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Romero de la Verdad

José M. Tojeira
José M. Tojeira

José M. Tojeira

Hemos celebrado una vez más el aniversario de la muerte martirial de Mons. Romero. Las expectativas de su beatificación crecen año con año y desde la elección del Papa Francisco se han vuelto más intensas. En buena parte por el propio interés del Papa en que el proceso de beatificación se mueva. Y este interés y ansia de tanta gente buena en El Salvador hace que muchos veamos la beatificación de Romero como una deuda de la propia Iglesia con nuestro país. Estamos convencidos de que es mártir, sale que es santo, viagra que está con Dios. Y nos ilumina en nuestro caminar, store animándonos desde su ejemplo a crecer en radicalidad evangélica, en libertad para amar y servir desde la Palabra del Señor, en defensa de los Derechos Humanos y en esa opción preferencial por los pobres que es desde hace tantos años opción de la Iglesia latinoamericana. Él fue voz de los que no tenían voz para defender sus derechos y muchos de los cristianos salvadoreños, desde nuestros fallos y debilidades, tratamos como peregrinos de unirnos a las luchas de nuestros hermanos golpeados por la “economía que mata” o por la cultura del desecho.

El mundo laico ya lo asumió, desde las Naciones Unidas, como inspirador en la defensa de las víctimas. Si algo se podía decir de Romero, es que estaba convencido de que en el rostro sufriente de sus prójimos se podía contemplar el rostro de Cristo. Y ese convencimiento, esa opción y esa fuerza recibida de lo alto, le hizo merecedor, frente a creyentes y no creyentes, de convertirse en el inspirador de un día internacional proclamado por las Naciones Unidas. Se trata del  “Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y de la Dignidad de las Víctimas”. En su discurso de proclamación de este día, Ban Ki-moon, Secretario General de las Naciones Unidas dijo: “En este día, comprometámonos a ayudar a las víctimas, sus familias y la sociedad, a hacer efectivo su derecho a la verdad y a proteger a quienes luchan para que prevalezca la verdad”. En la propia página web de las Naciones Unidas se dice que uno de los objetivos de este día, además de sensibilizarnos ante las víctimas y comprometernos con su derecho a la verdad, es “reconocer en particular la importante y valiosa labor y los valores de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, de El Salvador” en la defensa de los derechos de los humildes y en sus esfuerzos en favor de la paz. Labor y valores que le llevaron a la muerte, infligida por quienes odiaban esos valores de solidaridad y defensa de los pobres.

Lo que se reconoce internacionalmente cuesta asumirlo en nuestro propio país. Las denuncias de Monseñor contra la idolatría de la riqueza y contra la represión gubernamental resultan imperdonables, por lo visto, para algunos sectores, minoritarios pero con un gran poder, que se sienten tocados en sus intereses e ideología. Sin embargo Mons. Romero nunca los odió. Simplemente les decía la verdad sobre unas riquezas claramente injustas, como lo siguen siendo hoy las riquezas que se benefician todavía de salarios mínimos de hambre. O como las riquezas que prefieren el lujo suntuario y el derroche mientras sus hermanos y hermanas salvadoreñas pasan hambre o carecen de los apoyos básicos para el desarrollo pleno de sus capacidades.

El cristianismo es una religión que cree firmemente en que el amor triunfa siempre sobre la muerte y sobre el mal, aunque sea en el largo plazo. Es el mensaje de Jesús crucificado y resucitado. Y que cree también que las víctimas del egoísmo, la injusticia y la brutalidad humana son recogidas por el amor de Dios y viven junto a Él. Reconocer la verdad sobre las víctimas es para nosotros cristianos indispensable para alcanzar la salvación, según podemos leer en la parábola del rico condenado que quedó para siempre sin nombre y el pobre Lázaro, pasando hambre a su puerta. Pero la creencia en la salvación de las víctimas no podemos dejarla únicamente para el más allá. Es en el más acá donde se realiza la salvación desde el amor con obras. Es en el más acá donde las víctimas tienen derecho a acceder a la verdad de su dignidad, a la consecución de sus derechos y al desarrollo de sus capacidades. Romero en su tiempo, fue un ejemplo para los salvadoreños. Y sus asesinos lo convirtieron en un ejemplo permanente para la humanidad. La lucha contra una idolatría de la riqueza que sigue exigiendo sacrificios humanos, causando muerte y estando en el origen de muchas violencias, sigue siendo una llamada de Monseñor Romero, como parte del compromiso con la verdad del ser humano.

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