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Tetralogía del dolor: literatura y alcohol en El Salvador

Luis Borja

Escritor y Poeta

Universidad de El Salvador

Facultad Multidisciplinaria de Occidente

 

A Rafael Lara Martínez, recipe  

por enseñarme a hablar con el olvido, 

por enseñarme a hablar con los muertos…

I

En El Salvador, para el año 2014, la OPS observaba que tenía la tasa más alta de muerte a causa del alcohol: 27.4 por cada 100,000 muertes, presentándose así como uno de los índices más altos de América.  Esa preferencia por las bebidas embriagantes podría trasladarse  a la literatura.

Y es que la relación literatura-alcohol  ha estado presente en el mundo del arte, ya sea como un estimulante para la creación  o simplemente como un estilo de vida. Esta aseveración podría materializarse en la histriónica vida de Charles Bukowski, escritor modelo para muchos que consideran que ser escritor es simplemente emborracharse.  No obstante, este viejo indecente, nos daba una bofetada más al relacionar alcohol y emotividad. Alcohol y liberación. Es decir, el alcohol como liberador de la cotidianidad:

“Beber es algo emocional. Te sacude frente a la estandarización de la vida de todos los días, te lleva fuera de eso que es lo mismo siempre. Tira de tu cuerpo y de tu mente y los arroja contra la pared”.

II

Abro una cerveza y bebo. Pienso en Baudelaire, Barnes, Poe, Capote, Carver, Cheever,  Hemingway y una gama de escritores que han sido recopilados en el libro “Mezclados y agitados” de Antonio Jiménez Morato. Libro único en su especie; 39 escritores identificados con el apelativo de un trago.

Ahora pienso no en los escritores que bebieron por liberación, sino por destrucción y aparece nuevamente Bukowski:

“Tengo la impresión de que beber es una forma del suicido en la que se te permite regresar a la vida y comenzar de nuevo al día siguiente. Es como matarte a ti mismo y después renacer.”

III

La historiografía literaria en El Salvador sigue construyéndose con silencios. He intento escuchar las voces que proclamaban la consigna: literatura y alcohol. Rescato voces que buscan a través del alcohol, la liberación hacia la muerte; escucho  la voz romántica  y  la voz de los auténticos bohemios (que bien podría ser el nombre de una banda de rock:  y ahora con ustedes los auténticos bohemios). Falta rescatar más voces que han retomado el alcohol, la bohemia y literatura más como una praxis o estilo de vida, que como una simple pose. Con los 4 que acá menciono doy el primer paso.

Manuel Álvarez Magaña (1876-1945)

Intelectual Ahuachapaneco muy prolífico, involucrado en la fundación de revistas y periódicos. Para gallegos Valdés, el poeta Álvarez Magaña  fue un poeta  lírico de fina de sensibilidad romántica, sin embargo su producción se vio afectada por la bohemia.

Por otra parte, Cárdenas Ruano considera que en la producción literaria de Álvarez Magaña sobresalen tres dilecciones románticas: las gestas heróicas, la belleza femenina y la espiritualidad del ajenjo. Es más, su gusto por la bohemia vale para que Cárdenas Ruano lo compare con Verlaine y Murger (miembro de “Los bebedores de Agua”  conjunto de artistas parisinos).

Alvarez Magaña  era un poeta atormentado, a esa conclusión llega el también intelectual ahuachapaneco Romeo Fortín Magaña, quien en el boceto biográfico sobre este autor romántico nos deja una gran reto: “Su biografía debería de escribirse con mucho amor, y sobre todo, con una inmensa piedad… No pueden llamarse pecados los que en él eran circunstancias determinantes de su propia vida. Por eso, no hay razón para ocultarlos.”

Tocas el arpa tú, mientras yo escribo

y gime en el espacio la armonía

de tus notas en ritmo fugitivo;

y rueda de mis párpados, furtivo,

el llanto de mi eterna nostalgia;

porque tú, con la música me acuerdas

de la tristeza mía;

amor, ternura, todo me recuerdas

del arpa tuya en las doradas cuerdas…

Escribo, escribo y tú sigues tocando

y ya en el aire y el papel dispersos,

tristes, dolientes quedan sollozando

junto a tus notas mis dolientes versos.

Y cuando el arpa entre tus manos vibra,

cómo el sonido hiere

del sentimiento la sensible fibra,

la fibra del dolor que nunca muere.

No toques más! No toques, dulce amiga,

del gran Beethoven la inmortal Sonata…

la música es ingrata;

¡Ay, parece que el alma se desliga

en la dulzura de un amor que mata!…

Mas no, sigue, por Dios, sigue tocando:

la música es divina;

es la luz que al espíritu ilumina;

en tristeza celestial consuelo;

la música es aroma

y es de color de marchitadas flores;

es el beso primero, es el idioma

con que de nuestros íntimos amores

nos conversan los ángeles del cielo…

La ternura doliente de Beethoven

tiembla en las cuerdas y al volar, parece

que es el alma de aquel artista joven,

que en el aire cual nota se estremece.

Es por eso que lágrimas arrancas

con esa melodía.

¡Feliz el arpa que en tus manos blancas

del alma tuya toma su armonía

en mil tonos diversos

que vuelan fugitivos y dispersos!

¡Quién fuera el arpa que tus manos pulse!

Pudiera yo, así, lánguidos y tristes,

enviar del alma mis sentidos versos

en armonía dulce…

PARA TI

Supieras tú, mi amada…

Lejos de ti mi vida va de prisa

y gemidora va como la brisa,

porque faltan a mi alma enamorada

la luz de tu mirada

y el rosa juguetón de tu sonrisa.

SIEMPRE A TI

¡Que triste es el olvido

antes que el hueco de una tumba se abra!

¡Vivo muriendo…sin haber oído

el trino musical de tu palabra! —

Si sólo un sueño mi ilusión ha sido,

¿Por qué mi sueño en realidad conviertes?

¡No me dejes morir…que no he vivido!

¡Si estoy soñando aún…no me despiertes!

SIMBOLO

Dos femures cruzados a manera

de floretes o de aspas de molino

semejando una equis, cual si fuera

un gran problema que trazó el destino

Arriba, una siniestra calavera

que, a aspirarar a coeficiente, vino

a quedar como un cero que estuviera

retando a Dios y a su poder divino;

restos de un ser que ahora se convierte

en la incognita cruel de algún arcano

puesto en enigma por su propia suerte;

realidad filosófica, que en vano

plantea de la vida y de la muerte

formula triste del misterio humano.

Alfredo Espino (1900-1928)

Poeta ahuachapaneco, considerado por muchos como “el poeta nacional”. Su obra es considerada como “paisajista”, pero poco se ha dicho de su misteriosa vida. La figura de la madre protectora,  aparece en la vida de Espino prohibiendo el matrimonio. Así lo comenta don Mauricio Rodríguez, un catedrático retirado que asegura ser sobrino del poeta relaciones. Este tipo de control que le ocasionaba, llevó al poeta Espino a refugiarse en el alcohol, algo que lo incitó a visitar bares y prostíbulos en San Salvador .

Por su parte, Cañas-Dinarte lo describe como un poeta tímido, que en lo últimos años de su vida debido a desequilibrios emocionales y amorosos, se entregó  a largos ratos de bohemia.

El poeta Francisco Andrés Escobar, autor del libro La lira, la cruz y la sombra,  considera que Espino antes que ser escritor, era un hombre sufriente, y a partir de esa condición de sufriente es que eleva su obra artística.

Actualmente, Espino sigue estando en el imaginario social de los salvadoreños, su poesía con tendencia bucólica sigue presente. Sin embargo, poco se habla de los poemas que intentan acercarnos al conflicto íntimo y triste del poeta.

STECHETTI EN SONETO

Cuando a mi huesa oscura y solitaria,

a la postrer morada de mi sueño

llegues llorando, contraído el ceño,

por mi alma musitando una plegaria.

No temas ¡ ay! la calma funeraria

que las tumbas rodea cruel beleño

de las cruces, envuelve el tosco leño

y la vetusta fosa cineraria…

Cuando el silencio turbes con tu paso

o con tus quejas flébiles acaso!…

¡ Cuantas flores verás que han de sentirte!

Esas flores que el pecho han de besarte,

son las estrofas que olvidé cantarte

y las ternezas que olvidé decirte”.

CON EL ALMA DESCALZA

¡La angustia despiadada

de presentir que todo ha sido en vano!…

(Yo deshojé rosales con mi mano,

por tal que su planta bienhadada

no se hiriera en la piedra…)

Yo me he quitado el alma y la he tendido

sobre un muro de olvido,

corno un manto de hiedra…

Déjame que me enferme…

Por no turbar la calma, junto a ella

lo que sería sol, será una estrella…

Por no turbar su calma,

arroparé mi anhelo entre mi alma,

y él, será como un niño que se duerme…

Seré corno una queja

que va descalza sobre alguna alfombra…

Seré como una sombra que se aleja

por seguir otra sombra…

Ella tendrá alegría entre su boca…

Ella será una lira…

Y yo una suave mano que la toca,

y un viento que suspira…

¡Torre de flores que en mis parques se alza!

¡Corazón que entre rosas se ha dormido!

¡Con tal de no hacer ruido,

sobre las piedras mi alma irá descalza!

PARA ENTONCES

Lentamente, callada, se ha de acercar un día

y sellará mis labios y apagará mis ojos

y en sus escuetos brazos llevará mis despojos

a esconderlos muy hondo, bajo la tierra mía…

Se agostarán las flores que sembrara en la vía;

y mis locos anhelos y mis tiernos antojos

también se han de apagar así como esos rojos

celajes de la tarde, cuando agoniza el día…

Y la fe de los hombres una cruz ha de darme

cuyos brazos abiertos el sueño han de velarme

cuando en ocaso pliegue sus párpados la luz…

Esa cruz es la misma que en mi vida he llevado

en forma de una lira; sólo que habrá tomado

para entonces la lira la forma de una cruz.

CUANDO PASAS…

¡Ya vienes! Ya tinta, agonizante,

como entre el cierzo pajarillo enfermo,

allá en su muda soledad de yermo,

¡mi corazón amante!

¡Ya vienes! ¡Tengo miedo! ¡Tengo frío!

Me mata tu glacial indiferencia.

Sin embargo, lo grita mi conciencia:

¡Te quiero, aunque me mate tu desvío!

¡Si no quiero creer en tus enojos!

¡Háblame, con la flauta de tu acento!

¡Que me arrulle tu voz —rumor de viento!—

¡Que me alumbre la lumbre de tus ojos!

Si pasas, tú te quedas, sin embargo,

flotando entre la sombra de mi pena.

Siempre hará tu memoria —blanca y buena—

¡más dulce este calvario tan amargo!

Ya sin mi fe, que marchitarse veo,

me has de encontrar entre el mundano ruido,

frío, como la nieve del olvido!,

¡mudo, como las aguas del Leteo!

 

continuará…

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