérica. Nicaragua que boto a Somoza en 1979 con glorias y cantos. Pero aquí el pueblo salvadoreño siempre  en lucha. Enfrentando una feroz oligarquía en dependencia del manejo descarado del  imperio norteamericano, porque no han sido ni siquiera capaces de modernizar para la  competencia misma en el concierto mundial de los valores, en todo sentido,  un Capitalismo subdesarrollado, explotador,  mientras el pueblo suda la gota gorda, se vale de la fuerza de trabajo del pueblo bajo una  neo globalización liberal que se nos impone a sus intereses creados  del imperialismo. De pronto Garibaldi, cae en cuenta,  reacciona de su realidad mental  regresa al otro yo. Así meditaba Garibaldi a veces lo bastante lucido, pues era sabido en política por lo que siempre leía y había leído todo el tiempo,  desde niño o bien lo que oía de las historias que contaban zumbaban como abejas en su mente que le picaban ya las palabras para escribirlas, recordando en este momento sus días de infancia. Con cierta nostalgia de lo que es vivir la juventud con la suerte inadvertida de la vida.  Garibaldi era muy soñador y soñando se quedaba imaginado historias, viajes de aventuras, conjeturando siempre sobre los misterios de la vida misma.

Luego en su otro yo otra vez en su realidad presente. Es cierto  que hay alegría hasta en las calles, mucho movimiento,  la gente brota de todas partes, de todos los rincones, miles de banderas de la “resistencia del pueblo”, hay gran regocijo de gentes que marchan con vivas, consignas, orquestas, grupos musicales, marimbas en las esquinas, borracheras recordando a los héroes caídos en la lucha, danzas, guitarras, violines, canciones revolucionarias en honor a  todo el pueblo. Poesía mucha poesía en la calle, hay mucho rojo y negro de banderas del Frente Farabundo Martí, se menciona a los valientes curas que tomaron el fusil y se fueron para el monte  para defenderlo en nombre de Jesucristo, pero aquí asesinaron a  muchos Cristos, cuando hablaron  por los pobres, la tragedia del asesinato impune de los jesuitas de la UCA, la imagen de Monseñor Romero, muy venerada entre los sacrificios  del pueblo, pastor que pregonaba una liberación  nacional.  Y se enaltezcan los héroes caídos, y otros  ya no lo vieron sus ojos, para contarlo…

La cultura popular manifestándose alegremente por las calles de la capital  que revientan de multitudes, tren que anda  estancado de alegría, discursos políticos, pancartas en manos de los obreros con mensajes de esperanza, poesía  y más poesía en las esquinas,  pancartas colgantes en las paredes y en los muros. Las  calles adornadas de gallardetes de colores azul y blanco, banderas de amarillos, rojos  y negros.  De dónde brota tanta gente que ayer andaba escondida, con los huevos bien puestos para luchar por la revolución. Todo es alegría en la capital el país entero, se oye esa música, esos bailes hasta en el amanecer, encuentros y abrazos a viejos amigos, poetas guerrilleros, cantando  la Internacional, El Sombrero Azul, haciendo honor a héroes, muchos rostros del Che Guevara, símbolo de la revolución latinoamericana,  quizás como otro Bolívar de su tiempo que nos inspiran en estos difíciles tiempos que nos ha tocado vivir, presenciar  nuestra historia  nacional,  imbuido en los problemas de  Nuestra América, una América libre del imperio, como la soñaba José Martí y Bolívar. Y en las calles y en las paredes los retratos alusivos a Farabundo Martí,  Sandino, Miguel Mármol, Roque Dalton, Lil Milagro Ramírez, Alfonso Hernández, Schafik Handal, la Cdt Ana María o Cayetano Carpio, a él, le gustaba el sobrenombre  el “Ho Chi Ming de América”,  rostros en pancartas de mantas. Todos los líderes que han hecho posible el manejo de esta revolución durante todos estos años de guerra a muerte (con sus antecedentes sangrientos desde 1932  en que el pueblo tuvo que soportar la dictadura Martinista de sometimiento durante trece años en El Salvador). Honor, glorias por los miles que cayeron valientemente dando su vida porque otros siempre vivamos. El “Pulgarcito de América”, tan tiernamente lo llamara la inmortal poetisa chilena Gabriela Mistral. En las pancartas los versos escritos de Roque Dalton que penden de la multitud: “Llegue a la revolución a través de la poesía”. Y pudo más el humanismo de la poesía  pues  también  nos llevó a la revolución a favor del pueblo…  Y en las  paredes las puertas predomina la figura de Farabundo Martí, de Monseñor Romero en una pañoleta de un compa que viene de la guerra,  sobrevivió en el combate, de emboscadas, de guindas, entre la lucha por la vida o la muerte,  entre los “tatúes”, los triunfos, los dolores, los asombros, las tragedias,  de los sangrientos  operativos de guerra que el imperio y la oligarquía  daban   contra  el pueblo; las llamadas Operación Fénix  que el ejercito genocida  montaba allá en Guazapa contra los muchachos  de la Resistencia Nacional y otros lugares de Morazán y Chalatenango donde se libraban aguerridas batallas.  Esos sí que algunos tienen también vidas de gato. ¡Qué alegría!..  Los peces salieron del agua. Emergieron de nuevo los rostros, saliendo a flote, que hace doce años se fueron a la lucha a la montaña o en la ciudad trabajando clandestinamente por la guerra al enemigo aliado con el imperio,  resistiendo el pueblo, por la liberación nacional; del grito de Patria, a vencer o morir,  grito de guerra, frase que muchos han dicho, cosa que han hecho pocos sin su militancia. Este momento en mi país, todo tiene un instante épico, es el gozo o reflexión de nuestra  epopeya histórica.  Ahora todos salen a flote para dar otros respiros sin la asechanza de los escuadrones de la muerte y de las operaciones  militares  que asesoraba el imperio, propulsando con sus dólares de muerte, la corrupción del sistema al mismo tiempo. Ahora se cree que sí habrá más respeto a la dignidad nacional. ¡Eso se espera, justicia, respeto a la vida humana! y no se le mate porque pide sus derechos, para sentir que vivimos en un país civilizado, con ánimos de prosperar en todo sentido, desarrollo en bien de todos,  y con la esperanza de vivir en paz, con felicidad, salud, trabajo, educación, para hacer de este querido pueblo, una sociedad más justa y más humana. Debemos socializarlo todo en beneficio de las mayorías, los más pobres. Sin dictadores militares ni retrógrados vende patrias, que le roban al pueblo en forma descarada,  que no tienen vergüenza,  corruptos, estafadores de la voluntad del pueblo, que sembraron males, egoísmos de clase, pánico, odios, tristezas, lágrimas de siempre.  Aunque hay que salvar del olvido, por lo menos sus nombres de los buenos militares que se fueron con el pueblo en un momento dado de la historia, se pasaron del Ejército Nacional  al Ejército Guerrillero, a esos se debe registrar en la historia  gloriosa épica, ejemplos de patriotas como Mena Sandoval (a quien lo conocería en la escuela militar), Crucito, Bruno Navarrete, Benjamín Mejía y los tantos soldaditos  que se incorporaron a favor de la lucha popular. Militares honesto como Gerardo Barrios en el pasado (asesinado por la familia Dueñas”), Morazán asesinado por los conservadores de su época,  ejemplos, otros milicianos que se hicieron militares en la montaña. Continuará

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