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Tala masiva en reserva natural para frenar una plaga conmociona Honduras

Por Noe Leiva

La Tigra/AFP

El corte masivo de pinos en un exuberante pulmón natural de la capital para exterminar una plaga ha conmocionado Honduras, pharm mientras los expertos advierten que la tala traerá temperaturas más altas y menos agua durante décadas.

«Hemos cortado 2.400 hectáreas desde agosto para acá… esto causa una gran conmoción», generic declaró a la AFP Jorge Murillo, hospital biólogo coordinador del Programa de Investigación Científica del Parque Nacional La Tigra, situado 15 km al noreste de Tegucigalpa.

El pequeño insecto conocido como «gorgojo de pino» (Dendroctonus frontalis) ha diezmado la reserva declarada por el Congreso, en 1980, como Primer Parque Nacional de Honduras.

De las 24.000 hectáreas que tiene la reserva, 7.000 corresponden a bosque húmedo en el área del núcleo, refugio de una rica biodiversidad de flora y fauna, y 17.000 a la zona de amortiguamiento.

La estrategia inicial del estatal Instituto de Conservación Forestal (ICF) para frenar al gorgojo, que tiene una autonomía de vuelo de cien metros, consistía en cortar los árboles contagiados y un anillo alrededor, pero el contagio ha seguido avanzando sin control, más allá de lo previsto.

Menos agua y altas temperaturas

Los efectos de la devastación en el parque «serán menos agua y más altas temperaturas, además de los aspectos biológicos que tenemos que tomar en cuenta», lamentó Murillo.

Desde la montaña, que tiene elevaciones de hasta 2.300 metros sobre el nivel del mar, más de 70 quebradas traen el agua dulce usada por el 30% del millón de habitantes de la capital, así como el oxígeno que contrarresta las emanaciones de más de 800.000 vehículos.

«Antes (de la plaga) un campesino no podía cortar ni una rama de pino porque iba preso y ahora esto es un desastre», apunta el exdirector del posgrado de Economía de la Universidad Nacional, Alcides Hernández, señalando los pinos derribados por todos lados en su propiedad, enclavada en la zona de amortiguamiento.

Hernández estaba desarrollando allí un prometedor negocio: un cibercafé en medio del bosque de pinos, pero el insecto arrasó con cuatro hectáreas en el entorno del edificio y acabó con el proyecto.

Decenas de viviendas que se levantaban en medio del frondoso bosque de pinos de hasta 70 años de edad, han quedado al descubierto por la devastación de la plaga y las motosierras.

«Este problema nos está tocando el alma y es en todo el país», deploró Murillo.

Ciertamente, en un sobrevuelo por los cuatro puntos cardinales del accidentado territorio hondureño, se observan las vastas manchas marrones o rojizas en medio del verde de los bosques, poblados predominantemente por coníferas.

El minúsculo gusano penetra en la corteza de los pinos y carcome la madera a una velocidad asombrosa, como un cáncer incontenible.

Lucky Medina, asesor ambiental de las Fuerzas Armadas en un proyecto de rescate del bosque, dijo a la AFP que desde que surgió la plaga en el verano de 2015 se han destruido más de 600.000 hectáreas en 16 de los 18 departamentos de Honduras.

Emergencia en el bosque

«Las 600.000 hectáreas significan cerca de la tercera parte del bosque de coníferas de todo el país, porque en total hay 1,9 millones de hectáreas» en los 212.492 km2 de territorio, estimó el experto.

En enero pasado, el gobierno del presidente Juan Orlando Hernández declaró «emergencia nacional» para destinar recursos al combate de la plaga cuando los expertos detectaron la sorpresiva expansión del insecto.

La plaga ha estado siempre presente en los bosques hondureños pero se expandió a causa de una prolongada sequía causada desde 2013 por el fenómeno «El Niño», atribuido por los especialistas a efectos del cambio climático.

Con la emergencia, el ICF solicitó desplegar en los bosques a unos 2.500 hombres para despejar las áreas afectadas, pero estos no dan abasto ante la velocidad con la que se extiende el insecto.

«Estos 2.500 hombres no son suficientes, se necesitaría más del doble y aún así sería difícil controlarlo», expresó Medina, quien estima que el área dañada tardará en restaurarse unos cincuenta años, con efectos muy severos en el clima que sufrirán las próximas generaciones.

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